El viaje soñado (V) SUI

Me despierto a orillas del Hinterrhein. El día amanece claro pero hay niebla en la parte alta del San Bernardino. La temperatura magnífica para acometer una nueva jornada bicicletera. Parece que los calores insoportables de los primeros días van cesando.




La subida la hago inmerso en una densa niebla que me está fastidiando el paisaje pero, mientras fotografío el lago de la cima, observo que se está desvaneciendo. Espero un ratito y aprovecho el descenso para sacar las fotos que no he podido hacer en la subida.











Por cierto, coincido en la cima con un betetero alemán de dieciocho años que lleva la bici petadísima de alforjas. No me explico cómo se pueden subir puertos de este tipo con semejante peso. Chapurreando un poco en inglés alcanzo a sonsacarle su procedencia. El chavalote es, curiosamente, de la base del Nebelhorn, del mismísimo Oberstdorf. Cuando le cuento que pienso ir en bicicleta se descojona el muy cabroncete. ¡No me extraña!

Voy a Splügen en coche y así me ahorro los 22km de ida y vuelta, así me ahorro una hora que no va a ninguna parte. La subida al Splügen Pass es como de juguete. Arriba, en la cima, está el paso fronterizo italo-suizo, otro más que cruzo. En ninguno me dicen nada, como si Suiza fuera otro país más de la Comunidad Europea, aunque no lo es, claro.








En el descenso me entretengo haciendo fotos a la parte más increíble de este puerto. Se trata de una sucesión de curvas de herradura de 180º en tramos casi equidistantes que, vistos desde arriba, generan una asombrosa procesión de vehículos que desfilan como si estuvieran teledirigidos en un Scalextric. Un baile acompasado totalmente fortuito. ¡Precioso!










Regreso por la misma carretera que ayer, cruzando Splügen y bordeando el lago de Sufers. Llego a St. Moritz por el Julier Pass después de atravesar multitud de túneles y de rodear otro magnífico lago: el Lago da Marmorera. En St. Moritz, a pies del Julier, dejo el coche para afrontar de nuevo esta subida pero, esta vez, en bicicleta. El sector se completará con el Albula y el Bernina en lo que van a ser 100km de ensueño.




















Tras subir el Julier Pass, recargo bebida en el coche y cruzo St. Moritz por primera vez. Solo falta James Bond. Lujo desmedido, descapotables, Mercedes, Ferraris, BMWs, mujeres superenjoyadas, tiendas de Versace, hoteles a los que no hace falta mirarles las estrellas, rubias de películas de espías, trajes de películas de mafiosos, ...








Otro buen puerto el Albula. Coincido con varios ciclistas y con mucho motero. En la cima hay concentración pero en la carretera son mucho más respetuosos que los que te encuentras normalmente en España emulando a Valentino Rossi. Se nota que son turistas en moto, no imitadores de MotoGP.








La última subida de la jornada, el Bernina Pass, es increíble. Como subida no es gran cosa, terriblemente tendida, pero el paisaje es colosal. Es de esas subidas que me suelen aburrir por su perfil, larguísima, pero que en esta ocasión disfruto como pocas veces. Coincido en varias ocasiones con el tren cremallera que lleva a los turistas desde St. Moritz por un recorrido alucinante. En la cima, maravilloso mirador de la montaña glaciar con el Lago Bianco a los pies. No es difícil imaginar a qué es debido su nombre viendo lo gélida que aparece su superficie.















De vuelta en el coche tras el largo descenso, no carente de pedaleo, vuelvo a subir el Bernina. Tenía pensado ir a Bormio por el Forcola di Livigno, pero decido seguir hasta Tirano para poder echar gasolina en territorio suizo, que allí tienen el mismo precio que en España. En Poschiavo lleno el depósito.









Ya en Tirano encuentro un cibercafé. Bueno, es un pub tipo irlandés con "internet point". Me dejan un portátil de 10" en el que me cuesta mucho escribir. Me tomo un par de cañas (riquísimas) mientras chateo con Amaia por primera vez. Me cobran 4 euros por una hora de internet. En total, 6 euros si le sumamos las dos cañas. También me meto en un supermercado. Me hace falta más bebida y ya no tengo pilas para la cámara de fotos.

Decido cambiar el orden de las dos próximas etapas y dormir en el Mortirolo, que lo tengo a menos de 20km. En una curva, a mitad de subida, en un rellanito, aparco el Hilton.



Ceno con fundamento y me quedo dormido en cuanto poso la cabeza. Mañana toca "calentamiento de inicio".

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