El rincón de Ademuz

Toca el despertador a las 05:00 y me preparo un desayuno en condiciones. Anoche no cené por aprovechar al máximo las horas de sueño, ya que llevaba un día entero sin dormir. Decido invertir mejor mi tiempo en preparar un gran desayuno que no en una cena y un desayuno intermedios. Me ahorro así un saca-limpia-guarda los cacharros.

Para las 06:30, aún a oscuras, me pongo en marcha. Subo La Salada con la intención de hacer coincidir el amanecer y mi llegada a la cima, pero no son los 8-9 km que me han dicho, sino 14, con lo que me amanece en la parte central. Aún así, todo un espectáculo.







La subida, a excepción de un par de rampitas, es muy suave, con amplísimas zonas llanas. Me adelantan un montón de coches que van en busca de setas mientras disfruto del entorno en este paraje perdido del mundo.



En la bajada, al no poder esquivar uno de esos múltiples desconchones que hay en un tramo, reviento la rueda trasera y me dispongo a cambiar la cámara. Me ofrece ayuda bastante gente (¡vaya tráfico de seteros!), pero no es necesaria y, por no perder demasiado tiempo, sigo con poca presión. Tengo el coche a pocos kilómetros y, con cuidado, no creo que vuelva a pinchar. Me encuentro con Dioni en el descenso y, mientras busca una seta de dos kilos que ha visto al subir, meto la presión adecuada con el compresor.

Nos vamos a por el siguiente objetivo: La Bellida. Dejamos los coches en Bejís y, tras un pequeño descenso al río, comenzamos la subida a este circuito Ricardo Tormo. Las motos campan a sus anchas hasta llegar a Sacañet. Desde allí, en los cuatro últimos kilómetros de ascensión, la tranquilidad es total. Las vistas desde la cima del puerto son muy amplias, con toda la Sierra de Javalambre frente a nosotros. Pero no tan amplias como las que pudo presenciar una viejilla en Bejís, al asomarse a la ventana de su balcón, de mi hermoso culo plantando un pino.






Tras otro trayecto en coche, llegamos a Chelva, donde tiene comienzo la subida al Pico del Remedio, o Santuario de Nuestra Señora del Remedio. El cementerio está petado a la salida, junto a la plaza de toros, mientras la subida se torna exigente. Tenemos la suerte de cruzarnos con un arriero andando puerto abajo con su montura cargada de leña y llegamos a coronar con unas magníficas vistas. ¡Preciosa subida!





A partir de ahí, ya me quedo solo. Camino de Utiel, tengo la suerte de transitar por el Embalse de Benagéber. Un oasis en el desierto, una postal de colores, un sinfín de senderistas. Chulísimo este embalse que bordeo entretenido por sus innumerables curvas, que bien podrían marear al mismísimo Sébastian Loeb. Una vez bajado el puerto previo, en la rotonda que se toma hacia Utiel, dejo el coche en una explanada y me cepillo el otro Remedio, esta vez no es el del santuario, sino el de la Ermita de Nuestra Señora del Remedio. Me meto hacia ella al ver el desvío, pero tengo que volver al darme cuenta de que la cima es la "normal" de la carretera.








La siguiente subida, el Collado de las Vigas, no es gran cosa, pero sí la localidad de inicio: La Olmeda. En pleno cañón forjado por el Turia, se encuentra este bellísimo pueblo. La entrada por el puente es, simplemente, espectacular. Desde allí, vuelvo sobre mis pasos para acceder al coche que he dejado en la cima y sigo el curso del río hasta Ademuz. Casas Bajas, Casas Altas, ¡vaya pueblos!







Desde Ademuz comienza la subida al Collado Calderón, previo paso por otros dos altos. Veo que no voy a poder terminar completamente de día la vuelta prevista por Sesga así que, una vez alcanzado el objetivo, decido reandar lo andado. No quiero arriesgarme a perderme en cualquier desvío por esas carreteritas perdidas de la civilización. El atardecer, acompañado por los rebaños, es inmenso, al igual que la vista de las aldeas con las luces de las candelas y la imagen nocturna de Ademuz a mi llegada. ¡Menudo momentazo para el disfrute personal!















Ya de noche, a buscar Villar del Humo, pueblo referencia de la subida a Cabeza de Hoyo. Dejo el coche en la cima, ya que he subido por San Martn de Boniches, justo en el desvío de las antenas. Parece pista de tierra, pero me han dicho que se puede subir bien.

El descenso es vertiginoso, por carretera recién asfaltada, líneas blancas relucientes, a estrenar. Otra maravillosa subida nocturna, a la luz de la luna y con buena temperatura. ¡Ideal! Al llegar al desvío del puerto, me meto por la pista, bien compactada, pero pronto aparecen surcos hechos por regueros de agua, baches, hasta llegar a otro desvío asfaltado por el que me inicio pero en el que pronto me doy la vuelta. ¡Demasiadas piedras para ir de noche! Doy por buena la subida a unos 100 metros de las antenas y bajo andando, mucho más seguro.

Otra gran jornada de cicloturismo de sol a sol. Me cambio de ropa y me vuelvo a Bilbao, pero por Teruel. En la idea que tenía de volver por Cuenca-Madrid no me salen las cuentas. Estaba equivocado. A Bilbao llego casi a las 04:00. ¡Palizón de nuevo!

Por cierto, sustazo pasando  unos 50km de Teruel sin encontrar ninguna gasolinera abierta de noche. Conseguí repostar con medio litro en el depósito. ¡Por los pelos de Blas!

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