Hoy Amaia y yo nos hemos subido la ría de Bilbao corriendo. Han sido 11.876 metros, con lo que la distancia en carrera organizada la hemos estirado un poquito más.
A Las Arenas hemos ido en Metro, como casi todos los participantes, y hemos esperado a la salida junto al Puente Colgante.
No sé qué cifra de participantes dará la organización (muy dada a inflar los números posteriormente por lo que hemos comprobado en otras ocasiones), pero no creo que hayamos llegado a mil ni de coña.
La salida ha sido muy cutre y la hemos hecho en última posición. Para el km.1 ya estábamos solos. Tan solo unos críos que corrían delante nuestro y un par de abueletes que hemos ido adelantando poco a poco. Los críos se paraban de vez en cuando. Nos adelantaban y se paraban. Les hemos aconsejado que se marcaran un ritmo en el que pudieran ir hablando entre ellos para que pudieran disfrutar de su carrera. Incluso les he dado conversación un buen rato. La niña que iba con ellos lo ha agradecido mucho porque llevaba tiempo echándose la mano al costado.
A partir de media carrera nos han ido adelantando coches porque, según el ertzaina, se empezaban a poner nerviosos. ¡Hay que joderse!
Pasado el avituallamiento (el botellín de agua) del k.7 los críos se han quedado atrás. El pringao del agua no me quería dar un botellín para Amaia. ¡Se lo he tenido que arrancar de las manos!
Sin más, completamente solos, hemos llegado al paseo que tantas veces hemos pateado. Amaia ha comprobado en propias carnes lo que es hacer una marcha y estar solo como cuando vas solo. Es más gratificante marcarte un recorrido por donde te salga de los huevos y hacerlo cuando te salga de las tetas.
Por cierto, hemos llegado a meta con bastante buen tiempo y no nos han dado bolsa. ¡Se les habían acabado! Hemos decidido boicotear a esta organización. El dinero de la inscripción es mejor gastárselo en un depósito de gasolina y correr por nuevos paisajes. Para correr solos no hace falta pagar. Eso lo aprendí muy rápido con la bicicleta.
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