Las Alpujarras: la cara B de Sierra Nevada

Se inicia en Lanjarón, localidad famosa por su agua mineral, este viaje por Las Alpujarras. La vista siempre recuerda el etiquetado de las botellas, ya que el Veleta nevado preside casi todas las estampas.


Desciendo hasta el río Guadalfeo para dar buena cuenta de una larguísima subida: Trevélez. Pero otras dos me entretendrán por el camino: Cáñar al principio y Capileira a mitad de trayecto.

La subida a Cáñar, al igual que todo lo demás, se mantiene en unos números muy constantes, sin apenas rampas reseñables. Destaca el trazado de la subida, repleto de curvas de herradura que se pueden apreciar perfectamente desde el inicio en Órgiva. El final, en el mismo pueblo de Cáñar, no tiene mayor historia.







Regreso al trazado de Trevélez y, aunque hay muchísimos tramos llanos, continúo con la ascensión hasta Pampaneira. Allí me desvío para hacer Capileira, de nuevo constante y sin sobresaltos, hasta el final de la carretera asfaltada a la salida del pueblo. Aunque apenas hay tráfico, veo que algún que otro coche prosigue por la pista que se adentra en el bosque y que empalma con el Veleta algunos kilómetros más allá. En los cien metros que alcanzo a ver, la pista se encuentra en perfectas condiciones.













Ya solo me queda el último tramo, pero son casi veinte kilómetros más. La subida a Trevélez es de esas que tan poco me gustan, ya que se parecen bien poco a un puerto. A un kilómetro de subida le siguen dos o tres de esos con porcentajes que asemejan el pedaleo a rodar contra el viento. El paso por los diferentes pueblos y el turismo que estoy haciendo, me sirven de ameno entretenimiento.





A pesar de haber llegado al punto más alto, a un kilómetro de Trevélez, desciendo hasta allí.




Una enorme curva de vaguada me sitúa en la salida del pueblo pero, como el Portichuelo de Cástaras me pilla a la contra, regreso por donde he venido. Los puertos de La Contraviesa serán otra historia.

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