Comienzan los problemas

He dormido en Puente de Montañana, en la salida dirección a Tremp, justo en el desvío para Alsamora. La indicación no está muy clara, pero tiene que ser por ahí.

A primera hora de la mañana, me despierto para desayunar bien. Junto a un buen café, me meto un platazo de espaguetis. Este es mi desayuno tipo en estas jornadas bicicleteras. Pero hace bastante fresco y la humedad de la zona se te mete por los huesos, así que retraso un poquito la salida.




Una vez en marcha, el Coll d´Ares comienza casi llaneando por una carretera que bordea el río Noguera. Hay mucha gravilla suelta y algún que otro desconchón, pero se va bien. No consigo entrar en calor. Tras un desvío a la derecha, y un pequeño descenso, se inicia la subida de verdad.



Lo más interesante es el cañón que va generando el río y las formaciones rocosas de las montañas en esta zona. Un tramo bajo la roca es lo más chulo de esta primera parte.




El piso se va estropeando a cada paso. Mucha gravilla hasta llegar a Alsamora y, tras dejar el pueblillo a la derecha, desaparece el asfalto de repente. Es algo así como medio kilómetro en estado lamentable. Poco antes de enlazar con la parte final de la subida, la que viene de Sant Esteve de la Sarga, mejora considerablemente.



A partir de ahí, el puerto se mantiene más constante, con contínuas herraduras en medio del bosque, con unas vistas muy abiertas que alcanzan hasta la línea pirenaica, aunque la niebla matinal la mantenga oculta. Solo un pequeño descanso a mitad de este tramo sirve para romper un poco la monotonía. Asfalto bueno, pero rugoso, de esos un tanto incómodos para la bajada.







Corono ya con un poquito más de sol. A la sombra, en cambio, sigue haciendo bastante fresco. Coincido con varios cazadores y, en la cima, continúo una rampa a la izquierda para ver a dónde me lleva, pero termina bruscamente en una pista de tierra.




Me asomo a la vertiente de Ager, por la que terminaré bajando después con el coche. Analizo el mapa y no me merece la pena ir hasta Tremp.



Tres horas de viaje, por la ruta de Manresa, me llevan a Tagamanent. Allí, entre pequeñas urbanizaciones, comienza la subida del mismo nombre al Parque Etnológico de Tagamanent.



La subida no tiene ningún aliciente paisajístico. De hecho, se trata de una pista asfaltada por un bosque cerrado, de esas llenas de pinocha, en las que lo único reseñable son las fuertes rampas que se suceden, contínuamente bordeando la doble decena. La irregularidad es impresionante, con pequeños rampones seguidos de pequeños descansos, una y otra vez, hasta llegar a la cima.



A poco de coronar, se inicia lo que va a ser mi mayor quebradero de cabeza en toda la semana. La piña me pierde tracción a 300 metros de llegar al Parque Etnológico. De hecho, tengo que hacer esta última rampa andando. Unos pequeños ruidos me estaban avisando de que algo malo sucedía, al tiempo que sentía cómo algo me frenaba. Por si fuera poco, descarga sobre mí un aguacero de estos tormentosos que apenas duran dos minutos pero que te caen gotones como perdigones.





Por suerte, solo toca bajar hasta el coche. Falla la carraca del casete, y tengo que bajar dando pedales aunque no quiera debido al enorme ruido que hace, dando la impresión de que se atasque la cadena a cada vuelta.

Al llegar abajo, llamadita a Amaia para que me busque en Internet dónde tengo un Decathlon por la zona. Es sábado y no creo que sea fácil encontrar una tienda de bicis abierta, así que un Decathlon es la opción fácil. En Vic tengo uno. Perfecto, me pilla de camino para coger después la carretera de Figueras.

Llego al Decathlon de Vic y allí no han visto una bici de carretera en su vida, pero me remiten a una tienda de Torelló que me pilla de camino. Hasta allí me dirijo y, como es mediodía, aprovecho para prepararme la comida y echar una pequeña siesta aparcado frente al taller.

A eso de las 4 de la tarde, abren. El mecánico me echa un vistacillo y me dice que no me puede cambiar el núcleo, que tendría que dejarle la bici. Eso no es posible, así que me marcho sin reparar la bici pero sabiendo qué es lo que me pasa y qué problemas puedo tener. Me dice que puede aguantar, que será incómodo, y que procure cambiarlo cuanto antes. Sabiendo los planes que llevo, me avisa de que andaré muy justito. ¡Mra que no haber metido las otras ruedas como hago siempre!

El caso es que prosigo viaje con la bici tal cual. Al Mediterráneo llego un par de horas más tarde, con tiempo más que suficiente de dar buena cuenta del Tour de Madeloc. Hace un viento terrible.




Inicio la subida a la Torre de Madeloc por la vertiente de Banyuls. Enseguida se empiezan a tener unas vistas impresionantes de la costa. La carretera o, mejor dicho, el sendero asfaltado, serpentea entre viñedos.




Apenas cabemos un coche y yo en un momento en el que nos cruzamos. Al comenzar el descenso a Port Vendres, la otra vertiente, hay que tomar un desvío a la izquierda para llegar a la torre. El viento es insoportable y se me hace durísimo. Tanto que tengo que echar pie a tierra en el último kilómetro debido a la fuerte pendiente unida al fortísimo viento de cara. Pero es que cuando me toca lateral es aún peor. Con las ruedas de perfil no soy capaz de mantener la bici recta.












Tremendo el viento en la cima. La bajada hasta el empalme con ambas vertientes la tengo que hacer andando con la bici arrastrando. Poco después, aunque con muchísimo cuidado, termino por montar.

El problema del viento ha tapado un poco el del núcleo pero, en la bajada, me vuelve a preocupar otra vez. Verenos mañana.

Prosigo viaje hasta Prades, adonde llego aún de día. Para dormir elijo el parking de un centro comercial.

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