ALPES: Atando cabos sueltos

He echado cuentas y no quiero que me pase lo del año pasado, así que la primera etapa alpina va a iniciarse en Bourg d´Oisans por una sencilla explicación logística: en Francia no hay gasolineras nocturnas y, llenando el depósito en Irún, no me da para llegar a Suiza. Por tanto, tiraré poco a poco para el norte atando algunos cabos sueltos que me dejé el año pasado.

A Bourg d´Oisans llego a las 07:00 de la mañana. El termómetro de la farmacia marca tan solo 9ºC, nada que ver con los 42ºC que marcaba el año pasado cuando llegué aquí, así que espero pasar frío. Pero en nada me doy cuenta de que será mejor empezar todos los días hacia las 08:00 porque enseguida calienta. Aparco el coche en el parking del centro comercial de la entrada, para echar gasolina cuando baje luego y ya esté abierto el surtidor, ... y para arriba. Empiezo con el puerto más ascendido de todos: Alpe d´Huez.






Como lo más duro de este puerto son los kilómetros iniciales, en nada tenemos amplias vistas de Bourg d´Oisans.



Tampoco es que me parezca gran cosa esta subida. Las herraduras numeradas dicen que son uno de sus grandes atractivos, pero ya son muchos los puertos en donde las numeran y con bastante más gracia, por cierto.











Sin mucha historia, sin demasiado entusiasmo tampoco, llego a lo que es la meta de los pros. Ni fu ni fa. Me parece, de laaaaaargo, una de las peores subidas que he hecho en los Alpes. Sin duda, por la fama que la precede, la más decepcionante.



Como me lo habían chivado anteriormente, continúo la ascensión hasta la zona de los lagos, pero otro ciclista betetero que coincide conmigo en esa parte final y yo nos damos la vuelta donde se supone que debe estar sin ver nada por culpa de la niebla mañanera que aún no ha levantado.




De vuelta en Bourg d´Oisans, meto gasolina suficiente como para llegar a Suiza y poder llenar allí el depósito, que para eso tienen precios similares a los españoles. En el resto de Europa, el combustible es bastante más caro a no ser que encuentres un Lidl o un Intermarché, que lo ponen más barato. Una foto del Romanche es obligada.



Para llegar a La Chambre, mi próximo destino, tengo que repetir carretera del año pasado. Gracias a la buena planificación que he hecho, son pocas las veces que me va a ocurrir y, como en esta ocasión, sin importarme demasiado, ya que la Croix de Fer o Glandon (que por la vertiente de Allemont son casi la misma cosa) es uno de esos lugares que uno no se cansaría nunca de ver.






En La Chambre comienzo una de las subidas más duras de toda la semana: el Col de la Madelaine. Sin tener ninguna rampa reseñable, sin tener nada por encima del 10% que te haga tensar la cuerda, este pepino se hace durísimo. Son 20km sin apenas descanso, con kilómetros constantemente al 8% que van machacando poco a poco, sin dejar ningún momento de relax.












Una vez dejada atrás la población de Longchamp, el paisaje se vuelve más montañero y mucho más atractivo, lo que facilita la coronación.







Tras un buen rato esperando a que los ciclistas que ya están arriba se vayan haciendo fotos con el cartel, saco una foto de lo ascendido y me tiro para abajo. El día está un poco pachucho y parece que le está costando levantar, hasta el punto de que hay que descender bien abrigado.



Tiro por la carretera de Albertville, así que me queda pendiente la vertiente norte de La Madeleine para otra ocasión. El tramo de coche es algo largo y, pasando de Fumet a La Closaz por el coqueto Col des Aravis, con unas preciosas Gorges de l´Arondine, llego al inicio del Col de la Croix-Fry. La Closaz está petadísimo de turistas.



Tras varios kilómetros coincidentes con el Col des Aravis, que por esta vertiente no es ni la mitad de chulo que por la de Flumet, un desvío a la derecha nos envía para la Croix-Fry. En todo momento me parece una subida bastante pobre.










Corono exactamente al mismo tiempo que una chica que viene por la otra vertiente. Es increíble la cantidad de mujeres ciclistas que se ven por aquí.




El descenso me lleva de nuevo a La Clusaz y, tras seis kilómetros de suave llaneo y ligero descenso, me planto en Le Grand Bornand, donde inicio la última subida del día: el Col de la Colombière.





Se trata de una subida suave en todo momento, nada exigente, perfecta para culminar la jornada con buen sabor de boca.





Hay varias curvas de herradura decoradas con figuras ciclistas con los colores del Tour de Francia.



Y, a medida que ascendemos, el puerto se hace más y más noble, cambiando el paisaje urbano inicial por el inconfundible perfil alpino, con preciosas praderas jalonadas de picos rocosos. Un puerto precioso sin grandes números, perfecto para el disfrute relajado.








Llego a la cima en total soledad por primera vez en la jornada. Tan solo un padre y su hijo pequeño han salido a la puerta de una autocaravana para aplaudirme a falta de kilómetro y medio.





En el descenso me cruzo con el único ciclista que coincido en este puerto. Sube a un ritmo endiablado, muy diferente al plan tranquilo que llevo yo para toda la semana.



Ha sido una primera jornada muy tranquila pero, como siempre, necesito dormir bien. El viaje pasa factura y sé que, a partir de ahora, me iré encontrando cada vez mejor.

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1 Comentarios

  1. Te acabo de descubrir, querido Joseba, y vuelvo a entusiasmarme con tus crónicas. Cuando me escribiste anunciándome la apertura de tu blog, no supe entrar en él. Recuerdo que tuve problemas y no era capaz de entrar, abandonando la idea. Ahora es más fácil. Conmigo no tendrás que subir Arimegorta de espaldas, jaja.
    He leído esta crónica de Alpe d´Huez. A mí me gustó mucho la subida. Claro, que era la primera que hacía en los Alpes franceses, sin contar el Mont Ventoux. Una pena que no pudieras ver los lagos por la niebla. Al día siguiente hice Croix de Fer-Telegraphe-Galibier, etapa orgásmica donde las haya.
    Comenzaré a devorar tus andanzas.
    Un saludo.
    Gorgonio.

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