ALPES: Desde el Ródano valesano

Ha estado lloviendo por la noche y estaba algo preocupado pero, al amanecer, abro la puerta del coche, miro al cielo, y confirmo las buenas noticias: las nubes están dejando paso a un cielo azulado que me insufla optimismo para todo lo que me queda. ¡Seguimos subiendo puertos! ¡Seguimos descubriendo mapa!

De Monthey parto rumbo al Pas de Morgins con el suelo húmedo, pero pronto se irá secando. El tráfico es intenso en la primera mitad del puerto.









Tras dejar atrás unas obras, el día se torna más soleado y el fresco mañanero va dando paso a una jornada mucho más templada. La pendiente del puerto ronda siempre el 6%, lo que hace que los 15km sean un paseo ideal para ir entrando en faena.







El paso fronterizo entre Francia y Suiza está desierto. Lo de este país es una auténtica pantomima. No están en la UE, no están en el euro, ... pero tienen libertad de tránsito como uno de Barakaldo.




Una vez hechos los deberes de ayer, comienzo el plan que tenía para hoy con el desplazamiento a Martigny. Ya conozco esta carretera del año pasado, la que recorre Valais por una larga recta, y es una vía con muchísimo tráfico. Tenía pensado hacer la jornada íntegramente en bici pero decido situarme en Leytron, inicio de Ovronnaz, y así ahorrarme esos 13km de ida y vuelta que son pestosísimos.





Con el objetivo siempre a la vista, asciendo a la población suiza entre viñedos, con porcentajes constantes por encima del 10% y, en algunas ocasiones, cercanos al 20%. La subida es realmente exigente.







Se pasan un par de aldeas y en apenas nueve o diez kilómetros se llega a Ovronnaz. Cruzando toda la población se accede a la estación invernal, supuestamente fin de la ascensión.









Pero en un aparcamiento observo una pista asfaltada que continúa picando fuerte para arriba y que se dirige al circo montañoso nevado. Me parece atractivo poder llegar a la base de la montaña y me meto por ella. Son apenas dos kilómetros, duros al principio pero que van suavizando paulatinamente, que llevan a una especie de refugio de montaña que parece la base de un montón de rutas senderistas.





Las vistas del valle son magníficas desde ahí, alcanzando hasta la zona en la que comienzan los colosos del Furka, Nufenen, ...



¡Hay que ver las instalaciones deportivas que tienen en Ovronnaz! Seguro que en este campo han jugado en más de una ocasión con balón rojo.



De nuevo en Martigny, aparco en el aparcamiento de una fábrica que hay en la rotonda en la que se inician mis dos próximos objetivos: el Col des Planches y el Col de la Forclaz.



Para ir al Col des Planches cruzo la vía del tren y, en un instante, tengo Martigny a mis pies.





Hay un tramo en obras y acojona pensar que el puerto flota en la ladera. Son numerosos los pasos volantes que te encuentras en estas subidas.






Una vez remontada la ladera, la pendiente suaviza hasta el punto de convertirse en un suave llaneo por la mejor parte del puerto, con unas vistas estupendas del vecino Gran San Bernardo que, aunque no se ve, se intuye.


















Muy bonita toda esta zona y muy agradable para andar por ella en bicicleta. Apenas pasa un coche y la tranquilidad es total. Los últimos kilómetros se cierran un poco más entre bosque.




Y se corona en un collado cerrado, en una curva que da paso al camino descendente. Allí, un viejillo que viene haciendo senderismo me pregunta por una fuente. No es lo normal, lo habitual suele ser al revés, que el ciclista sea el que busca agua desesperadamente. Le ofrezco el bidón pero me lo rehusa educadamente y charlamos hasta que llega su señora sofocada.



De nuevo en la rotonda, repongo el bidón en el coche y como algo antes de dar buena cuenta del último objetivo del día: el Col de la Forclaz.



La subida no tiene mayor atractivo que el de disponer de las mejores vistas posibles de Martigny y de todo Valais. El trazado es insulso, formado por dos grandes rectas en su primera mitad y por poco más en la segunda.
















Tras 14km al mismo paso, sin nada reseñable que distraiga el pedaleo, se corona La Forclaz con el olor a Mont Blanc que se aprecia al frente. Para allí que voy a ir ahora. Me espera Chamonix.




Cruzo otro paso fronterizo, que cada vez me queda menos para haberlos pasado todos y, siguiendo el curso del L´Arve, llego a Chamonix.





En Chamonix, a los pies del Mont Blanc, echaré toda la tarde de paseante relajado. Es una pena que el coloso se encuentre cubierto pero, en algún movimiento de nubes, el pico asoma mostrando su magnitud. ¡Es grandioso! Estando Chamonix a apenas 1.000 metros, los 4.800 del gigante resultan impactantes.
















Tras disfrutar del ambiente que se respira en Chamonix, petadísimo de gente por todas partes, me desplazo en busca de Bisanne, mi primer objetivo de mañana. La lengua glaciar me acompaña en el primer tramo y algún que otro Ferrari lo hace después.




Ya anocheciendo, con unos colores preciosos en el cielo, asciendo la Signal de Bisanne por la vertiente del Col des Saisies. En un principio, pienso en dormir en la cima pero, por no empezar bajando con la fresca de la mañana, acabo durmiendo casi en la base, en Villard Sur Doron.






Hoy ha sido un día magnífico en el que he podido compaginar cicloturismo y turismo propiamente dicho. Lástima que la lluvia de ayer haya hecho que el Pas de Morgins me haya quitado un poco de tiempo por la mañana, porque el diseño de esta etapa estaba muy pensado para disfrutar de la tarde en Chamonix. A ver si mañana puedo ver el Mont Blanc despejado.

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