Marcha de los Puentes

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09:00 de la mañana. Una pequeña charla con Roca y, al levantarme de la taza, me pega un ostión en los lumbares. La marcha de esta tarde peligra. Me trago dos ibuprofenos de golpe, me aplico medio bote de Radiosalil, un cuarto de hora de lámpara de infrarrojos y... ¡al sofá petrificado!

Me cuesta moverme pero poco a poco va pasando lo peor. Es la hora de la comida. Me siento a la mesa de mala manera. Si sigo quieto me voy a quedar clavado y, solo cuando camino un poco por casa, se me va calmando la espalda. Más lámpara, más pomada. Me jodería mucho perderme la marcha.

Va pasando la tarde y yo aplicándome calor. Pequeños paseos por casa y me decido a preparar la mochila. Meto dos litros de isotónico en el camelbag, unos cuantos pares de calcetines, esparadrapo para prevenir las ampollas, las botas de caña baja, un chubasquero, un bocata para la parada de la cena y poco más. Pilas, muchas pilas, para la cámara y para el GPS. He metido la ruta completa por si la marcha es muy competi y me quedo solo como de costumbre. Para la noche paso de llevar el frontal y me decanto por el faro de la bici que es como llevar un coche con las largas puestas.

Me cuelgo la mochila a la espalda sin saber si podré con ella, pero el peso me endereza y la molestia lumbar es mucho menor. ¡Voy a hacer la marcha! o, por lo menos, voy a tomar la salida. Lo mismo en el Paga me tengo que dar media vuelta.

Un cuarto de hora antes de las 20:00 me acerco al puente de San Antón que es de donde partiremos. Encontré esta marcha en internet y que la salida fuera de la puerta de casa fue lo que me animó a inscribirme. Solo somos once participantes y, con media hora de retraso, salimos a las 20:30 rumbo a Frías.



Subimos por Miribilla y nos metemos al camino del Pagasarri por San Adrián y Larraskitu. Al llegar a Bentabarri, vemos que la niebla cubre todo el cordal del Ganekogorta.



Sin mucha visibilidad, llegamos al Pagasarri y seguimos camino del Ganeko para, antes de afrontar la cuesta de Anselmo, tomar el desvío que nos llevará por la ladera sur hasta la Fuente del Espino.




En el sendero de la Fuente del Espino enciendo la luz porque ya no se ve ni gaitas y nos ponemos todos en fila de a uno hasta llegar al chorro de agua. Aquí se ponen los frontales todos los participantes e iniciamos el descenso hasta Ugalde. Llevamos unos cuantos kilómetros recorridos y paramos por primera vez en Oquendo, donde aprovecho para meterme el bokata de la cena. La lumbalgia me preocupa un poco. Al ponerme en pie, tras haber estado sentado un buen rato en un bordillo, noto que voy a tener que estar muy atento a las posturas que ponga en cada parada.



Se nos unen un par de compañeros de ruta y el siguiente tramo nos lleva por carretera durante un buen número de kilómetros hasta poco antes de acceder a Menoyo por una senda escondida. Los que vamos con pantalón corto las pasamos putas con las ortigas. Llevamos más de treinta kilómetros y hay una parada programada para dormir un rato en el pórtico de la iglesia de Menoyo.



Una hora más tarde, a eso de las 04:00, partimos hacia la sierra Salvada en lo que será la ascensión más importante de la jornada. Se nos une una chica que hará la marcha desde aquí, con lo que ya somos doce chicos y dos chicas. Me cuesta poner la espalda en su sitio a cuenta del enfriamiento de la parada. Hubiera preferido no parar ya que tampoco me apetecía dormir nada. La pista de subida al portillo de Aro está en perfecto estado y facilita muchísimo el acceso a la sierra bordeando la peña del mismo nombre.

Subimos a buen ritmo y nos amanece justo en el alto. Me detengo bajo la peña para tomar un par de fotos de la luna que asoma tras ella por primera vez en toda la noche pero no tengo suerte y no se aprecia un carajo de lo oscuro que está todo. En el portillo hay reagrupamiento, aunque todo el grupo ha subido bastante compacto.



Cruzamos un bosque para alcanzar la cota máxima de la jornada: 1.120 metros según el GPS. En el descenso hacia San Martín de Losa se nos pierden dos participantes que se han tirado en línea recta por un par de vaguadas que tenemos que salvar. Hay bastante niebla mañanera y no les vemos pero una llamada de teléfono permite localizarlos poco más abajo.





La luna llena en lo alto aparece nítida sobre la niebla. Ha sido una pena no haber podido disfrutar de la luz natural en toda la noche.



Tiramos hacia el valle de Losa pasando por el pueblo abandonado de Villota. Para llegar a él tenemos que guiarnos por la ruta que llevo marcada en el GPS porque la niebla hace que nos desviemos unos trescientos metros del camino a seguir.




En San Martín de Losa tenemos parada para desayunar. Vamos como locos para tomar algo caliente pero, al llegar a la plaza del pueblo, nos da el bajón de que no ha llegado el tipo que lleva el papeo en el coche. Pero apenas tarda en llegar y el festín es increíble. Termos de café, magdalenas, el campingas para calentar leche y ponerse un buen colacao, zumos, naranjas, plátanos, tortillas de patata, galletas, barras de pan recién hecho, ... Un desayuno de campeonato el que nos han preparado.

Un buen cambio de calcetines, unos trozos de esparadrapo en las zonas sensibles de los pies y para allá que nos vamos en busca del monte Escabroso.





El paso de este monte es una auténtica preciosidad y las vistas del valle de Losa desde aquí son espectaculares aunque la niebla no nos deje disfrutar de toda su amplitud.



Unos pocos metros más y ya asomará el valle de Valdegovía, el cual cruzaremos a través de un puente sobre el río Omecillo en la localidad alavesa de Bóveda.





Dejamos Bóveda por una pista que se dirige hacia el alto de Arrayuelas, última dificultad montañosa de la jornada.



La subida tiene unos porcentajes fuertes. El día despeja completamente y el calor empieza a poder ser un problema para las próximas horas de ruta.



En el alto de Arrayuelas toca un nuevo reagrupamiento de la gente y nos hacemos una buena foto de grupo con todos los participantes de la marcha.




Las vistas que vamos dejando atrás son espectaculares...



... pero es que las que tenemos delante son el ¡no va más! El parque natural de Valderejo nos está esperando.



En Lalastra hacemos una pequeña parada técnica para tomar algo en el bar de la plaza. Como ya hace mucho calor, se me empiezan a churriar los pies, así que aprovecho para meterlos en el abrevadero de la fuente. En eso que el jefe de la marcha toca corneta y salen todos pitando mientras tengo las zarpas a remojo en el agua fresquita. Aunque ya he estado por aquí en otras ocasiones y ya me lo conozco bien, un compañero me espera en el cruce del sendero balizado de Ribera para que no me pierda. Juntos nos ponemos a trote hasta pillar al grupo poco antes de llegar al desfiladero del río Purón.




Ya a orillas del río, seguimos la marcha metidos en lo más espectacular del parque natural de Valderejo.





No sabía que a este tramo de sendero a orillas del río se le denominara la pequeña ruta del Cares. Se trata de un tramo chulísimo pero poco tiene que ver con la grandeza y espectacularidad de la ruta astur-leonesa.




Salimos del desfiladero rumbo a la localidad de Herrán. La distancia recorrida y el calor hacen mella y los pies empiezan a sufrir.




Apenas quedan diez kilómetros para terminar la marcha. Nos detenemos en la fuente de Herrán y me cuesta bastante ponerme en pie por volver a parar y dejar enfriar la espalda. Si por mi fuera, apenas habría parado en los 85km de la ruta.



Un pequeño tramo de asfalto y tomamos una pista de tierra y piedras que nos lleva hacia Quintana Martín Galíndez. El ritmo inicial es fuerte porque ya hay ganas de llegar a Frías y termino con los pies destrozados de andar con las piedrillas y pasando un mal rato de cojones.



Para colmo, comienza a tronar. Se está formando una tormenta bien maja sobre Frías y no se desplaza de allí hasta que llegamos al cruce de Frías y volvemos a caminar por el asfalto.




Los tres o cuatro kilómetros hasta el puente de Frías se nos hacen interminables. Hay un compañero que lo está pasando realmente mal con alguna herida de consideración en los pies pero decide seguir hasta el final a pesar de que un coche se presta a ayudarle cuando el grupo comandado por las dos chicas, que son unas máquinas, se nos van unos cientos de metros.





Los cinco que nos hemos descolgado en esta última parte nos hacemos una foto de recuerdo en la orilla sur del río Ebro y, para ahorrarnos el kilómetro final y que no tengan que esperarnos para empezar a comer, nos montamos en el coche que nos lleva al txoko de la asociación Amigos de Frías que organiza la marcha.




Llegamos a eso de las 15:30 y ponemos los pies a remojo en el río mientras nos preparan la mesa. Una paella de pollo es el plato principal, junto con alguna morcilla y el postre y café son suficiente avituallamiento para recuperar las fuerzas perdidas.

A las 18:00 llega el microbus que la organización ha dispuesto para devolvernos a Bilbao. En 15€ entra el desayuno, la comida, el bus de vuelta a Bilbao y un libro de fichas de senderismo por los montes Obarenes que ha escrito el organizador de la marcha y que nos entrega a todos los participantes a los postres de la comida. ¡Qué más se puede pedir!

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1 Comentarios

  1. Un reportaje estupendo con una narración fluida y unas fotos bien escogidas y de calidad sobre todo en la elección del paisaje y su composición.
    Saludos, Iñaki

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