Psicología en el Cares

¡Vaya tormentón que ha caído esta noche! Los chuzos sobre el coche han hecho que conciliar el sueño haya costado algo más de la cuenta pero, al final, lo hemos conseguido. No tenemos prisa para empezar con la ruta de hoy ya que, a pesar de totalizar 25km, para hacer el camino de ida hasta Caín no necesitamos más de tres horas y queremos comer allí en alguno de los restaurantes que tienen.




Ander tiene muchísimas ganas de hacer la Senda del Cares y está algo ansioso, aunque el cansancio de los dos días anteriores consigue que no tenga mucha gana de ponerse en marcha.



A las 09:00 nos ponemos en marcha. Hay niebla entre los riscos pero se ve que va a quedar una mañana estupenda para caminar.





El inicio es un pequeño tramo de carretera de un kilómetro porque hemos dejado el coche en el aparcamiento de la zona del funicular. Nos queda junto al río y nos permite tener salida directa hacia el cuarto de baño.





Llegamos a la caseta del punto de información del parque, donde se separan las rutas de Caín y de Bulnes, y comenzamos a ascender por un camino como embaldosado que gana altitud rápidamente para acceder a Los Collaos.





Apenas es media hora de subida en la que Ander toma conciencia de lo espectacular que va a ser el recorrido.





El sendero gana altura dejando el río a la izquierda, cada vez más y más abajo, en una caída brutal.















Casi sin darnos cuenta, accedemos a Los Collaos, la única dificultad que tiene toda la senda. A partir de aquí, tras una ligera bajada, el camino se mantiene prácticamente llano con ligeros ascensos y descensos de pendiente inapreciable.







Como el resto va a ser como un paseo por la Gran Vía hasta llegar a Caín, nos quitamos las botas y nos ponemos las zapatillas, mucho más cómodas. En ese momento nos adelantan varios cicloturistas en btt. Parece ser que los tipos que estaban a la entrada de la senda no les han dicho nada, porque me sonaba que estaba prohibido circular por aquí en bici.




Mientras tanto, seguimos el camino disfrutando del maravilloso entorno. A medida que nos vamos acercando a Caín y los cielos se van despejando, van asomando las amplias zonas verdes rodeadas de riscos que hacen que parezca que estemos en pleno Jurasic Park.



El canal que lleva el agua hasta Camarmeña es uno de los mayores atractivos. La historia de su construcción es digna de una película.




La segunda parte de la ruta es la más atractiva para Ander. Empezamos a transitar por una zona arañada a la montaña en muchas ocasiones y, cuando no se puede arañar, directamente se atraviesa por túneles hechos a mano.






El último ciclista del grupo nos adelanta es este momento caminando y soltando exabruptos hacia los organizadores de la marcha. Es una ruta para caminar y no para pedalear, sobre todo al principio, aunque ahora también da un poco de yuyu pensar en que un pequeño desequilibrio te puede llevar a cientos de metros de caída libre.






Poco más adelante, entramos en León. Un pequeño cartel nos avisa de que ya queda menos para llegar a Caín.







Cruzamos un par de puentes a falta de un kilómetro para llegar. Lo vamos a hacer antes de que los restaurantes tengan la comida preparada.









Ya estamos casi a la misma altitud que el río Cares, el verdadero protagonista de esta bellísima ruta. Para acceder a Caín, solo nos queda lo más espectacular.



Que no es otra cosa que un túnel bajo la roca con ventanales hacia el río. Una maravilla de la ingeniería artesanal de la época.






En Caín hace un día estupendo, mucho más claro de lo que lo hemos dejado en Poncebos.









A Ander ya le ha entrado el hambre y nos vamos directamente a ver los menús de los diferentes restaurantes.





Y en uno de ellos, nos ponemos las botas. Siguen teniendo todos los menús a 10€, al mismo precio que hace unos años.



Terminamos de comer y se está tan bien que da pereza ponerse en marcha. Es lo malo que tiene el cambio de planes que hemos tenido que hacer, que esta ruta está bien cuando solamente es de ida y no cuando tienes que reandarla de nuevo en la misma jornada.



Dejamos a la multitud de turistas anglosajones con los pies a remojo y volvemos algo cansados.



Es entonces cuando empieza el trabajo psicológico y le cuento a Ander lo importante que es la cabeza en los deportes de resistencia. Nos vamos marcando pequeños objetivos y practicamos técnicas de desconexión mental. En la subida de regreso a Los Collaos, Ander las pone en práctica y sube a un ritmo increíble al son que le dicta la música que suena en su cabeza. 



Antes de terminar, nos tenemos que detener un instante para juguetear con una cabra equilibrista trapecista que se juega la vida a diario por estos caminos. Mañana ... ¡más!

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