Extreme Man de Getxo

En vez de hacer deporte, hoy toca ver cómo lo hacen otros. Nos está tentando el tema de los triatlones y el Extreme Man de Getxo, con distancias de medio IronMan, es una buena oportunidad de comprobar qué ambiente se gasta en estas pruebas, cómo están organizadas, qué tiempos mínimos podemos manejar y si merece la pena pagar una inscripción tan cuantiosa por hacer algo que se podría hacer en independiente. Bueno, menos la natación, este parece el quid de la cuestión de los triatlones.



Llegamos al puerto deportivo poco antes de la salida. Hay que madrugar porque es a las 08:30 de la mañana, y más cuando vamos a aprovechar para pasar el día con los críos y hay que hacer una buena tortilla. Están a punto de dar la salida de la posta de natación que es la que más nos interesa ver cómo va.


Primero salen los chicos, tres minutos después las chicas y, por último, los participantes de relevos. Hay gente que parece que se lo toma con mucha calma y eso es algo que anima a participar por mucho que el que sale disparado sea el campeón del mundo de la especialidad. Hay pruebas en las que el nivel es tan alto que uno ni se propone tomar parte.


La distancia de la posta de natación nadando en mar abierto es la razón más importante por la que puede interesar participar en un evento como éste al precio que tiene aunque, a medida que vamos viendo cómo funciona, se ve que también está muy bien organizado.


No me veo haciendo entrenamientos por libre en mar abierto. Se necesita compañía y seguridad para esta parte de un triatlón con estas distancias en el agua. Hay varias piraguas vigilando a los participantes y, sobre todo, acompañando a los que van en los últimos lugares.


Cuando ya van por la segunda boya, nos damos cuenta de que la salida del agua se hace por la parte de la playa del puerto viejo y nos tenemos que meter un buen tute para llegar antes de que salga el primero. Esta gente nada un huevo.


Es en esta primera transición cuando me acerco a preguntar si hay tiempo mínimo para hacer la posta de natación y me dicen que no hay límites, lo cual es algo que posibilita participar en un futuro. Al mismo tiempo, le dicen al francés favorito que está descalificado y que si sigue es por su cuenta. De los 340 participantes hay muchísimos de Francia.


Metido en el meollo de la transición, aprovecho para ver cómo están dispuestas las bicis. Los triatletas tienen bastante privacidad para poder cambiarse con tranquilidad puesto que la meta está en la otra punta y es la que atrae a más público.


En un momento, hay un constante goteo de participantes. Me parece que ésta es la transición más interesante de las dos. Se van quitando el neopreno a la carrera aunque vemos a una chica que se lo quita nada más salir del agua.


Hay unas duchas para que pasen por debajo y se puedan ir limpiando la arena de la playa y el salitre del mar. Alguno se lo toma con más calma y se pega una buena ducha.


Aunque la mayoría pasan a la carrera. Se ve que la natación es algo que da mucho respeto porque los hay que salen del agua con una sonrisa de oreja a oreja y con gestos de satisfacción.


Estoy muy interesado en saber el tiempo que tarda el último en hacer 1.800 metros y lo hace en unos 50min, más o menos. Eso son unos 27min a los 1.000 metros, que es lo que vengo haciendo yo en piscina. Mucho tendré que entrenar aún para andar en esos registros en el mar.


Con la posta de ciclismo en marcha, tenemos un par de horas hasta que aparezcan los primeros y nos vamos hacia el coche para ir picando algo. El día ha amanecido encapotado y nos cogemos el paraguas por si acaso nos llueve.


Se acerca la hora de la llegada de las bicis y, para no perdernos nada, dejamos el aperitivo y pasamos directamente a comer todo lo que llevamos. Al más puro estilo de contrarreloj, empiezan a llegar los primeros. Dan dos vueltas a un circuito de unos cuarenta kilómetros en el que tienen Unbe como dificultad montañosa.


Para los espectadores, la parte de ciclismo no es nada atractiva porque no se puede ver nada más que el cambio en las transiciones, pero la de carrera es una gozada. Hay un circuito de siete kilómetros al que dan tres vueltas y están pasando corredores durante un montón de tiempo.


Nos situamos justo en el lugar por el que bajan de Algorta los ciclistas, para así poder ver durante un momento las dos disciplinas juntas. Aunque solo sea por unos metros, es una gozada ver cómo se preparan para el cambio.


En cuanto llega el último ciclista, con más de cuatro horas y cincuenta minutos, nos desplazamos para la zona de meta. Así podemos aplaudirles según van terminando.


La posta de carrera transcurre completamente por el bidegorri de Las Arenas. Van algo más allá del Puente Colgante y dan la vuelta.


Para estas horas, el día queda completamente despejado y, camino de meta, nos metemos a pillar unos helados por los locales del puerto deportivo.


Nunca pensé que los ritmos de carrera iban a ser como los de la mayor parte de participantes. Salvo los primeros, se ve gente muy cansada, con un ritmo de carrera muy sosegado. Tienen que hacer un medio maratón y se lo toman con calma.


Viendo esta posta, creo que una prueba así se debe hacer más dura de lo que pensaba y, aunque no le tenga demasiado respeto ni a la bicicleta ni a la carrera, todo junto puede ser una bomba. Del agua se tiene que salir muy tocado. 


Con lo bien que estaba yo subiendo puertos como el Serantes que tenemos enfrente y el embolado en el que estoy a punto de meterme. Bueno, ya estoy metido, que ya llevo un mes entrenando la natación.


Pasan las cinco horas y llegan con cuentagotas. Pasan las seis horas y siguen llegando de uno en uno. Se ven rostros de satisfacción e incluso alguno al que se le saltan las lágrimas al entrar en meta.


Seguimos aplaudiendo a todos los que llegan. Me gusta que no parece importarle el tiempo a nadie. La mayoría entran con los hijos de la mano y el tiempo no es importante. Emociona el simple hecho de terminar.


Ya llevamos muchas horas animando a los corredores y empezamos a estar un poco cansados de dar paseos para arriba y para abajo. En un momento de impás en el que tarda en llegar el siguiente, nos cambiamos de lado para aprovechar el solete sobre la hierba de la campa.


Pero es imposible. Para cuatro que quedan, merece la pena volver a la valla y así lo hacemos. Mientras, los críos aprovechan para coger colorcito tumbados al sol.


El speaker anuncia que solo queda un corredor pero no termina de llegar. Pasan las siete horas y, pensando que se han equivocado, vamos volviendo hacia el coche cuando nos lo topamos en la curva del puerto.


Oímos cómo entra en meta y lo vemos a lo lejos. Hemos estado desde las 08:30 de la mañana disfrutando de este evento hasta que ha entrado el último y, aunque los niños están un poco cansados, nosotros nos lo hemos pasado genial. Ya veremos si el año que viene estamos del otro lado de la barrera.

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