Mañana dominguera muy lluviosa, como está sucediendo últimamente casi todos los fines de semana. He quedado con Ander para que corra un poco y nos vamos los dos antes de comer.
Nada más salir de casa, nos cae un chaparrón de los guapos. Apenas hemos hecho 500m cuando ya estamos empapados. Con este panorama seguimos corriendo, aunque hay uno que no lleva muy buena cara.
Para que no se me congele el crío, como mi chubasquero es bastante mejor que lo que él lleva puesto y como el ritmo no iba a ser muy alto y me he puesto una sudadera, se lo paso todo y me quedo en manga corta con una simple camiseta. No está la cosa para correr mucho y, cuando pasamos cerca de casa con cinco kilómetros recorridos, él da por concluida su salida y yo decido seguir un rato más.
Es entonces cuando me meto una buena tralla de siete kilómetros y medio a todo trapo, con la ascensión a San Adrián por el medio para meter dificultad. Bajo por Rekalde, rodeando el polideportivo de El Fango y volviendo a casa por Autonomía justo a tiempo de sentarme a la mesa.
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