Mañana de montaña y tarde de ría. Mientras tenga tiempo, he decidido que voy a aprovecharlo al máximo. He comprobado que la práctica de varios deportes de resistencia me están haciendo un bien enorme y que mi estado de forma alcanza unos niveles que nunca antes había tenido.
Salgo después de comer, a eso de las cuatro de la tarde. La pleamar ha sido a las dos y pico y eso hace que la primera parte de la salida la haga con corriente favorable. En cambio, el día se ha estropeado una barbaridad y me pega un viento de cara fortísimo que está a punto de hacerme volcar en un par de ocasiones.
Llego hasta el puente de Deusto y me doy media vuelta. El GPS me marca tres kilómetros y creo que son más que suficientes porque los tres de vuelta se me van a hacer duros. Ahora llevo el aire a favor pero la corriente en contra. Lo uno por lo otro pero con un handicap mayor: voy doblado. El aire de la ida me ha desgastado demasiado. Además, empiezo a tener molestias en los lumbares. Ayer estuve mirando un asiendo más confortable y creo que será la primera mejora que deba hacerle al kayak.
Con seis kilómetros justos, llego al puente de San Antón, mi punto de partida. Miro el tiempo que he hecho en el GPS y ha sido una hora y cuarto, bastante más que el otro día para la misma distancia. He comprobado que el viento, al igual que para la bicicleta, no es buena cosa para esto del kayak. De todos los agentes meteorológicos es, sin duda, el más asqueroso. Y hasta he temido por la cámara de fotos. El GPS es sumergible, pero la cámara no. Y me he visto en el agua un par de veces.
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