XVII. Elorrioko Bira

Hoy tengo uno de esos planes que apetecen un montón y por los que merece la pena pegarse un buen madrugón en domingo: la XVII. Elorrioko Bira, una marcha de montaña de 32km en Durangaldea que tiene como mayor aliciente la subida al Udalaitz o Udalatx (1.117m), una de las montañas más emblemáticas de Bizkaia y que marca el límite con Gipuzkoa en la sierra de Udala.

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He tenido un verano bastante movidito, entretenido haciendo otros deportes, y la montaña ha estado un tanto abandonada así que, dada la dureza de esta marcha con un desnivel cercano a los 2.000 metros, no sé muy bien cómo me voy a encontrar. Hace demasiado tiempo que no pateo y, aunque subir no me importa, las bajadas sé que me van a dejar para el arrastre. Con este pensamiento llego a Elorrio (182m) a las 07:15 y, como hice la inscripción por Internet, no tengo que esperar colas y recojo mi txartela de control en un momento, justo antes de que se de inicio a la salida.


A las 07:30, con un toque de karraka, dan la salida con mucha puntualidad. Aún está oscuro pero a punto de amanecer y, camino de Memaia (679m), tenemos la fortuna de asistir a uno de esos espectáculos de la naturaleza con un cielo alucinante ante el cual Légolas, el elfo del Señor de los Anillos solo podría decir: "El sol se alza rojo. Se ha vertido sangre esta noche".


Embobados con este amanecer, con muchos comentarios entre la gente alabando su belleza, subimos a Memaia por una pista muy cómoda y con la pendiente justa como para ir entrando en calor para el plato fuerte de la jornada.


En el geodésico de Memaia está situado el primer control de la jornada y llego para las 08:28. En la txartela nos van poniendo la hora de paso por los diferentes lugares clave de la marcha.


La bajada es cómoda y hay tramos en los que el trote es inevitable aunque no tengo idea de correr hasta pasado el coco del día.


Anboto también está presente en casi toda la jornada, con su imponente estampa rocosa mirando hacia el Oeste.


Seguimos por una pista muy cómoda en este tramo, con una ligera pendiente, y ya nos vamos espaciando los muchos participantes que hemos acudido hoy a esta marcha.


Hemos superado la primera media docena de kilómetros y llega el punto más esperado en esta marcha: el comienzo de la ascensión al Udalaitz por esta vertiente norte, una vertiente que es espectacular. Justo antes de empezar la subida fuerte, en un avituallamiento líquido, nos dan un botellín de agua con el que puedo rellenar un poco el bidón que llevo a la cintura.


Dejamos la pista para tomar una pequeña senda que desaparece en la ladera de Atxaurrutxugane (979m.) y que dispara la pendiente hasta convertirse en un muro en el que se oyen respiraciones con fuerza.


Las vistas empiezan a ser preciosas de todo el Duranguesado y de los montes y valles de Gipuzkoa. El Anboto toma especial relevancia y se convierte en un foco de atracción para la cámara de fotos.


Tengo unos cuantos compañeros de marcha por delante y, al echar un vistazo para abajo, veo una cadena de gente que negocia la pared como si de una hilera de hormigas se tratara. Las cintas que ha puesto la organización para marcar el camino nos sirven de guía.



La parte final de esta primera cota previa a Udalaitz es una mole rocosa en la que la habilidad y la técnica de cada uno marca mucho la forma de subir. Yo soy muy torpe o muy prudente y enseguida echo las manos porque le tengo mucho respeto a este tipo de terrenos en los que un mal paso puede hacerte tropezar y ocasionarte una avería en las rodillas o, lo que es peor, en toda la crisma.


Las vistas van mejorando a cada paso y, si ya eran espectaculares, pasan a ser inmensas. Solo hay un pequeño problema: el fuerte viento. Las rachas son cada vez más fuertes y afean un poco el momento.


Me sellan este control de Atxaurrutxugane a las 09:36. Llevamos más de dos horas de marcha para hacer algo más de nueve kilómetros y comienza la parte más impresionante de todo el recorrido con el enlazado del cordal caminando por toda la cresta.


Desdendemos Atxaurrutxugane con cuidado de no rompernos la cabeza y siguiendo las marcas para no pensar demasiado por dónde tener que pisar.


El viento azuza que da gusto mientras subimos la segunda cota de esta cresta: Erdikoatxa (1.026m).


La dificultad de la cresta va aumentando y pasamos por un paso más estrecho con un par de buenas caídas hacia los lados que, con el viento haciéndome perder el equilibrio en más de una ocasión, no me hacen mucha gracia.


Pero eso no quita para poder disfrutar de esta maravilla de montaña y, en la medida de lo que el piso permite, levantar bien los ojos para mirar con ganas al horizonte.


Llego a la cima de Udalaitz a las 09:46 con más de dos horas de ascensión desde Elorrio y con la sensación de que esta marcha ya me ha merecido la pena. Me llama mucho la atención el hecho de que debo ser el único que para de vez en cuando para sacar alguna foto porque no veo a nadie más con la cámara en la mano. En la cima, por culpa del fortísimo aire, no se está demasiado bien, pero un rato de parada para observar el paisaje no se puede perdonar.



La bajada acojona un poco porque en estas pedazo pendientes tan verticales ya sabes lo que toca: joderse los pies.


El viento tampoco ayuda y se incrementa la sensación de riesgo, lo que hace que eche manos en más de una ocasión y que, en varios destrepes, hasta ponga el culo. Mientras, me flipa ver a algunos bajar, que parecen cabras dando saltos.


Destacan en esta bajada las ruinas del santuario o basílica de La Asunción, un templo de ermitaños a los que les dio por lanzar sus rezos desde este precioso mirador.


Camino de La Cruz (1.073m), llegamos a un collado en el que giraremos a la izquierda para bajar hasta el puerto de Kanpazar por un sendero en la ladera con pendiente muy fuerte y en el que no queda otra que clavar cuádriceps para no salir rodando.


La primera parte de este sendero es bastante noble y permite retomar el aire del esfuerzo de la subida pero luego ...


... luego es una caída libre en toda regla para poner a prueba la resistencia de todas las articulaciones, los músculos más recónditos, los huesos, las uñas, ...


... hasta llegar a la parte baja en donde, metidos por el bosque, no solo no da tregua, sino que algunas raíces y ramas caídas me hacen tropezar en más de una ocasión y unas piedras húmedas camufladas entre la tierra y algunas hojas que las cubren están a punto de llevar mi culo al suelo en más de una patinada.


Antes de llegar al puerto de Kanpazar (455m), una vez concluido el descenso, aprovecho que me puedo sentar en un rellano de cemento para descalzarme el pie izquierdo y forrarme de esparadrapo una rozadura que me he hecho en un dedo y que tengo en carne viva. Se me ha levantado el pellejo y escuece bastante pero no es muy grande y no creo que vaya a mayores.


El apaño sale perfecto y no me molesta nada. Estas bajadas siempre ocasionan molestias en los pies y ya estoy acostumbrado a que se me caigan las uñas, me salgan ampollas, roces y demás historias propias de este deporte.


El avituallamiento solido está ahí mismo, en el área recreativa de Kanpazar, y aprovecho para descansar bien los pies y sofocar el recalentamiento. Hay un buen surtido de víveres y me como un choricillo muy sabroso con un trozo de pan, un vaso de kas de naranja, dos galletas de chocolate que se quedan pegadas, unas avellanas, un yogur líquido de plátano, una onza de chocolate y relleno el bidón con un botellín de agua. También hay pasas, cocacola, pastas, naranjas, embutidos variados, diferentes frutos secos, ... La marcha es gratuita y he visto organizaciones de pago con mucho menos surtido que este.


Unos minutos después, toca proseguir con la caminata pero, una vez que el trazado se suaviza bastante, decido hacer corriendo todo lo que pueda aunque sea a un ritmo trotón.


Por las alturas de Udalaitz no se notaba tanto pero hace un bochorno tremendo por la zona más baja y corriendo se nota mucho y mantengo una humedad en la frente que se hace un tanto agobiante.


La subida a Ansola (589m) la hago en solitario. Tan solo me encuentro con un par de marchadores y con algún pequeño grupo, ya muy disgregados. El terreno es muy bueno para correr y pongo a prueba, más aún, las prestaciones de las nuevas zapatillas.


Hemos cambiado la sierra de Udala por la de los Montes de Elgeta y se nota el cambio. La brusquedad de las laderas y de las crestas rocosas de las montañas se convierte en la suavidad de estas pistas tranquilas que van conectando baserris, caminos, dibujando surcos en las laderas.


Las pistas desaparecen y buscamos senderos que apuntan hacia arriba para ir ganando altitud entre los árboles o, cuando la vegetación se cierra, entre los propios helechos.


De vez en cuando, pasamos por puntos que se convierten en perfectos miradores para disfrutar del entorno, con unas vistas preciosas de la sierra de Anboto.


Casi siempre a la carrera, tras la pequeña bajada de Ansola, empiezo la subida a Intxorta (737m).


Sin embargo, en las rampas más complicadas prefiero seguir caminando porque castiga menos y el ritmo tampoco es muy diferente. La pista se estrecha y se endurece notablemente camino de la cima.


Llego a la cumbre de Intxorta a las 11:25 para sellar en el control y, mientras la gente sigue camino para iniciar la bajada, me desvío unos metros para culminar en el geodésico, algo que no puedo hacer porque se encuentra en el techo del refugio.


A falta de geodésico, bueno es un mojón y hasta él que me voy para apreciar las vistas desde esta modesta cumbre.


El descenso es por un cortafuegos empinado y temo fastidiarme otra vez la herida del pie. Pero es corto y no llego a sufrir demasiado.


Nada más bajar, antes de subir a Erdella (683m), hay dispuesto otro avituallamiento líquido en el que una pareja nos da un botellín de agua junto a un coche. La amabilidad de todos los voluntarios de la organización es muy de agradecer.


La subida se empina de nuevo y me gusta. Me siento bien en estos tramos duros en los que mi estado de forma me permite mantener un ritmo alto sin que la patata se dispare ni la respiración se atasque.


Hay un nuevo punto de control en el alto. Sentado en la cima se encuentra un chico que ha accedido con su BTT y que me marca la hora en la txartela. Son las 11:56 y ya solo queda un descenso bastante continuado hasta Elorrio, de unos once kilómetros, en los que espero poder trotar para no alargar demasiado la mañana y para poder llegar a casa a tiempo de la comida.


La pista es perfecta para la carrera y aprovecho para trotar por estos caminos de tierra en los que apenas hay que ir pendientes del suelo y en los que se puede disfrutar de las vistas. Tan solo hay algún pequeño charco que hay que esquivar para no meter la zanca en el barro.


El terreno está bastante despejado y predomina la pendiente negativa, lo que hace que empiece a notar que las piernas se están cargando. Los cuádriceps empiezan a doler bastante y son la prueba de que no es lo mismo correr por el llano que clavar en las bajadas, algo que no hacía desde hace seis meses.


Me encuentro otro avituallamiento sólido en la ermita de San Adrián, en lo que se conoce como la Necrópolis de Argiñeta. Aquí llegamos ya muy dispersos y no se vive la aglomeración del de Kanpazar. Me ofrecen algo de beber y un choricillo, aunque me limito a coger un par de onzas de chocolate con almendras porque ya queda poco para terminar y no me veo necesitado de alimento.


El siguiente tramo transcurre por asfalto durante unos cientos de metros y noto que los kilómetros empiezan a pesar bastante en las piernas. Cada vez me duelen más los cuádriceps pero sigo empeñado en trotar hasta llegar a Elorrio.


Tras la ermita de Santa Katalina se encuentra el control de Aramiño (272m), a donde llego a las 12:42. Me hacen una foto con una tablet a la llegada aunque aún no sé para qué y me indican el giro que tengo que tomar en unos metros para pasar por una fuente espectacular.


Lleno el bidón en la fuente y echo un buen trago de agua. Otro compañero de ruta con el que coincido aprovecha para empaparse la cabeza porque hace un calor muy alto. El agua de la fuente está muy rica.


Con predominio del terreno descendente sigo trotanto por esta pista, mitad de tierra, mitad de hierba. Solo hay un par de repechos breves que me ponen en mi sitio.


La bajada termina junto a la carretera de Berriz y la ruta está señalizada por el paseo paralelo a ella. Como es mediodía, hay bastante gente paseando con los niños.


Dejo el paseo y, para ir al centro de Elorrio, nos meten por una pequeña carretera que lo rodea por detrás. Es algo así como un kilómetro que se me hace muy duro porque, aunque no esté cansado, ya me duelen las patas.


Me duelen tanto las piernas que, en el último repecho que hay antes de entrar en el casco urbano, me tengo que poner a caminar porque las tengo para reventar.


Solventados esos escasos diez o quince metros de repecho, vuelvo al trote hasta llegar al punto de salida: la plaza de Elorrio. Son las 13:10 y hay una cola bastante larga de participantes de la marcha corta que están recogiendo sus diplonas. Le pregunto a uno de la organización si hay que esperar la misma cola que los de la corta y me hace pasar a una mesa en la que me rellenan la txartela y me ofrecen algo de beber.


Seis meses después, he vuelto a disfrutar de una marcha. La falta de costumbre en el uso de muchos músculos me está pasando factura y, camino del coche, las piernas parecen querer tomar un camino diferente al mío.


Siempre digo que no lo voy a dejar tanto tiempo que luego pasa lo que pasa. Dentro de dos semanas tengo una de 43km con el Gorbea como plato fuerte y espero que las piernas se me hayan hecho un poquito para tanta bajada como tiene.

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