Tarde en Malmasín

¡Vaya desastre! Un puente que tenía marcado para realizar la última salida con alforjas del año y que se me viene abajo por la incesante lluvia que hay en todos aquellos posibles destinos que tenía en la agenda. Hoy sábado, el único día en el que el tiempo daba tregua, para matar el gusanillo, había previsto una brevet 200 pero, con el bajón de no haber podido salir los cuatro días, ni siquiera me ha apetecido salir esta mañana.



A cambio, para seguir haciendo cosas y mantener el estado de forma, buena es una salida montañera en la modalidad de trail running, que no es otra cosa que correr como las cabras. Tampoco quiero machacarme demasiado y me limito a subir a Malmasín.

En menos de seis kilómetros, ya estoy en la cumbre. Me encuentro a un chino junto al vértice geodésico y entablamos una conversación en inglés puesto que él no habla español. Por lo que se ve, ya lleva unas cuantas cotas ascendidas y no le quita ojo al Anboto, por el que me pregunta con gran curiosidad. El día está muy despejado y la visión que tenemos de la mole rocosa es maravillosa. Como no tiene coche, le oriento como puedo para que coja un autobús o el tren de Durango porque se le ve con ganas de escalarlo y, visto lo visto, no creo que tarde en ir a por él.

Tras una buena charla, según él la más larga que ha tenido con nadie desde que está en Bilbao, me despido al tiempo que me recuerda lo afortunados que somos viviendo en un lugar como éste, rodeados de mar y montañas y todo al alcance de un paseo desde casa. Se le ve emocionado con el paisaje de Bilbao y no me extraña. A veces nos lo tienen que decir los de fuera aunque, después de ver muchos sitios, yo lo suelo tener muy presente.

Bajo a la carrera dando un buen rodeo por Buia y completo doce kilómetros en el portal de casa así que, para alargar un poco la salida, callejeo tres más para totalizar quince en esta tarde de sábado en el que las calles están petadas de gente.

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