Digestión acuática

Como estos últimos miércoles, hoy toca tarde de piscina y eso significa salir de casa con la comida a medio masticar, algo no muy aconsejable cuando te propones nadar la distancia habitual. Ya me lo decían de pequeño eso de que había que dejar pasar dos horas para hacer bien la digestión.



Pero de dos horas ... nada. Si acaso unos minutillos. Salimos de casa con el último bocado aún entre los dientes y empezamos a nadar con la gente que se puede esperar a estas horas: nadie. La piscina está para nosotros solos. Un montón de calles para Amaia, para mí y para el pollo asado a la sidra que me acabo de tragar. Espero que, por lo menos, el ala que está  punto de salírseme por la boca haga bien su trabajo y sea potente en la remada. Del muslo no espero nada, no lo veo con la técnica suficiente como para que mantenga una buena flotabilidad.

Con este panorama, los primeros largos son una lucha encarnizada por evitar que el pollo cambie de calle. Prefiero aprovechar los aletazos aunque sea a cambio de unos cuantos vaivenes por el esófago. Por suerte, para la mitad de la sesión consigo mantener al animal en el estómago y, sin su inestimable ayuda, soy capaz de mantener un buen ritmo que me lleva hasta los treinta largos deseados.

- 30 x 1 (50 m). crol.
Total: 1.500 metros

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