Vacío desde el inicio

Hoy tengo salida trotera con Amaia, de esas de diez kilómetros que ella considera cortas. Con la fatiga de ayer aún presente, la cosa no pinta muy bien porque me duele todo. Cada paso que doy me recuerda que estoy vacío.



Estamos sufriendo un veranillo en el mes de diciembre y esto tiene que pasar factura por narices. Además, el viento es fortísimo aunque, dada mi falta de fuerzas, tampoco es que me preocupe demasiado. Bastante tengo con intentar mantener la mente alejada de la idea de pararme en un banco a esperar a que ella regrese de vuelta.

Con todo ello, la llegada al Museo Marítimo es un soplo de optimismo. Si ya he llegado aquí, lo demás es solo la vuelta a casa, y con viento favorable. Solo ver a qué velocidad se desplazan las hojas caídas me da la esperanza de que llegar... llegaré. Y vaya si llego. Cansado pero llego. Incluso con alguna que otra molestia en el gemelo y en la rodilla, pero llego.

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