Vuelta al Montaño

Hay días en los que uno piensa si será sana esta costumbre que tenemos de ir a hacer el maula con el tiempo que hace. Caen chuzos de punta y tenemos vientos huracanados pero ¡¿qué cojones importa?! ¡Hoy hay planes! Con idea de hacer una vuelta corriendo por Zierbena con la subida a Punta Lucero como objetivo, nos vamos Amaia y yo a la playa de La Arena.

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Vuelta al Montaño Zierbena 14 km 400 m+ IR

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Caen un par de buenas granizadas y nos miramos antes de salir del coche pero ninguno dice nada. Nos limitamos a poner los pies en el camino que, como decía Bilbo Bolsón, es un peligro porque no sabes a dónde te van a llevar.


El viento es insoportable pero nos da de culo hasta llegar a Muskiz rodeando Petronor. Nunca vamos por los bidegorris pero le digo a Amaia que no habrá problema porque hoy no habrá chiflado al que se le ocurra salir a andar en bici. Me equivoco y vienen cuatro de frente luchando contra los elementos aunque, unos segundos más tarde, nos vuelven a pasar en sentido contrario. ¡Se lo habrán pensado mejor!


Antes de empezar a subir la rampa del 10% de Las Carreras, se pone a llover y a granizar. Tenemos suerte porque nos metemos bajo un tejado de unas naves industriales que hay a la salida de Muskiz. Empezamos a pensar que nos hemos equivocado saliendo, no ya de casa, sino de la cama.


Para de llover por un momento y seguimos camino de Montaño por una carretera vecinal entre caseríos y casonas de reciente construcción.


Parece que igual tenemos un paréntesis de agua aunque no de viento. Cada vez sopla con más fuerza.


Montaño hoy no es el objetivo, así que lo rodeamos por la pista que se dirige a Kardeo. Hay claros de frente, algo que nos infunde mucho optimismo.


A punto de llegar al bidegorri de Gallarta, el corredor de aire que supone este valle nos pone más a prueba que los escapes sopladores del Red Bull.


Subimos hacia La Cuesta y es un querer y no poder. El desgaste para avanzar un metro es brutal. Le digo a Amaia que se ponga tras de mí pero es inútil. Se ha quedado tan fina que casi sale volando.


Conseguimos llegar a la marquesina de autobús que hay en la carretera y nos refugiamos en ella. Con mucho pesar, decidimos dejar el último tramo hasta Punta Lucero para otro día. Llevamos diez kilómetros y es como si hubiéramos recorrido treinta.


A medida que nos acercamos a la playa, el viento sopla más y más. Hay un momento en que preferimos ir andando porque estamos machacando los gemelos tirando a tope de ellos.


La llegada a la playa es para celebrarla. Hay un oleaje tremendo pero no podemos quedarnos más que unos segundos porque la arena pica en la cara.


Catorce kilómetros y pico para 400 metros de desnivel y estamos que no nos tenemos en pie. Ha sido muy duro, tanto que no creo que nos veamos en otra como esta. ¿O sí?

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