Departamento de Hérault

La noche en Montpellier ya me deja claro cuál va a ser la dureza de la etapa de hoy: el viento. Duermo bien resguardado, en una de las calles de la ciudad, junto a un colegio, y el fortísimo aire hace que las ramas de los árboles del pequeño jardín que tiene la escuela se partan y caigan sobre el coche. Hay ráfagas tan fuertes que el movimiento me despiertan varias veces, haciendo que no pase demasiada buena noche.

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Departamento de Hérault Montpellier 160 km 1800 m+ IR

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La etapa de hoy no se acerca a los 200km y el desnivel tampoco es elevado, así que decido salir un poco más tarde por el tema del cambio de hora que me tiene un poco despistado al no saber si el reloj, el móvil y la tablet cambiarán la hora automáticamente. Por si acaso, pongo el despertador del móvil una hora más tarde y que suene cuando sea.


Es domingo y no hay nadie por las calles de Montpellier a estas horas de la mañana, con lo que la salida de la ciudad es muy cómoda en cuanto al tráfico aunque tremenda con el viento del noroeste en contra, mucho más molesto que ayer.


Las largas rectas tampoco ayudan. Me cuesta mucho superar los 20km/h en el llano, lo que me desespera bastante. Tengo que tener mucho cuidado e ir muy atento porque algunas ráfagas ocasionales son tan fuertes que resultan un auténtico peligro. Esta situación me resulta demasiado estresante.


Al igual que ayer, la costa se mantiene completamente despejada pero se aprecian bastantes nubes en las montañas.


Al ser domingo, veo a varios grupos de ciclistas. Subo casi a rueda de una pareja hasta la pequeña cota de La Taillade, poco antes de llegar a Gignac.


El Pont de Gignac, que cruza el río L´Hérault que da nombre al departamento, es lo único reseñable en toda esta primera parte del recorrido.


A poco de llegar a Arboras me alcanza una grupeta muy numerosa. Yo voy casi clavado e intento aprovechar la rueda del grupo para protegerme del aire, cosa que no consigo en un principio y que tampoco me esfuerzo demasiado por lograr. 


En Arboras se da inicio al col du Vent, preámbulo del extra a las antenas del Mont Saint-Baudille. Solo el nombre ya acojona porque es el momento de mayor fuerza del viento de toda la jornada.


La subida es de porcentajes muy suaves pero no soy capaz de avanzar con soltura. El viento me lleva y algunos ciclistas me van pasando como motos. El aire me penaliza demasiado.


Se van obteniendo unas grandes vistas de la llanura de la región pero no puedo disfrutar nada. Es uno de esos momentos malos en los que uno se plantea la retirada. Así no me apetece rodar, más pendiente de sujetar el manillar con fuerza para no caerme que de contemplar el paisaje.


El sonido me estresa muchísimo. El viento resopla en mis oídos una y otra vez. Los zumbidos son muy molestos y no puedo dejar de pensar en lo mucho que me incomoda.


Llego al col du Vent después de cruzarme con la mayoría de ciclistas que ya bajan del puerto habiéndome sacado una barbaridad de tiempo y distancia. En los últimos metros apenas avanzo porque la cima del puerto se encuentra en un desmonte que hace las funciones de túnel del viento.


La cima del Mont Saint-Baudille se encuentra a un par de kilómetros y tampoco es que se suba demasiado. Se me pasa por la cabeza la idea de dejarlo de lado porque es hasta peligroso crestear con este vendaval.


Pero la discusión que tantas veces tienen en mis hombros el ángel bueno y el ángel malo la vuelve a ganar el de las alitas y me voy para allá. Lo bueno es que el aire me empuja en este tramo y casi se sube sin dar pedales.


Arriba no se puede parar. Intento sacar un par de fotos y casi me caigo. Es imposible disfrutar en un día así.


La bajada es muy peligrosa. No me caigo porque voy con muchísima prudencia. Tenía idea de rodear la sierra y volver por otro lado pero decido que será mejor tirar hacia Clermont l´Hérault por delante de la montaña, ya con aire favorable.


Vuelvo a cruzar el río l´Hérault camino de la costa por otro magnífico puente que hay en la localidad de Canet. Ahora casi no tengo que pedalear para conseguir una velocidad de crucero enorme.


A la altura de Pleissan coincido con una marcha cicloturista y empiezan a verse corredores con dorsal, junto a los cuales realizo la corta subida a un altillo en Cantagals.


Uno de estos cicloturistas se pone  mi lado e intenta dar relevos conmigo, sin darse cuenta de que yo no soy de la marcha y que tengo más interés por hacer fotos que por apretar el culo.


En el descenso de esta pequeña cota, al llegar a Villeveyrac, el grupo tira para la derecha mientras yo sigo recto hacia Sète.


Los kilómetros caen con una rapidez asombrosa con el vendaval que me empuja y llego a tocar el Mediterráneo por primera vez en este largo stage.


Sète es una localidad preciosa, rodeada por mar por ambos lados y cruzada por canales que la hacen muy interesante. Es domingo y hay mucho ambiente turístico por el puerto.


Hay muchas calles para subir al Mont Saint-Clair, todas ellas con porcentajes cercanos o incluso superiores al 20%.


Subo por uno de esos muros apretando bien para poder superarlo. Llevo un montón de kilómetros ayudado por el aire y con la musculatura un tanto floja como para someterla de golpe a semejante tensión.


La subida es tan corta que llego enseguida al mirador, desde donde se puede disfrutar de unas vistas colosales. Parece como si el aire se hubiera puesto de acuerdo para darme un momento de tregua y me puedo quedar un buen rato disfrutando del sol sentado en un banco mientras los numerosos turistas se hacen selfis colgados de las barandillas.


Da pena marcharse de un sitio tan guapo pero aún me quedan unos cuantos kilómetros para volver a Montpellier, de nuevo con aire contrario. Solo de pensarlo me da algo. No soplará frontal total como antes pero molesto de todas formas.


Dejo Sète con pena y tiro por la carretera que discurre junto a las lagunas. Hay muchísimo tráfico en esta vía y resulta bastante molesto. Entre el viento y el tráfico me queda un trecho complicado.


Llego a Montpellier algo cansado por la dureza del tramo final pero muy satisfecho por haber solventado una jornada en la que me habría rajado desde el primer momento. Cuando reviso las predicciones meteorológias para una zona casi nunca vigilo el viento y es algo que no soporto. Prefiero que llueva.

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