La capital de Portugal

El viaje hasta las inmediaciones de Lisboa ha sido horroroso, tardando casi cinco horas en recorrer unos doscientos kilómetros. Ha estado lloviendo de manera torrencial en varios momentos y el atasco en los cincuenta últimos kilómetros, ya de noche, ha sido monumental, con un tráfico de camiones tremendo. Menos mal que para mañana hay buenas previsiones meteorológicas.

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La capital de Portugal Lisboa 120 km 1150 m+ IR

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Como tengo otro largo traslado en cuanto termine la etapa, salgo con la primera luz, camino de Alverca do Ribatejo. La densa niebla cubre toda la desembocadura del río Tajo y no se ve un carajo hasta virar al interior. Aprovecho estos kilómetros llanos y ciegos para darle candela. Por suerte, a primera hora no hay ni la cuarta parte del tráfico de ayer por la tarde.


Escapando un poco de la N105, me meto por una carretera secundaria que transita paralela. Voy solo hasta llegar a Loures, donde se empieza la subida a Dona Maria.


Me meto por una rampa tremenda que enseguida se pone al 15%. Todavía no luce el sol pero la pendiente calienta más y más rápido.


Son cinco kilómetros de subida tan irregulares que los rampones quedan perdidos en los números de Dona Maria. Los sobresaltos terminan junto a un edificio de los Escoteiros de Portugal, que vienen a ser algo así como los Boy Scouts lusos.


Un corto descenso y tres o cuatro kilómetros llanos me dejan en Algueirao, ya muy cerca de Sintra. Ya ha salido el sol en condiciones y se confirma que el día va a ser magnífico.


Llego a Sintra y me meto por sus calles, sorteando como puedo las direcciones prohibidas de circulación porque la mayoría de calles son de sentido único. Había metido el track en sentido contrario al que lo estoy haciendo y no puedo seguir la línea tal cual.


En Sintra hay mucho turista de origen asiático y la carretera de subida petada de coches. Son menos de cuatro kilómetros que me resultan muy sosos porque no se ve nada. Tan solo se intuye el castillo en un par de curvas pero, como el sol me da de cara, no puedo apreciarlo.


La carretera sigue de frente, estando el alto de Sintra a pocos metros pero, como no he tenido posibilidad de ver el castillo decentemente, me meto por el desvío que va hacia la zona más turística.


Son unos pocos metros por una vía pavimentada como siempre, muy molesta para la bicicleta de ruedas finas. Hay un repecho antes de bajar a la zona de taquillas.


Me vuelvo por donde he venido, en dirección contraria y con un montón de coches accediendo al aparcamiento. Solo hay un punto desde el que poder ver parte del Castillo de los Moros que, todo sea dicho, tiene buena pinta buscando info sobre él.


De nuevo en la carretera, continúo hacia el alto de Sintra, ya sin subir casi nada. Al circular por el medio de un bosque, no se ve absolutamente nada.


Iba a bajar hacia el Cabo de Roca pero, en un desvío, decido no hacerlo porque la carretera está llena de socavones. Veo una indicación de Cascais y opto por ella.


La variación me viene muy bien porque la carretera mejora mucho y solo quito unos kilómetros que iba a tener de bajada sin ninguna vista, por medio de un tupido bosque.


Por fin, con el objetivo del día ya hecho, llego a la Praia do Guincho. El océano embravecido es una gozada, con unas olas bastante fuertes rompiendo contra el arenal.


Me quedan cincuenta kilómetros de suave paseo, siguiendo la línea del litoral, muy pegado siempre al mar y con un carril bici a un lado de la carretera.


Pero apenas hay tráfico en estos primeros kilómetros, el carril bici va por dentro y los corredores se lo han agenciado, así que prefiero seguir por la carretera para poder ir sacando fotos en los puntos más interesantes.


Me entra aire de costado desde el océano pero con muy poca fuerza para lo que tiene que ser aquí, en esta zona tan expuesta. No hay nada salvo alguna que otra choza en primerísima línea de playa.


Me voy acercando a Cascais y las dunas y arenales van dando paso a pequeños acantilados, donde veo a gente pescando, metidos por los agujeros.


Llego a las primeras edificaciones de Cascais, que nada tienen que ver con el Portugal de interior. Destacan los bloques de apartamentos, muy al estilo del Algarve.


En vez de atravesar Cascais por la carretera principal, decido bordear por toda la costa, siguiendo el carril bici pero sin pisarlo. Me parece increíble estar disfrutando de este paisaje y con una temperatura tan buena a finales de diciembre.


Rodeo el Parque Marechal Carmona, llegando al Museu Biblioteca Condes Castro Guimarães. Casi me tengo que pelear con unos japoneses para poder hacer una foto limpia, sin ellos delante.


El paseo por Cascais está resultando precioso. Sigo el camino costero hasta desembocar el la Praia da Ribeira. Hay mucho meneo de turistas y un ambiente comercial muy movidito, con un montón de puestos callejeros por todas partes.


Me quedan poco más de veinte kilómetros por la costa pero que poco o nada tienen que ver con los anteriores. El paisaje va a ser muy parecido, con preciosas playas para disfrutar del paseo, pero con un tráfico muy intenso, el de una capital, que llega a resultar muy estresante.


De vez en cuando hay algún semáforo que aprovecho para fotografiar limpia la carretera. Es una pena que no pueda seguir tan tranquilo como hasta ahora y que el carril bici haya desaparecido, ahora que no me importaría nada ir por él.


Llego a la zona de Estoril y se ve alguna mansión que otra con vistas al mar. Me estoy acercando a Lisboa y ya se ven muchos buques mercantes.


Hace un buen rato que he sobrepasado los cien kilómetros y casi no me he dado cuenta. Está siendo la etapa más disfrutona de todas las que he hecho en este stage portugués.


Ya tengo el puente 25 de Abril a la vista y eso me dispara los recuerdos de la Vuelta a Portugal que hice en 2009. Ya han pasado más de seis años y casi me parece que fuera ayer.


Coches, coches y más coches. Pero playas, playas y más playas que compensan enormemente. Por si fuera poco, el giro que supone acercarse a Lisboa me ha puesto con el viento favorable del todo y apenas cuesta dar pedales.


Llego a la altura de Belém y ya los recuerdos se desbordan. Por aquí cerca cogí un ferry para pasar a la otra orilla del río Tajo. Recuerdo que una señora me ayudó con la máquina expendedora y me sacó un ida y vuelta por equivocación, ya que yo no iba a regresar. Tampoco me importó mucho porque solo fueron dos euros.


No sé la razón pero, en cuanto entro en Lisboa, todo el tráfico desaparece y me encuentro completamente solo en una carretera de un porrón de carriles.


Es la segunda vez que vengo a Lisboa y decido variar un poco mi recorrido, siguiendo el trazado del tranvía por un momento. El tranvía de Lisboa es indescriptible. En una parada hay una muchedumbre intentando entrar todos en ese cajón con ruedas. Espero un rato a ver si lo consiguen pero, después de más de cinco minutos de parada, solamente ha entrado una tercera parte y no tiene pintas de que vayan a entrar en bastante tiempo.


Ya tengo la etapa casi hecha. El coche lo he dejado en la otra punta de Lisboa y tengo que atravesar toda la ciudad. Llega un momento en el que decido volverme a la orilla del río.


Pero en la Plaza del Comercio me vuelvo a meter para adentro, llegando hasta el Arco Triunfal da Rua Augusta, donde la multitud se agolpa por las calles y me es imposible pasar con la bici.


Justo pasa el tranvía y decido seguirle por las calles pavimentadas, sorteando de paso a los numerosos taxis. El pavé portugués es insoportable. Bueno, el pavé de cualquier parte.


Abandono el centro neurálgico de Lisboa para seguir hacia donde tengo el coche, en el norte, junto al Parque de las Naciones. Esta vez sí, esta vez me meto en el bidegorri para escapar del tráfico que soporta el puerto.


Toda esta zona no tiene nada que ver con la del centro de Lisboa. El Parque de las Naciones acogió la Expo´98 y, como suele pasar en estos casos, se ve muy poca vida. Tan solo el paseo de los turistas, mayormente alemanes por lo que les oigo hablar.


Haber optado por este trazado me está retrasando bastante porque, lejos de la carretera, todo vuelve a ser pavé y voy dando botes. Para cuando miro la hora, veo que me estoy entreteniendo demasiado y tengo un largo viaje por delante.


Tengo el coche un poco más allá del inmenso Puente Vasco de Gama, el más largo de Europa con sus más de 17km de longitud. La etapa ha sido una gozada. Como algo a toda prisa y cruzo el río Tajo por Vila Real, camino de Portalegre. Me esperan otros doscientos kilómetros de coche para la jornada final.

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2 Comentarios

  1. Menuda choza, jeje.
    Yo no soy tan purista con las fotos. No tengo tanta paciencia, y si hay gente, pues me la llevo en la cámara. Cuando viajo sin bici, sí que lo soy. Hace poco, en Uclés (Cuenca), llegué a invitar a una familia a irse para poder sacar una foto limpia, como tú dices.
    ¿En Portugal hacen los carriles bici por donde no hay tráfico?
    Aún no conozco Lisboa. Ya me vale.
    Bonita ruta.

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    1. Intento hacerlas en marcha pero espero a que no haya gente ni coches, por eso suelen salir las carreteras vacías aunque en el texto ponga que había mucho tráfico o un gentío del copón. Casi siempre se encuentra un hueco.

      El carril bici va todo por la costa. Finales de diciembre. Me imagino que en verano toda esa zona estará colapsada de coches con tanta playa como hay. Date cuenta que el área metropolitana de Lisboa se acerca a tres millones de almas.

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