La costa de Bizkaia

Hoy comienza el invierno. Ya llevo unos días de vacaciones de Navidad y el viaje a Portugal para hacer BIGs está ya preparado. El problema es que no he sumado más de doscientos kilómetros en los últimos tres meses y, con estos guarismos, el sufrimiento extremo lo tengo casi garantizado. Antes de acometer el primer puerto portugués será mejor reventar en casa y planifico una salida cercana a los 200km recorriendo toda la costa de Bizkaia.

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La costa de Bizkaia Bilbao 185 km 2650 m+ IR

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Dejo a los niños de San Ildefonso cantando 'mil euros' y salgo a las 09:30 de la mañana, algo más tarde de lo que habría sido deseable. He madrugado mucho pero, entre pitos y flautas, me dan las tantas. Mucho tráfico inicial por la N-634 hasta coger la carretera de Ondarroa y subir el puerto de Trabakua.


El fresco mañanero va cediendo un poco ante los rayos de sol pero no termina de calentar a gusto. Las sombras son muy abundantes y solo las duras rampas iniciales del puerto me ayudan a entrar en calor.


La salida del otro día en Argalario me ha venido muy bien porque las piernas no me duelen tanto. Con los aerogeneradores del Oiz a la vista, me voy acercando a la cima del puerto.


Corono Trabakua un tanto sorprendido por lo fácil que he subido. El viento sur me ha ayudado y hace que vuele en el descenso hacia Markina.


Camino de Berriatua, me encuentro con un tramo en obras. Hay un par de semáforos que me tienen esperando un buen rato. El paso de camiones se hace bastante desagradable en esta parte del recorrido.


Llego a Ondarroa con 60km recorridos. Las montañas siguen generando grandes sombras. A pesar de ser el mediodía, el sol no está tan alto como para salvarlas.


El día se encuentra muy despejado y el litoral claro y sin bruma, quedando unas vistas inmensas de toda la costa guipuzcoana. Templa el día y es un momento muy agradable.


Por fin me encuentro en la carretera costera que voy a seguir hasta Getxo. Sin apenas puertos de entidad, solo con repechos, el desnivel acumulado va a ser importante.


Ya tengo Lekeitio a la vista y ganas de parar a comer algo. No me he traído nada en el maillot, esperando encontrar un supermercado donde comprar comida.


Entro en un Eroski de Lekeitio y compro una baguette y una tableta de chocolate Milka, suficiente como para preparar dos bocadillos, uno para ahora y otro para más adelante. Con los depósitos a tope, enfilo la corta subida a Artika, camino de Ispaster.


Las piernas empiezan a dolerme un poco. Ya llevo el doble de kilómetros que el otro día y la falta de rodaje se tiene que notar. Pero no me importa porque es a lo que he venido, consciente de que tocaría sufrir un rato.


Paso por Ea y empiezo a subir Natxitua. Hay algún porcentaje de doble cifra que se me atraganta más de la cuenta por culpa del aire que me entra de cara con bastante fuerza.


Los dos kilómetros y medio al 8% de media de esta subida terminan de ponerme las piernas al rojo vivo. Hay un momento que parece que me vayan a estallar de golpe.


El descenso hasta la playa de Laga resulta reparador. Es una pena que el sol esté tan bajo porque no termina de entrar en la carretera.


Con la isla de Izaro como testigo, alcanzo Urdaibai, momento en el cual tengo que girar de golpe hacia Gernika, con el fuerte viento sur dando de cara por varios kilómetros.


El viento y el oleaje hacen las delicias de los practicantes del kitesurf en la playa de Laida. Yo no puedo dejar de admirar el paisaje. Urdaibai es uno de los lugares más bellos que conozco.


Por un momento, me alejo del mar Cantábrico para adentrarme en las marismas de Gernikaldea, con un verde asombroso por todas partes. El viento azuza con fuerza hasta llegar a Kortezubi.


Cruzo Gernika superando los cien kilómetros hace rato y llego a Forua, donde decido dar buena cuenta de la segunda parte del bocadillo de chocolate junto a la fuente de piedra del paseo. Con el viento ahora favorable, negocio todos los repechos que hay hasta llegar a Mundaka, con su famosa ola izquierda a pleno rendimiento.


Unos minutos más y ya estoy en Bermeo, a punto de dar comienzo a la sucesión de subidas que hay en este tramo de costa que me va a llevar hasta Gorliz.


El primer puerto es el de San Pelaio que, por esta vertiente de Bermeo consta de cinco kilómetros. El primer contacto posee una rampa que alcanza el 15% pero luego, llegando al desvío del cabo de Matxitxako, va suavizando poco a poco.


Los kilómetros deberían ir pasándome factura pero cada vez me encuentro mejor. Rondando ya los dos mil metros de desnivel, las piernas parecen haber asimilado el esfuerzo y la cabeza, quedando ya menos de la mitad, trabaja adecuadamente.


El último kilómetro de San Pelaio, al dejar la carretera vieja de San Juan de Gaztelugatxe, vuelve a las rampas cercanas a la doble cifra y con un fuerte viento de cara que apenas me deja avanzar.


Suerte que solo son unos metros expuesto al aire y empieza la bajada hacia Bakio. Llegando a la playa, me asomo al mirador para disfrutar de la estampa de las olas en este precioso atardecer.


La subida a Jata ya la voy a hacer entre sombras. El sol ha caído tanto que no va a tardar mucho en oscurecer. Son casi cinco kilómetros al 6% y pongo un ritmo constante que me sirve para no quedarme frío porque la temperatura empieza a caer bastante.


La visibilidad empieza a verse comprometida y enciendo los pilotos intermitentes para que me vean bien aunque sin que todavía sea necesario el foco. Desciendo hasta Lemoiz con unos colores muy chulos en el horizonte marino.


Hay un par de repechines antes de llegar a la altura de la central nuclear nonata. Cada vez que paso por aquí me pongo enfermo.


Llego a Armintza todavía con luz suficiente como para no encender el foco. Esta cala es otro de esos sitios memorables de los que consta la costa de Bizkaia.


La subida a Andra Mari es la última dificultad antes de llegar a Gorliz. La visibilidad ya es muy justa y empiezo a tener fresquito.


La playa de Gorliz, totalmente desierta, resulta muy atrayente. A pesar de que hace una tarde maravillosa, me encuentro un poco destemplado y decido tomarme un colacao caliente para afrontar los últimos kilómetros de la jornada.


Tras el colacao caliente, me pongo las mangas del chaleco, la braga y los guantes. Enfilo el último tramo de costa empezando por la subida a Barrika. Descendiendo hacia Sopela, un pinchazo en la rueda delantera me obliga a detenerme en la gasolinera y me tiro cerca de una hora para poner la cámara porque llevo una de válvula corta que no sale por el agujero de la llanta de perfil medio que llevo. Hay un momento en el que se me pasa por la cabeza coger el Metro, hasta que consigo hacer un apaño dejando la cubierta a medio poner, una cosa muy rara pero que me permite sacar el pitorro, hinchar y llegar a Getxo rodando con cuidado.


La vuelta remontando la ría vuelve a ser con el aire en contra pero, como no puedo rodar muy deprisa por el huevo que llevo en la cubierta, tampoco me molesta. Llego a Bilbao, que es de lo que se trataba.


Me habría gustado hacer 200km pero este incidente lo ha impedido. Aún así, estoy tremendamente satisfecho. Hacía meses que no me sentía cicloturista y creo que estoy preparado para la semana portuguesa que se avecina.

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2 Comentarios

  1. Vaya máquina que estás hecho. Explícame dónde dejas la bici cuando entras a un Eroski.
    Fotazas, a cuál mejor.

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    Respuestas
    1. El sitio se presta.
      Pues echándole todo el morro del mundo. Entro hasta la cocina con ella y, para cuando viene alguien a echarme, ya llevo en la mano lo que iba a comprar, jejeje. Si molestara, no lo haría, pero entiendo que no molesto absolutamente a nadie.

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