El distrito de Reutte

Al norte del Tirol, lindando con la frontera de Alemania, se encuentra el distrito de Reutte. La carretera para llegar a Bichlbach la recuerdo de pasar hace siete años, camino de Oberstdoorf, con el Nebelhorn entre las cejas. Hay mucho tráfico y me cuesta llegar hasta la base del Berwang, una corta subida que no me debería llevar mucho tiempo.



Hay obras a la entrada de Bichlbach y me como un buen atasco antes de dejar el coche frente a un restaurante, justo en el inicio de la carretera que se dirige a Berwald. Está muy cubierto y chispea ligeramente, así que intento darme mucha prisa porque solamente son cuatro kilómetros y medio a un 6% de media.


La primera mitad es muy floja y la hago a plato, sin darme un respiro. Se está levantando aire y me da de culo, lo que me ayuda a imprimir un buen ritmo.


Después del subidón que llevo con el Kaunertal, este puerto parece de juguete. Dos kilómetros al 8% me dejan en Berwald con la sensación de haber hecho un puerto de lo más común.


Atravieso Berwald y corono en una loma. Si esta vertiente que he hecho es suave, la que viene de frente es aún más light, con más de veinte kilómetros para ascender cuatrocientos metros, en una sucesión de subidas y bajadas que no dan un perfil demasiado apetecible.


Me doy la vuelta y, en el descenso, hay que dar pedales porque el aire de cara es cada vez más fuerte. Están entrando muchas nubes y creo que la tarde va a terminar pasada por agua.


Apenas me separan diez kilómetros de Ehrwald y hacia allí que me voy, aparcando junto a un parque, donde se inicia la subida a Ehrwalderalm, otra subida cortita pero mucho más dura que la anterior.


Van a ser solo cinco kilómetros pero a un 10% de media, con dos kilómetros enteros seguidos por encima del 14%. Pero eso no es lo peor. Nada más arranar, se pone a llover.


Acaban de pasar unos ciclistas que también se dirigen al alto y veo como algunos echan pie a tierra bajo el intenso chaparrón. Llevo el Goretex y eso me salva.


Tras un kilómetro y medio de calentamiento, la pista se estrecha, se mete por el bosque y no baja del 14%. Baja un río de agua por ella y no cesa de llover a lo bestia. Estas pendientes las llevo muy bien y voy dando caza a todo el grupo de ciclistas que habían pasado junto al coche mientras me preparaba.


Nos vamos saludando con sonrisas cómplices hasta que los dejo atrás. A falta de menos de un kilómetro para coronar, llega un momento en que la pista se estropea mucho, durante unos cincuenta metros, y hay que andar con cuidado para mantener el equilibrio.


Jarreando a lo bestia, se llega a una barrera canadiense donde el asfalto concluye, a falta de solo unos cientos de metros para llegar a una especie de estación de esquí. Vienen dos alforjeros y me dicen que el alto es eso que se ve, así que decido bajar con ellos. Lo hacen con sumo cuidado porque el peso no les permite frenar, con lo que terminan quedándose detrás mientras sigo solo.


En la bajada decido echar pie a tierra en el tramo roto, coincidiendo con el primero de los ciclistas del grupo. Es un polaco que viene haciendo puertos del BIG y charlamos hasta que llegan un par de compañeros suyos y siguen para arriba. Aunque van muy clavados, han tenido que ir parando porque no es normal todo lo que les he sacado. Tras unos minutos charlando bajo la lluvia, nos deseamos buen viaje y sigo hasta el coche bajo un intenso aguacero. Me ha resultado muy divertida esta subida pero, sin saberlo, me he cargado el resto del viaje. Haber sacado la cámara de fotos en estas condiciones ha sido una temeridad y mañana me daré cuenta de ello.

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