El valle de Griesalp

He dormido en Spiez, a orillas del Thunersee, el lago más occidental de los dos que se encuentran a ambos lados de Interlaken. Hacer un quinto puerto ayer me obligó a llegar de noche y no pude ver bien dónde aparcaba. Hoy ha amanecido antes y para las seis de la mañana ya es casi de día, dándome cuenta de que estoy delante de una tienda de electricidad y que voy a tener que mover el coche si quiero dejar que la gente pueda entrar por la puerta. Desayuno, me cambio y tiro por la carretera de Reichenbach, con un tráfico indecente.



Junto a la iglesia de Reinchenbach Im Kandertal hay un aparcamiento y dejo ahí el coche. Solo tengo que bajar la bici porque ya estoy cambiado y me pongo en marcha en busca del Gorneren.


Aunque el fondo del valle aparece soleado, las montañas se encuentran rodeadas de nubes, algunas bastante oscuras. La salida de Reinchenbach viene acompañada de una rampa al 10% que me engaña bastante. Parece que el puerto va a ser duro pero, tras dos kilómetros en los que va perdiendo pendiente, se llega a un tramo muy facilón.


Vienen cinco kilómetros para ganar menos de cien metros de desnivel positivo, incluyendo un kilómetro entero de suave bajada. El sol del fondo del valle desaparece cuando éste se estrecha porque aún es muy temprano.


Las montañas nevadas del fondo prometen. La pista asfaltada está solo para mí y para unos autobuses que siguen esta ruta. Es tan estrecha que hay unos espacios para esperar cruces de vehículos.


Vuelve a haber tres kilómetros de subida encabezados por un kilómetro entero al 10% que, al venir de cinco casi llanos, no supone mayor problema.


Otro kilómetro llano me deja en el tramo final. Me faltan dos kilómetros y una señal indica un 28% que acojona bastante porque para estas cosas hay que ir mentalizado.


Me tomo un minuto para concentrarme un poco para lo que me espera y, mientras tanto, bajan dos coches y sube un autobús. Un 28% y un autobús no casan muy bien, así que pienso que es posible que esa señal esté un poco inflada. No sería la primera vez.


Empiezo a subir y la cosa se pone seria. Enseguida se supera el 15% y me pongo en pie para hacer toda la subida bailando la bici. Si no necesito sentarme es que voy bien.


Consigo hacer una foto de una preciosa cascada manteniendo el equilibrio mientras me adelanta un todoterreno. Hay un ligero descanso que viene perfecto para el segundo kilómetro, con una punta máxima del 20% que no tiene nada que ver con lo que marcaba la señal.


No hay mucho tiempo de tregua en esta parte final y me cuesta disparar la cámara en un kilómetro al 14% de media. Por suerte, un coche que baja me ve en esta parte encajonada en la roca y se espera un rato a que yo supere su posición. A saber cómo pasan por aquí los autobuses.


Concluye la subida en una plazoleta con unos hoteles. Hay una carretera que sale por otro lado y decido seguirla pero acaba enseguida. Se nota que estoy en la zona germano-parlante porque me cruzo con unos cuantos senderistas y agachan la cabeza. Aquí ya no saluda ni cristo.


En la bajada me detengo en el mismo sitio que lo hizo el coche que me dejó pasar porque viene uno de frente y voy a hacer lo propio. La verdad es que la subida me ha dejado un tanto frío porque me esperaba algo más cuando veía los picos nevados desde el fondo del valle.


Llego al coche y, antes de seguir, me pego un segundo desayuno. Hay que reconocer que los hobbits eran unos tipos muy sabios.

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