Embalses del sur de Bludenz

Amanece en Bludenz, cada día más temprano, lo que aprovecho para salir a primera hora con la fresca, ya que hoy se nota una bajada importante de la temperatura, sin el calor de otros días. Hay un momento de duda sobre si salgo con manguitos o con manga larga y acabo optando por la manga larga porque, tras el primero de los dos puertos que hay hacia el sur, volveré a pasar por el coche. Si calienta el día, ya me cambiaré de maillot.



Salgo por la carretera de Brand con mil metros de desnivel por delante. Hay casi cinco kilómetros hasta Bürserberg con pendientes moderadas, con alguna rampa por encima del 10%.


Las sensaciones son extrañas pero parece que estoy mucho mejor que ayer. He descansado muy bien. Saliendo a las seis de la mañana y yendo por una carretera que no tiene salida, apenas pasan coches.


Voy en dirección sur y, hacia donde me dirijo, no hay nubes. El sol empieza a entrar y calienta rápido. Aún así, se aprecia mucha nubosidad por las montañas.


Entre Bürserberg y Brand hay media docena de kilómetros de muy poca entidad. Se pasa un túnel y la carretera llanea por un tiempo, incluso con un tramo descendente. El suelo está mojado, ha debido estar lloviendo esta noche y ni me he enterado.


Llego a Brand y se vuelve a subir. Me quedan casi seis kilómetros para llegar a Schattenlagant, con un kilómetro entero por encima del 11% para abrir boca.


La carretera termina y se convierte en una pista estrecha, perfectamente asfaltada. No hay rampas de excesiva dureza pero pica bien. A medida que me acerco al final, las nubes empiezan a cubrirlo todo.


El paisaje se endurece mucho y el valle se cierra, hasta llegar a una explanada con gran aparcamiento donde concluye la subida. Hay una caseta para coger el teleférico que sube al embalse de Lünersee y se ven un par de senderos por donde un grupo se prepara a subir con unas mochilas enormes.


Me doy media vuelta para bajar y es cuando veo unos nubarrones tremendos sobre la zona de Bludenz. Hace algo de fresco y me alegro de haber optado por la manga larga. Llevo más de una semana con un tiempo magnífico y algún día se tenía que torcer pero espero no mojarme.


Desciendo hasta el coche y cambio el cortavientos por la chaqueta de Gore-tex para subir a Bielerhöhe porque son más de cuarenta kilómetros hasta el embalse superior y pueden pasar muchas cosas. De paso, aprovecho para comer algo y así no tener que subir comida.


Como me imaginaba, hay casi treinta kilómetros de muy poca pendiente, a modo de falso llano. Voy pasando por varias poblaciones, siendo Gangenul la que posee el kilómetro más intenso, a un humilde 5%. Paso bajo unos telecabinas, de los muchos que hay por esta zona para acceder a los picos que me rodean.


Pensaba que se me iba a hacer más largo todo este puerto pero, con tantos kilómetros de aproximación, se me están pasando enseguida.


Estoy llegando a Partenen y el desnivel superado es muy poco. No miro los perfiles de los puertos, tan solo los números generales, con lo que sabiendo el desnivel que tengo que acabar logrando, me espero una buena subida en breve.


A la salida de Partenen hay peaje como en otras muchas subidas austriacas. Se trata de la llamada carretera alpina Silvretta. Me acerco a la barrera y la chica de la caseta me saluda con una sonrisa. Le hago el gesto de avanzar con la mano y asiente con un movimiento de cabeza, al tiempo que me levanta la barrera para que pase más cómodo, sin tener que pagar los 15€ que le cuesta a un coche.


Empiezo a subir con la carretera encharcada. Ha tenido que estar lloviendo con fuerza hace muy poco tiempo. Se suceden varios kilómetros al 9% muy espectaculares, con un montón de herraduras para salvar la pared.


Me cruzo con varios grupos de moteros, cuyo paso no me había supuesto demasiado trauma en los treinta kilómetros de aproximación. En un momento, Partenen queda muy abajo.


Llego al Vermunt, el primero de los embalses, con el paso de algunos camiones de obras. Rodear este primer embalse me lleva un kilómetro llano, perfecto para tomar aire para la última subida.


El paisaje de alta montaña se vuelve más impresionante, al tiempo que caen un par de chispillas amenazando lluvia. Ha sido todo un acierto el cambio al Goretex porque voy mucho más tranquilo.


Después de un par de kilómetros al 8%, los dos últimos son más suaves, hasta alcanzar el Silvretta, el embalse que da nombre a toda esta autopista de montaña.


Hay un par de hoteles y comercios en la cima, junto a un hermoso aparcamiento repleto de coches y autocaravanas. Hay un montón de gente paseando y haciendo fotos. Se ve que es un lugar muy turístico.


Me encuentro por encima de los 2.000 metros de altitud y hace fresco. Estoy teniendo mucha suerte porque no termina de arrancarse a llover, y eso que el suelo está mojado.


Aprovechando que estoy con bici, me doy una vuelta hasta el final del embalse, para sacar fotos desde todos los puntos de vista posibles. Me cruzo con un par de ciclistas italianos que vienen de la otra vertiente, antes de iniciar el descenso hacia Bludenz. Llevo muchos kilómetros y 2.500 metros de desnivel pero aún es muy temprano.


La bajada es muy rápida hasta Partenen. La carretera ya está completamente seca y, abandonando las montañas, parece que el cielo aclara bastante.


Llego a Bludenz y me pongo a comer, con toda la tarde por delante. Me tengo que desplazar casi cincuenta kilómetros para llegar a Warth, donde me voy a encontrar el siguiente puerto: el Hochtannberg. El trayecto hasta él me lleva por el espectacular Flexenpass, un puerto plagado de túneles y viseras hasta llegar a la localidad de Lech.


Hay veces que el trayecto es mejor que el puerto que vas a ver y éste parece ser uno de esos casos. El Flexenpass me deja impresionado. La pega para la bicicleta es que se trata de una zona con muchísimo tráfico, sobre todo en su primera parte, cuando se transita por la carretera de Innsbruck sin la alternativa de una autopista.

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