De Peña Cabarga a Las Enguinzas

La noche en las Tetas de Liérganes ha sido graciosa, con una sinfín de luces en el cielo. Hacía tiempo que no veía tantos relámpagos. Por suerte, los truenos sonaban lejanos y no me han molestado para dormir, cosa que he hecho a pierna suelta hasta bien entrada la mañana, bajando a la estación de Liérganes para arrancar la etapa casi a las diez.

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Peña Cabarga a Enguinzas Liérganes 75 km 1600 m+ IR



Hace un montón de años que no subo a Peña Cabarga y me da por rodar hasta Heras para recordarla. Al ser un sube y baja que queda un tanto aislado, es difícil meterlo en rutas más cargadas de puertos que la que pienso hacer hoy.


Tras algo más de una docena de kilómetros llanos, llego a la rotonda de salida de esta famosa subida cántabra. Me esperan seis kilómetros al 9% de media para llegar al mirador.


El inicio es duro, con dos kilómetros por encima de la doble cifra. Además, se me hace más duro aún porque me duele mucho en el culo en la zona del glúteo derecho, donde me ha salido un bulto, una inflamación blanda bastante llamativa.


Enseguida se adquieren buenas vistas de toda la bahía de Santander, a la espera de que sean mucho más abiertas en el mirador de la cima. La molestia del culo y mis pocas fuerzas hacen que vaya todo el tiempo de pie pero consigo subir a muy buen ritmo.


La parte central de la subida da un respiro. La pendiente baja a un 8% en el tercer kilómetro y a la mitad en el siguiente, lo que supone un gran descanso para coger fuerzas para los dos finales.


Me voy cruzando con varios paseantes y con algún que otro tipo con prismáticos mirando al peñón. Llegando a los dos kilómetros finales aparece una señal del 18% que nunca se llega a alcanzar en el altímetro.


La zona de herraduras es la más bonita y entretenida de toda la ascensión, para enfilar el último kilómetro que lleva a las antenas.


Hay varias pintadas en el suelo, sobre todo animando a los colombianos, con alguna que otra bandera tricolor. No sigo mucho el ciclismo pero me imagino que, por lo bien que están las pintadas, por aquí pasaría La Vuelta el año pasado.


Al llegar a la meta de Cofidis, me encuentro con la sorpresa de la niebla y me quedo sin el gran premio que se supone que es el aliciente principal de llegar hasta aquí.


Arriba hay un betetero que me pregunta si se puede bajar por pista de tierra, algo que desconozco, así que se baja por donde ha subido. Mientras tanto, decido quedarme un rato para ver si la nube se mueve un poco y puedo disfrutar de las vistas, algo que no sucede pero que me sirve para ver que el sillín lo llevo totalmente desplazado hacia atrás, corrido en los raíles. Saco las herramientas del bote y lo coloco en su sitio con la esperanza de que eso fuera la causa de mi reciente dolor de culo y que la inflamación vaya remitiendo a partir de ahora.


Nada más montar, el adelanto del sillín a su lugar de siempre resulta milagroso y deja de molestarme el culo. Llevaba varias salidas y ni me había dado cuenta de que el sillín se hubiera movido tanto, y eso que era escandaloso. Soy un desastre con el mantenimiento de la bici, lo reconozco.


Ayer decidí que hoy iba a hacer La Estranguada por su vertiente de Lloreda, así que abandono el macizo de Peña Cabarga y sigo hasta Serón para rodear el macizo de Las Enguinzas.


Tampoco es que hubiera mucho tráfico en la carretera de Serón pero meterme en la de Lloreda es una gozada porque no pasa nadie por ahí.


El verde de esta zona es maravilloso en esta época y voy disfrutando como un enano del paseo. La etapa va a ser corta y eso me da para ir gozándola como nunca. Creo que cada vez me tientan más estas etapas. Será que me estoy haciendo mayor.


Subo la primera tachuela que hay antes de llegar a Esles, con premio de montaña pintado en el suelo. Han sido dos kilómetros para ascender cien metros, con unas curvas muy chulas que alguna vez me han costado un huevo. 


Desde Esles quedan otros ocho kilómetros de ascensión, con otros dos kilómetros relativamente suaves, sin superar el 6-7%. Al llegar a la Cruz de Llerana, a mano izquierda, empieza la subida real a La Estranguada por esta vertiente.


Desde aquí quedan seis kilómetros, con un primero al 10% que me deja bastante tocado para el resto de subida. Se trata de una ascensión muy intermitente y lo mismo se sube una rampa al 14% que se llanea durante unos cuantos metros.


No sé si será el bochorno que hace pero voy muy tostado. La parte alta del puerto aparece cubierta por la niebla y me temo que no voy a ver mucho en la parte final.


Esta vertiente siempre me ha parecido muy complicada para alguien que se acerque sin GPS porque salen pistas asfaltadas por todas partes y no siempre se sigue la que parece evidente. La pendiente es del 6% pero con muchos escalones de doble cifra.


Una pequeña bajada antecede al último kilómetro, donde la niebla es la protagonista privándome de las vistas del valle desde la cima.


Me arden las piernas. No llevo ni dos mil metros de desnivel y siento una fatiga que no es ni medio normal. Menos mal que ya solo me queda descender hacia Merilla y empalmar con la bajada de Lunada.


En el valle del Miera no hay niebla y luce el sol. Tan solo me quedan un par de repechitos y ya estoy en Liérganes.


La ruta concluye con 75km y 1600m, algo muy suavecito para cómo llego al coche, totalmente fundido de piernas. Espero que una buena tarde de cine con las piernas en alto me devuelva a un estado suficiente como para no morir mañana.

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2 Comentarios

  1. Yo tuve el mismo "premio" en Peña Cabarga: niebla. Menos mal que allí conocí a Ramón Tuercerradios.
    El descenso de Estranguada a la carretera de Lunada era en tierra cuando estuve por allí.
    Esas rutas cortas, a mí me encantan.

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    1. Pues sería hace muchos años porque esa carretera la he conocido asfaltada desde 2007.
      A tuercerradios yo lo conocí en el Moncayo pero éramos tantos que ya ni me acuerdo.

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