La vuelta del Asón

Ya estamos a mediados de octubre y todavía no he hecho ninguna brevet, aunque sea la más corta de 200km, cosa que no ocurre desde que empecé a andar en bicicleta allá por 2006. Por mantener la costumbre, aunque algún día tendrá que terminarse, me planteo una vuelta a La Sía que, saliendo desde Plentzia, redondea las dos centenas si atajo por el Puente Colgante. No es moco de pavo la salida porque hace tres semanas que no cojo la flaca, dos que no salgo a correr y una que no hago ni un triste abdominal.

XTREM CAT 1 CAT 2 CAT 3 CAT 4


La vuelta del Asón Plentzia 200 km 2700 m+ IR

(Click en el perfil para ampliarlo)


Salgo de Plentzia al amanecer, que ya casi se va a las nueve de la mañana. Hace una temperatura excelente para estas fechas y se esperan más de 30ºC para la tarde.


Subo a Barrika y ya me sobran los manguitos que me he puesto para la salida. El sol se levanta por el fondo del valle del Butrón y queda una estampa muy chula con el puente del metro en primer plano.


En apenas media hora me encuentro en el Puente Colgante, donde coincido con un grupo de japoneses con su guía, a la que, por cierto, no hacen ni puñetero caso.


Atravieso Santurtzi y llego a Muskiz, donde me llama la atención la peste de Petronor. Cuando vivía en Bilbao no notaba tanto la diferencia pero, ahora que vivo en Plentzia respirando el aire limpio que llega del mar, se nota una barbaridad la contaminación que tienen en esta zona.


Tras pasar por Sopuerta, después de ser adelantado por varios grupos de ciclistas, llego a Artzentales y empiezo a subir El Peso, la primera tachuela de esta parte del recorrido.


Apenas llevo cuarenta kilómetros y las piernas me duelen como si me estuvieran dando martillazos en los cuádriceps. Me cuesta una barbaridad negociar rampas con un mísero 5%. Empiezo a subir La Escrita por esta vertiente del valle de Villaverde con la sensación de que no voy a ser capaz de llegar arriba.


Pongo un ritmo de supervivencia para subir un puerto que no cambia el 4,5% en los seis kilómetros de distancia que tiene y el calor empieza a hacer mella. Apenas cincuenta kilómetros y ya llevo una buena tostada encima.


El descenso me lleva hacia la carretera de Burgos, camino de Ramales de la Victoria, a donde llego con setenta kilómetros y con las piernas a punto de estallar.


Paro en Ramales para tomarme un respiro y llamo a casa, dejándome el móvil tirado a los pocos minutos de empezar a hablar. Definitivamente, hoy se ha muerto y habrá que buscarle sustituto. Han sido muchos años juntos y me va a dar pena desprenderme de él.


Tras el bajón por la muerte del móvil, llego a Arredondo con las peores sensaciones que se pueden tener antes de afrontar un puerto de veinte kilómetros como La Sía, que va de menos a más. Lleno el bidón de agua y, con un calor tremendo a estas horas del mediodía, inicio la subida más dura de la jornada.


Me cuesta rodar hasta en los tres primeros kilómetros que van hasta la pequeña localidad de Asón, con una pendiente del 2% que no se puede considerar subida. Voy a petar a lo grande.


Los seis kilómetros finales del collado de Asón ya toman la pendiente de un puerto y el 6-7% constante hasta el mirador me parece un muro infranqueable. La temperatura supera los 30ºC y voy tan turrado que me tengo que parar dos veces en cuanto pillo una sombra.


Corono el collado de Asón haciendo eses, al tiempo que me adelanta un ciclista venido de Santiago de Compostela que acaba de subir Los Machucos. Va con prisa y deja La Sía para la tarde mientras yo descanso en el mirador.


Me siento vacío. Llega un motero preguntando por el nacimiento del Asón, el cual está seco a más no poder y se tiene que quedar con las ganas de verlo. Tras un rato de charla, continúo con la subida a La Sía.


Pongo ritmo de mantener el equilibrio y para arriba que voy, con bastante aire de cara en cuanto tomo el desvío. Si ya voy así de salida no sé lo que puede ser la parte dura del final. Cuando llevo algo menos de dos kilómetros, en la cota 805, llevo los labios tan secos que, al ir a echar un trago del bidón, me doy cuenta de que me lo he dejado en el mirador y tengo que volver a bajar.


De regreso en el mirador, el bidón no está. Hay una familia con niños y resulta que lo han cogido los críos y uno lo lleva en la mano. Si son los míos de pequeños no se me ocurre dejarles que cojan el bidón de un desconocido, pero bueno, el tema de las luces de la gente está como está.

Sigo camino de La Sía y, al llegar al cruce de nuevo, me lo pienso mejor y decido no sufrir en esta parte que me va a dejar frito. Me cuesta tomar la decisión porque desde la cima, bajando por Espinosa de los Monteros, no tengo ninguna dificultad hasta Bilbao. Pero no quiero sufrir este tramo y decido bajar por La Gándara a pesar de tener que lidiar con varias subidas de camino a casa, esperando poder recuperarme.


Llego a Ramales de la Victoria totalmente derrotado, con una caraja que hace que la cabeza me de vueltas. Apenas me apetece comer y no hago más que beber y beber. No me apetece pensar y la vuelta a casa la hago por donde he venido.


El calor va a más en el valle de Carranza y me detengo en el último bar que hay previo a la subida a La Escrita para comer un helado que me refresque un poco. Dejo la bici fuera, apoyada al sol junto a la puerta, y el termómetro alcanza los 42ºC estando a sol. Obviamente no hace esa temperatura pero se queda totalmente recalentado.


De nuevo al tran-tran, me pongo a subir la vertiente vizcaína de La Escrita y doy toda la pena que se puede dar en un puerto tan humilde como este. Todavía me quedan más de 50km para llegar a los doscientos y voy a sufrir de mala manera.


La tachuela de El Peso es ya la última dificultad hasta llegar a la ría y la hago más por ilusión que por otra cosa, porque sé que desde arriba hay unos cuantos kilómetros para dejarse llevar.


La bajada por Sopuerta me da muchos ánimos al ver cómo van cayendo los kilómetros, aunque empiezo a sospechar que me voy a quedar corto.


Llego a Muskiz a las 18:40, con apenas una hora de luz por delante. Debería darme prisa pero me meto en un supermercado a comprar unas palmeritas y una lata de Fanta porque no soy capaz de enfrentarme al 10% de Las Carreras. Me quedo tirado en el suelo durante un buen rato, con una petada encima de las que hacen época.


Al llegar al Puente Colgante llevo 180km y solo hay 15km hasta casa, así que me voy a quedar corto. Se me hace de noche en Berango y tengo que subir el alto de Barrika a oscuras porque no he llevado luz delantera, tan solo la trasera para poder ser visto. Para redondear los 200km y que la salida cumpla su cometido, me doy una vuelta por Gorliz y termino medio muerto, peor de lo que recordaba haber acabado desde hace muchísimo tiempo. Desde luego, me ha quedado una sensación de haber hecho el tonto que va a tardar tiempo en irse de mi cabeza.

Safe Creative #1007090003507

2 Comentarios

  1. RIP, Joseba, jajaja. Vaya salida, amigo. Me hubiera gustado pillarte hoy pa darte cinta pal pelo, jajaja.
    ¿Recuperaste el bidón?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, lo tenían unos críos. Hay días que ... eso, que hay días, jejeje

      Eliminar

PIEATIERRA se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier comentario que considere inapropiado.