El viaje soñado (VII) ITA - SUI

Hoy toca ruta internacional. Ha amanecido un día tristón y es más que probable que llueva a lo largo de la jornada. Pero no me importa, lo prefiero a que haga un calor insoportable. Tan solo espero tener suerte y ver los puertos despejados, sin niebla en las cumbres que me eviten apreciar los paisajes.

Nada más amanecer, con la primera luz del día, parto hacia Torri di Fraele. La subida es muy suave, perfecta para ir entrando en calor y para observar Bormio desde las alturas. Una sucesión de curvas de herradura te dejan en las torres, justo detrás de un precioso túnel en la roca. De allí, un par de kilómetros de llaneo y ligero descenso te llevan al Lago di Fraele por una carretera semiasfaltada, con bastante gravilla suelta.

















Bajando por otro camino diferente al que he cogido para subir, enlazo de nuevo con la carretera que lleva al Passo Foscagno. De nuevo rampas suaves para llegar a otro laguito en la cima, con un curioso homenaje a los muchísimos moteros de la zona.








Casi de seguido llega el Passo Eira, con alguna rampa más reseñable, pero muy cortito. La zona se ve que está preparada para la temporada de esquí con remontes y múltiples apartamentos.









El descenso me lleva a Livigno. Allí coincido con un ciclista italiano, de Milán, tifossi interista para más señas, con el que comparto varios kilómetros. En amigable charla rodeamos el Lago del Gallo metidos en una larga galería de varios kilómetros. Allí entrenan muchos ciclistas de la zona haciendo un recorrido ida/vuelta a resguardo de la lluvia. Le cuento mi plan de ruta y me dice que, al cruzar la frontera suiza, la carretera se acaba, que solo se puede pasar a ciertas horas.








En la zona de peajes me encuentro con dos catalanes que están haciendo el Alpennoséqué, una ruta organizada que debe haber para btts por todos los altos de la cordillera. Se han bajado porque por arriba debe hacer un frío de cojones. Ellos siempre van rondando los 3.000 metros y completamente metidos en la humedad de las nubes y por hoy han decidido dejarlo ya. Nos despedimos del italiano y allí nos quedamos esperando a la hora de apertura del túnel. Pagamos 5 euros al encargado de llevar bicicletas de un lado a otro en un carro adosado a un minibus (son para pagar el peaje del túnel) y para allá que vamos cruzando la megapresa.






Al entrar en el túnel comprendemos el porqué de esperar turnos de paso. Se trata de un túnel de 4 kilómetros con un solo carril estrechísimo, una puta cueva sin apenas iluminación. Por eso no se puede ir en bici. En el trayecto voy hablando de puertos con los dos catalanes, que son de Ribes de Freser, y que alucinan de que conozca el Col de Jou, Les Barraques, Collfred, ..., casi mejor que ellos. Una vez pasado el túnel, toda una aventura, nos despedimos. Ellos van a entrar en calor y yo a subir de nuevo, aunque el Ofenpass (Pass del Fuorn en italiano) por esta vertiente no sea gran cosa.





A partir de ahí me empieza a llover. Desciendo por el Val Müstair por unas praderas increíbles hasta llegar al paso fronterizo. Siguiendo bajo la incesante lluvia me detengo en Prato para reponer fuerzas. Para ello entro en un supermercado en el que todo el mundo habla en alemán, aunque estemos de nuevo en Italia.








Llega el plato fuerte de la jornada: el Stelvio. La fama precede a este puerto por su extrema belleza y por sus 'Tornanti' numeradas. Y sí, es precioso, aunque cuando se dice que es el más bello de todos se debería puntualizar que es el más bello de todos "los que conozco". Yo ahora conozco unos cuantos mucho más espectaculares.

Comienzo la subida chispeando y tengo la fortuna de que vaya cesando a medida que voy subiendo, hasta el punto de abrirse algún claro que me permite apreciar bien toda la subida. Al iniciar creía que no iba a ver nada pero la fortuna me sonríe en esta ocasión y las nubes se van moviendo de un lado a otro dejando ver los perfiles montañosos. ¡Precioso puerto! Y muy entretenido. Ir contando hacia abajo las curvas numeradas hace que se pase muy rápida la larguísima subida. La pena, pues que al estar el día así no hago muchas fotos.












Arriba no parece haber mucho movimiento, dado lo feucho que ha quedado el día. Me meto en la cafetería y está petada de gente. Pido un colacao y, lógicamente, no tienen, pero me ofrecen una especie de leche con chocolate que no he tomado nunca cosa tan rica. Como únicamente voy con maillot corto, manguitos y cortavientos bajo el chubasquero, y estoy mojado de la lluvia, les pido algún periódico para la bajada y me dejan una caja de cartón de la que saco un peto que vaya empapando.

En el descenso, como aún es pronto y ando bien de fuerzas, tomo el desvío del Umbrail Pass. Me deja de llover y aprovecho para hacer alguna foto en la bajada, que está recién asfaltada por lo que se ve. Tan solo un pequeño tramo se mantiene con gravilla compactada, pero es muy corto y se anda muy bien por él. Otro puerto precioso. Con Santa María Val Müstair a la vista, doy media vuelta.








De mitad para arriba me vuelve a llover y ya no parará hasta Bormio. Me cambio, que voy empapado, y toca viaje largo. Consigo hacer alguna foto del Stelvio por su vertiente de Bormio y continúo viaje rumbo a Alemania. A la altura del Lago di Résia, aún en Italia, se me hace de noche.







Seguidamente, entro en Austria por un angosto desfiladero pétreo. Observo un edifico incrustado en la roca con aires de la 2ª Guerra Mundial. Incluso hay un cañón en la explanada. No me puedo perder todo esto, así que decido quedarme a dormir aquí, merece la pena. Total, mañana solo hay un pepinazo imposible y tres pequeños puertos que están juntitos. Viajaré en cuanto amanezca.

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