Mi primera maratón de montaña

Y no va a ser la última, por ahora, porque creo que le voy a dar una oportunidad a la V. Marcha Amescoana que tendrá lugar a mediados de abril en Urbasa.

Está claro que esto de hacer rutas prediseñadas no es lo mío y que prefiero hacer independientes con el diseño del recorrido hecho a mi medida. Me aburrí como una ostra en la mayor parte, sin duda, de relleno para cubrir esos 42km. Con la subida a las cumbres del Mandoegi y del Urepel, a nivel paisajístico, ya estaba todo el pescado vendido.

Salimos a las 07:00 de la mañana del frontón de Villabona. Aún es de noche y, con el cambio de hora, apenas he dormido un par de horas. Según la organización, estamos más de 1.200 y pico mendizales. Cada minuto, dan la salida a grupos de cien así que, como tengo el 308, salgo más bien de los primeros. Me sellan en este primer control (K-1) a las 07:06 horas.




Nos amanece por alguna parte y empiezo a ser consciente del lugar en el que me encuentro. Los montes guipuzcoanos nunca han sido de mis favoritos. Ni son Pirineos, ni son Cordillera Cantábrica,... son el final de todo y el principio de nada. Las fechas no benefician en nada con los bosques aún sin hoja. Aún así, me parecen preciosos estos bosques a orillas del río Leitzaran.





Metido en plena marabunta llego al K-2 de Lapurtxulo, en el kilómetro 9´6. Me sellan la txartela a las 09:00. Allí, junto a un refugio de montaña, se encuentra el primer avituallamiento. Hay cuartos de manzana y de naranja y un termo enorme de caldo. Me tomo uno bien calentito, que con el fresquito que hace entra de cine, y prosigo camino con muy poquita gente por detrás. Me han adelantado muchísimos que caminan con mayor ritmo que el mío, algunos hasta en un plan matxaka que no me esperaba en una marcha de este tipo. Además, me paro un instante a ponerme un par de esparadrapos en los pies, que empiezo a notar roces en los talones.



Siguiendo por algún que otro cortafuegos, llegamos a hacer cima en el Onddo. Esta parte ha sido agradable, incluyendo algún tramo de praderas y con las vistas mucho más abiertas. Empieza a hacer bastante calor y sobran los pantalones y la chaqueta de montaña.






Al K-3 de Etzela, en el kilómetro 15´9,  llego a las 10:32. Aquí decido descolgarme de la marabunta e ir más en solitario. Total, voy solo, y no me apetece ir escuchando conversaciones ajenas durante tantas horas. Llevo una hora de adelanto sobre el cierre de control y no creo que tenga problemas en completar la ruta.




Tras coger un cuarto de manzana y otro de naranja en el avituallamiento, me quedo en calzoncillos y me cambio de ropa. Me quito la de montaña, ya que hace mucho calor, y me pongo el pantalón de correr y las zapatillas de running. Por los terrenos que nos están llevando no hacen falta las botas para nada. También aprovecho para comer bien, de lo que yo llevo, por supuesto.

Tras esta buena parada, me pongo de nuevo en marcha rumbo a la cumbre más alta de la jornada: el Mandoegi. Para llegar a ella caminamos por el cordal de la Sierra de Adarra, haciendo cima en el Leuneta y el Abadekurutz. Mi ritmo de subida es más elevado que el de muchos y, a pesar de haberme quedado algo rezagado, empiezo a pasar a mucha gente que camina en solitario. Esta parte es, con mucho, la más atractiva de todo el recorrido, con las vistas del mar a nuestras espaldas y los primeros montes navarros prepirenaicos a mano izquierda del cordal.







A un descenso pronunciado le sigue una nueva subida, el Urepel. Esta parte del recorrido la estoy disfrutando de veras.






Pero a partir de aquí, ¡qué coñazo! Un descenso vertiginoso, de esos que joden las piernas, nos lleva hasta el K-4, en el río Leitzaran. Sello la txartela a las 13:15. Estamos en el kilómetro 26´3 y ya hay gente que está abandonando. Me tomo otros cuartos de naranja y de manzana (en los avituallamientos no hay nada más) mientras una chica le aconseja a su novio que abandone, que aún restan unas cuantas horas para terminar. Yo no estoy cansado físicamente pero empiezo a estar hasta los mismísimos huevos de la marcha.





Prosigo ruta como quien camina sin rumbo fijo ya que, viendo hacia donde nos dirigimos, considero que lo guapo de la ruta ya ha pasado. Sigo a buen ritmo y voy pasando a más y más gente de la que antes me había pasado a un ritmo elevado. Es curioso, pero ya va todo el mundo solo, cada cual a su ritmo, algo que yendo en grupos nunca entenderé. Algunos van bastante cascados por este tramo cerrado entre bosques y salvando enormes pendientes por laderas verticales. Al K-5 del kilómetro 32´3 llego a las 14:50.





Tras otros gajos de lo mismo, ya solo queda ascender un poquito más para llegar al Urdelar. Desde allí, casi todo para abajo. En este tramo de casi 10 kilómetros, y ya es triste, me entretengo dando caza a los que voy viendo por delante mío. En parte, por terminar de una puta vez y, en otra, por ver las caras de reventados que llevan muchos de los que al principio corrían junto con los machacas de la marcha. A Villabona, al K-6, llego a las 16:53, casi con 40 minutos de ventaja sobre la hora tope.





Me quedo hasta el sorteo de regalos y no me dan nada, aparte de unas pedazo agujetas en los cuadriceps para un par de días. Aunque creo que el premio me tocó ayer en la Media del Oso.



No me ha parecido divertido esto de las marchas de montaña. Prefiero marcarme un par de picos y subirlos a mi bola aunque, eso sí, le daré una oportunidad a la marcha de Urbasa. Como con las de bicicleta o con las de correr a pie, prefiero juzgar con algo más de conocimiento.

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