Cuerda Larga ... larguísima

Hace justo un año que me quedé con las ganas de hacer la Cuerda Larga invernal, una ruta de 18km que recorre todo el cordal de la sierra de Guadarrama, desde el puerto de Navacerrada hasta el puerto de La Morcuera, pasando por todas sus cumbres: Bola del Mundo, Valdemartín, Cabeza de Hierro Menor, Cabeza de Hierro Mayor, Asómate de Hoyos, Bailanderos y La Najarra.

Esta temporada es uno de mis objetivos principales. Le tengo unas ganas tremendas a esta ruta y, después de las grandes nevadas del fin de semana en la zona centro, espero al primer día despejado para salir pitando.

Parto de Bilbao casi a las 03:00 de la madrugada. No he dormido nada y tengo que parar media hora a la altura de Aranda porque se me caen los párpados al suelo. Hace frío, mucho frío. Al Puerto de Navacerrada llego pasadas las 08:00 con -7ºC en el termómetro del bar del puerto. Apenas hay un par de coches en el aparcamiento y, mientras me preparo para la ruta, me dan casi las 09:00.

La pista de la Bola del Mundo está en perfectas condiciones. Voy ganando altitud rápidamente y las vistas de Navacerrada son impresionantes. Por arriba está completamente despejado, lo que indica que voy a disfrutar de una jornada memorable.







Son ya varias las ascensiones que llevo a la Bola del Mundo, tanto andando como en bicicleta, pero esta está resultando algo especial. Tengo como un gusanillo metido en el cuerpo y estoy con muchísimas ganas de llegar arriba y observar el paisaje nevado.



Mirando hacia el oeste se divisan perfectamente las cumbres blancas de la sierra de Gredos. Mucho más cerca se encuentran Abantos, Jarosa, Guadarrama, ...



Sigo por la pista, invisible desde un principio, y comienzo a tener algunos problemas para caminar. Hay ocasiones en las que me hundo casi hasta la rodilla.





Cuanto más arriba estoy, más se percibe el manto de nubes que cubre la vertiente norte de la sierra. La niebla cerrada tapa Ávila y Segovia pero parece que pronto se desvanecerá y las vistas serán totales para ambos lados.



Me paro un instante al abrigo de las antenas para echar un meo. Aquí arriba corre un poquito de viento y, aunque no es muy molesto, la sensación térmica no aconseja sacar la mano del guante y dejarla expuesta al aire.



La visión de la meseta sur es mucho más abierta que la norte. Quedan nítidos los embalses de Navacerrada y Santillana y, aunque sobre la capital hay una densa niebla, se puede apreciar el perfil de las torres de La Castellana.



Ahí de frente tengo el objetivo. Desde Guarramillas se ve muy claro el itinerario que debo seguir apoyándome en el vallado de las pistas.




Impresionante la visión frontal de Peñalara y toda la caída del valle de Lozoya desde este punto.



Llego al collado de Guarramillas, sobre las pistas de Valdesquí, ya con cierta dificultad. Hay muchos tramos en los que me hundo hasta las rodillas y, a este paso, la Cuerda Larga se me va a hacer muy larga.



La subida al Cerro de Valdemartín se hace bastante entretenida pero tremendamente dura. Cada pisada es una lucha por avanzar medio metro sin caerse en el grueso manto blanco.



La visión de la canal del Ventisquero de la Condesa, donde nace el río Manzanares para llegar al Tajo previo paso por Madrid y sumarse al cauce del Jarama, es de lo mejor de toda la ruta.




Un buen momento para echar la vista atrás y observar con detenimiento  Siete Picos, La Bola y La Maliciosa. La niebla de la meseta norte ya ha desaparecido y las vistas son amplísimas.




También se va levantando la nube tóxica que ha amanecido sobre Madrid. El arroyo de Tejada ya se aprecia con total nitidez y es una gozada contemplar el serpenteo del Manzanares hasta llegar a la capital.




Mira que soy un cegato pero juraría que llego a ver el pico Almanzor allá a tomar por culo. ¡Magnífico día el que he pillado!



Es tan difícil escoger un lado para el que mirar como ascender a las Cabezas de Hierro. La pendiente se acentúa y también la densidad de la nieve. Se hace durísimo avanzar en estas condiciones pero todo sirve con tal de seguir disfrutando de las vistas sobre Rascafría a la izquierda y del embalse de Santillana a la derecha.




Entre las Cabezas de Hierro, la Menor y la Mayor, me tengo que calzar los crampones. Hay una ladera más expuesta a los vientos del norte y se encuentra totalmente helada. En el descenso de Cabeza de Hierro Mayor, punto más alto de la ruta con sus 2.383 m., la nieve acumulada es una auténtica pasada y cada paso es de una dureza enorme porque me llega hasta la cintura.




Desde aquí ya se divisa el final de la ruta y el embalse de Lozoya aparece justo enfrente. Estoy en la Loma de Pandasco, totalmente expuesta, lo que hace que la nieve vuele y el hielo asome. Agradezco estas condiciones de piso porque voy algo cascado de estar luchando a cada paso con el montonazo de nieve que hay.



El trayecto hasta Asómate de Hoyos, por este motivo, es mucho más fácil que lo que llevo por detrás.



Me cruzo con un grupo de montañeros en este punto. Van a hacer Cabeza de Hierro y, comentando la jugada, me advierten de lo complicado que está el paso por Bailanderos. La nieve se acumula protegida entre las rocas y hay puntos en los que te hundes hasta la cintura.



Cada vez está más cerca la sierra pobre. Dan ganas de seguir hasta Somosierra y más allá hasta la sierra de Ayllón. ¡Preciosas vistas!



Llego a la zona rocosa de La Pedriza con el embalse de Santillana a los pies. Toca pelear con las rocas de Bailanderos que bien hacen honor a su nombre y bailan de lo lindo. La huella del grupo con el que me he cruzado en Asómate de Hoyos es de gran utilidad y la sigo completamente hasta La Najarra, último pico de la Cuerda Larga antes de descender hacia el puerto de La Morcuera.






Desciendo por la canal, siguiendo el curso del arroyo, y metiéndome hasta el cuello de nieve. Una auténtica pasada esta parte de la ruta, con el bosque de La Morcuera como objetivo.




Más de 18km. después, después de una larga lucha para avanzar a cada paso, tras un disfrute tanto personal como paisajístico de los de hacía tiempo, llego al refugio de La Morcuera.



El plan que llevo contempla seguir la ruta de la Vía Verde nº 6, la del camino viejo de Madrid, para llegar al monasterio de El Paular y seguir después la nº1 hasta el puerto de Cotos y coger el trenecito hasta Navacerrada. Pero con tanta nieve se me haría insufrible, así que decido tirar por la carretera, mucho más ligero.

La distancia se me dispara una barbaridad, casi hasta los 60km. Voy haciendo dedo por si suena la flauta pero no baja ningún coche. A falta de 6km para llegar a Rascafría, el primero que pasa me para y me deja en el cruce del pueblo. Al ritmo que voy, me ha quitado una hora de caminata.

Otra vez toca seguir andando y soy consciente de que no llego a Cotos antes de que salga el último tren a las 17:43. Sigo haciendo dedo pero no me para nadie hasta que, a falta de 5km para coronar el puerto, lo hace una pareja mayor. Me dejan junto al coche en Navacerrada después de una jornada inolvidable con casi 40km pateados.

Me voy a dormir a San Ildefonso. Mañana toca bici.

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