Mar y montaña

Hoy es el Día de la Madre y le vamos a regalar a Amaia el bien más preciado que se puede tener: tiempo libre. Para que haga lo que quiera sin que nadie le toque la moral, me llevo a los niños a patear un poco por ahí y, como acabo de regresar del Mediterráneo, me apetece darme un gustazo con un mar de verdad de fondo, así que elegimos la subida a Punta Lucero para combinar mar y montaña en una misma salida.




El inicio en Muskiz desde la estación del tren de cercanías en el que hemos llegado es un poco rollo porque tenemos que ir por el arcén de la carretera hasta Las Carreras. Las chimeneas de Petronor presiden la estampa.



Pero una vez que llegamos a Las Carreras, en apenas un kilómetro, giramos a la izquierda entre las casas para ir en búsqueda del bidegorri del Kardeo.



Una primera subida nos sirve de calentamiento. Por el barrio de Murrieta, con unas vistas espectaculares, rodeamos el Montaño. Pasamos la autopista A-8 por encima y, por una pista perfecta, accedemos al bidegorri que va desde la playa de La Arena hasta Portugalete.




Llegamos al bidegorri con Kardeo a la vista. También alcanzamos a ver por primera vez Punta Lucero, nuestro objetivo de la jornada, aunque La Quemada se alza en medio con su forma puntiaguda.



Entre un montón de granjitas, con una diversidad de animales que a Yaiza le apasiona, llegamos al barrio Aldapa de Zierbana. Allí iniciamos la subida a Punta Lucero por la pista cementada de acceso al alto.




A nada de empezar a subir, las vistas del Abra son el mayor atractivo, con el Puerto de Bilbao a nuestros pies.



El cemento es reciente y, aunque ésta era una subida para beteteros, bien lo puede ser ahora para la bicicleta de carretera.




El Serantes, con bastante más altitud que esta otra, sigue siendo la subida bicicletera más interesante de la zona, pero le ha salido una buena competidora.



Por desgracia, la pista hormigonada finaliza al inicio del complejo defensivo militar en ruinas que caracteriza este alto y ya solo es apta para btt hasta llegar a los bunkers. Nosotros optamos por continuar por el cortal, por la senda que enlaza los diferenrtes puestos de artillería.



El ganado campa a sus anchas por la zona y hay que tener un poco de cuidado con dónde se mete la bota si no quieres pisar chocolate.




Vamos avanzando y la playa de La Arena empieza a verse allí abajo. La costa cántabra y la vizcaína se reparten las miradas.



Es una subida muy entretenida por el atractivo que tienen los diferentes puestos: cañones, trincheras, bunkers, ..., todos ellos instalados en la postguerra ante el temor franquista de una invasión aliada por mar.




Y la playa de La Arena que sigue ahí, cada vez más visible y con mejor panorámica.




Un vistazo hacia atrás nos sirve para ver el Serantes con una niebla que se nos ha ido marchando según avanza la jornada. También se aprecia el valle que se forma entre las sierras de Lucero y Grumeran, entre las que discurren paralelas la N-634 y la A-8.



Y la montaña cántabra, entre nubes, allí a lo lejos. Esta cumbre tiene muchísimos atractivos paisajísticos, una auténtica gozada.




Llegamos al vértice geodésico. Es una cota humilde con sus 307 metros, pero de una belleza impresionante.




Los barcos mercantes esperan atracados fuera de puerto, en la mayoría de ocasiones, para ahorrarse los costes.



Con la ascensión finalizada, aprovechamos para echar un rato por los bunkers y recorriendo las ruinas del cuartel. Da bastante yuyu andar por sitios como este aunque, en este caso, no haya habido sangre sobre ellos.





En unos minutos, llega un grupo de beteteros. Sin duda, es una subida fabulosa para ellos.





Estamos en uno de esos lugares de los que da pereza marcharse por lo a gusto que se está.





Yaiza no pierde detalle. La tengo que llamar para bajar porque anda recorriendo todos los escondrijos del cuartel haciendo fotos con el móvil.





Un buen rato después, comenzamos a descender por el sendero que nos lleva directos a la playa.






Este camino es más recomendable para subir, mucho más montañero, pero es más gratificante bajar por aquí con las vistas de la playa de frente y no por la espalda.



Los ciclistas se tiran por ahí como si nada. Siempre me ha parecido alucinante la pericia con la que se nanejan los beteteros. A uno le consigo pillar en un salto con la playa de fondo y con el verde de la ladera de primer plano. La costa cantábrica es la más bella que conozco.



Estamos a unos metros del mar salvaje y, si echas un vistazo para adentro, montañas y montañas y más y más montañas, verdes, verdes y más y más verdes.



Seguimos descendiendo por el sendero que, a ratos, desaparece en la verde pradera.







Accedemos a la carretera de la playa a través de un paso vallado. No es época de baños pero ¡se nos quedan unas ganas!





Llevamos recorridos once kilómetros y ahora toca lo peor. Nos quedan cuatro kilómetros hasta la estación de Muskiz por el sendero que corre paralelo a la carretera.





Con los niños un poco cansados, hacemos un último esfuerzo para llegar a tiempo de que salga el tren de las 12:43, que es el que nos hemos propuesto coger.




Los críos se meten un buen calentón y llegamos con diez minutos de margen. Ahora que parece que hemos cogido una buena carrerilla de salidas montañeras, habrá que aprovecharla.

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2 Comentarios

  1. Casualidades de la vida. Ese mismo día estuve por allí con mi hermano con la bici de montaña. Curiosamente me acordé de lo que me hiciste sufrir cuando estuve contigo en el Serantes ya que fue nuestro primer monte del día. Nosotros estuvimos en Punta Lucero sobre las 12.00 horas. ¿y vosotros? ¡que pena no haber coincidido!

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  2. Pues sí, ¡vaya casualidad!
    Estaríamos por allí a las 11 o así, puede que algo antes.

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