Ida y vuelta a El Regato

Ya hace un tiempo, desde que vine por aquí en bicicleta para subir a la presa de Oiola, Amaia y yo teníamos planeado echar unas carreras desde el polideportivo de Gorostiza hasta El Regato por el paseo que bordea el embalse de Gorostiza.




Aprovechando que tenemos que hacer unas compritas en el Mega Park de Barakaldo, nos vamos para allí bien prontito, para terminar justo a la hora a la que abren los comercios del centro comercial.




Dejamos el coche en el polideportivo, nos ponemos a correr y, antes de darnos cuenta, ya hemos recorrido los poco más de cuatro kilómetros que tenemos hasta El Regato.



Damos media vuelta en el puente que hay junto al frontón, echamos un trago al bidón de agua que llevamos, y de vuelta para Baraka.



En cuanto damos media vuelta, comienza a chispear. No estábamos muy seguros de terminar sin mojarnos y parece que, si no nos dormimos, no cataremos agua.





El recorrido solo tiene una cuestecilla a la altura de la presa que, a la vuelta, es mucho más fuerte de bajada. Casi tenemos que bajar andando porque el piso resbala bastante al estar algo húmedo por las gotas que caen.



Las nubes que tenemos sobre la cocorota no tienen muy buena pinta. Hacia el mar está claro, lo mismo que tras las montañas, rumbo a la meseta, donde deben andar con un sol que en el Cantábrico no terminamos de ver.



Como el paseo se nos ha quedado en solo ocho kilómetros, seguimos un poquito más por el parque que lleva hacia Cruces.




Vemos unos aparatos para hacer ejercicios y, a la vuelta, antes de terminar, los probamos un poco. Hay algunos muy majos para ejercitar cuádriceps, un banco de remo, uno de brazos que te obliga a levantar tu propio peso, ...




Terminamos con diez kilómetros y nos vamos a hacer unas comprillas. Pero antes, hay que meterse una buena ración de grasa en el Ikea. Por 1´95€ tienen un desayuno especial con dos salchichas, dos de bacon, tortilla de patata y café con recarga infinita. Si es que, el que no se mete un segundo desayuno como los hobbits, es porque no quiere.



Nos vamos de tiendas y Amaia se pilla unas zapas nuevas, que las suyas llevan ya más de mil kilómetros recorridos, y yo me agencio una parrilla para llevar las alforjas en la nueva bici. Ahora tocará probarlas en el Canal de Castilla.

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