El bucle de La Jarosa

No me había fijado hasta que he ido a meter la entrada y he mirado la fecha de la última de cicloturismo, pero no cojo la bicicleta desde que volví del Macizo Central francés y de eso hace ya un mes y medio. Menos mal que la ruta que he improvisado por el embalse de La Jarosa no es gran cosa. Camino de Madrid, con un frío para el que los de Bilbao aún no tenemos el cuerpo hecho, hacemos una pausa en Guadarrama.




Tras dejar a Amaia a la altura del embalse, desciendo un par de kilómetros para iniciar la subida desde su base. Así entro en calor y le tomo el pulso a la bicicleta, que casi la tengo olvidada.



Un primer kilómetro llano y empieza la primera parte de la subida. Son dos kilómetros al 6-7% hasta llegar a la altura del embalse que me sirven para quitarme el frío helador que he pasado en el corto descenso.



La carretera que va al embalse no tiene pérdida. Saliendo de la nacional que sube al puerto de Los Leones, hay que pasar bajo la autopista de La Coruña.




En cuanto paso bajo la autopista, doy caza a los primeros beteteros de los muchos con los que me topo en la subida.




Solventados estos dos primeros kilómetros de subida, llego a la altura del embalse. Me detengo en el coche para coger el móvil y, si tengo algún percance, poder avisar a Amaia. Pero, mientras bajaba, he recibido una llamada y me entretengo un rato contestando.



Un buen rato después, prosigo con la ascensión. Bueno, mejor dicho, con el paseo, ya que los próximos kilómetros son completamente llanos bordeando el embalse.



Para la hora que es, casi las doce del mediodía, aún hace mucho fresco. Y eso que el sol pega de lleno.



Se nota que es sábado y me encuentro a multitud de paseantes por la carretera. También hay más de un niño andando con la clásica bicicleta de verano azul.



La orilla del embalse está petada de gente con cañas de pescar. No sé qué leches pescarán en un embalse como este, pero ahí están pasando la mañana.



Continúo mi pequeño paseo llano y, como voy entrando en calor y la subida fuerte se acerca, decido quitarme los guantes y soltarme un poco las cremalleras.



Concluye la parte llana llegando al kilómetro siete. El bar El Cordobés está petado de gente y tiro por la pista asfaltada de la izquierda. Casi tengo que preguntar porque apenas recuerdo la subida de la otra vez que estuve por aquí hace unos años.



En este punto, la carretera se encuentra cortada para el tráfico rodado y hay que sortear una barrera. Unos beteteros hablan de porcentajes y les doy ánimos. Solo habrá un par de rampas fuertes por encima del 10%. Una es algo durilla, llegando a sobrepasar el 15% en algún momento, pero con los desarrollos que llevan van sobrados.



La primera de estas rampas, tras pasar la barrera, me sirve para terminar de entrar en calor. Andaremos por un 8% pero eso no me preocupa lo más mínimo. Me inquieta más el estado del piso, algo estropeado en algún punto.



Subiendo a escalones, a cada rampa fuerte le sigue un amplio descanso. La inquietud inicial por el estado de la carretera se vuelve tranquilidad con la mejoría del piso. Recordaba una subida con mucha gravilla y, sin embargo, solo la pinocha ensucia la trazada.



La segunda rampa es, probablemente, la parte más exigente de la ascensión. Rondaremos el 15% en algunos puntos y la longitud de la misma, de más de 500 metros, hace que resulte interesante en la parte final. A los beteteros que salieron conmigo en la barrera se les hará durilla porque hace rato que los he perdido de vista.



Otro pequeño descanso da paso a la parte final, una sucesión de pequeñas rampas que no tienen mayor problema. Además, las vistas se abren por fin y se disfruta mucho más del paisaje, tan cerrado hasta este punto.



Casi doce kilómetros después, aunque tan solo cinco tras la barrera, se llega al alto de La Jarosa



La pista está cerrada al tráfico pero en el alto me encuentro con unos cuantos todoterrenos de cazadores.



Esperaba ver un cartel con una pezuña que debía estar en estas piedras, pero ya no está. Tan solo han dejado el anclaje metálico que tenía en la base.



La vez anterior me bajaron en coche por la otra vertiente y no recuerdo si estaba asfaltada ni si se encontraba en buen estado. Aprovecho que están allí los cazadores y me dicen que no hay problema si bajo despacio porque, salvo algún que otro bache, está igual que la que he subido yo.



Justo en el momento de mi partida, llegan tres beteteros que bajan lanzados por una trialera. Les doy paso mientras me entretengo observando el embalse desde un perfecto mirador.



Pero parece que con la flaca se baja más ligero que con ruedas gordas porque enseguida les tengo que pasar.



Y en un par de repechos se me quedan muy atrás y ya no les vuelvo a ver aunque bajo con sumo cuidado por si me encuentro algún bache escondido entre el montón de pinocha que, por momentos, tapa toda la pista.



Un par de tramos de tierra me obligan a ralentizar aún más la marcha aunque son tan cortos que ni siquiera tengo que desmontar.




Sin mayor problema, rodeado de chavalillos con mochilas que abultan más que ellos, consigo cerrar el bucle a la altura de la presa. No sabría decir cuál de las dos vertientes es más interesante.



Solo he hecho un puerto, solo han sido veinte kilómetros, pero me doy por satisfecho. Tenía idea de hacer alguna subida más aquí en Guadarrama, pero no me apetece. Mejor si nos vamos ya a comer un bocata en el famoso Romantic.



Hay que ver qué pedazo flautas se gastan en este bareto. A cada barra de pan le quitan el currusco y te la endiñan encima de un plato para que te hinches con ella.

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2 Comentarios

  1. Uno de los días que más frío he pasado en la bici fue bajando La Jarosa, trazando con nieve en algunos tramos. Si hubiese sabido de esos bocatas desde luego no hubiese ido a Abantos...
    Un saludo Joseba, de un sevillano en su destierro catalán!
    Enrique

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  2. ¿Destierro? ¿No te tratan bien los catalanes o qué? Que no me entere yo que voy a hacerles una visita, jejeje

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