III Ponle freno

Hace tiempo que no bajamos a los madriles pero hemos encontrado una buena excusa: la III Ponle freno, un 10.000 que organiza A3TV para concienciar a la gente sobre la seguridad vial. Este año han puesto unas casillas para que la peña indique a qué prefiere que se destinen los diez euros de la inscripción y, como no podía ser de otra forma, nosotros hemos marcado la de los ciclistas. Para las 09:00 está el parque del Retiro petadísimo de gente. Los más de 13.000 participantes es el principal motivo por el que Amaia ha elegido esta prueba.




El pistoletazo de salida tarda un rato en darse. Matías Prats se pone graciosillo llamando a Pepe mientras los porteadores de los globos de tiempos se marcan unos ejercicios de calentamiento en un altillo.



Por fin, se da la salida. Se suceden los codazos involuntarios entre tantísima gente. La mayoría portan la camiseta verde con dorsal, aunque nosotros no. Se les agotaron las camisetas de talla baja y solo les quedaban las XL, así que Amaia y yo decidimos salir sin ellas porque nos quedaban como sacos. El Buru no tiene ese problema porque se está marcando un soberano sinpa.



Todavía en los primeros metros, charlando con el Gordo, me doy cuenta de que Amaia se me ha quedado un poco atrás y que es fácil perderse en el gentío y, siendo yo el gregario encargado del agua, y viendo que él va un  poco más ligero con unos amigos, me despido hasta la meta. 



En el primer kilómetro, camino de Atocha, se nos une el Buru que se ha marcado un atajo por el parque para poder echar un meo. Una vez que llegamos a la zona de la estación, giramos a la derecha para bordear El Retiro por la subida de Alfonso XII, subida que Amaia no tiene en buena estima.



Llega el momento de la separación de los participantes que van a hacer la carrera corta de cinco kilómetros. Los de la prueba de diez tiramos por el túnel para seguir hasta la Puerta de Alcalá.



Llegamos a la Puerta de Alcalá y ya se ven corredores que van camino de meta. A esa gente se le tiene que hacer muy larga la mañana.



Seguimos por la plaza de Cibeles, donde se puede disfrutar de uno de los edificios más espectaculares que conozco: el ayuntamiento de Madrid. Me desvío un instante para poder sacar una foto sin que me moleste el sol de cara.



Tras la foto, solo tengo que mirar al horizonte de la prueba para ver el cabezón del Buru que asoma sobre los demás y saber dónde se encuentra Amaia. Aunque no tardo mucho en pillarles, enseguida les vuelvo a dejar para coger tres botellas de Powerade en el punto de avituallamiento.



Poco antes de llegar al Bernabeu, nos cruzamos con el Gordo que ya viene de vuelta con sus colegas y nos mandamos sendos saludos. Al tiempo, hago el reparto de bebidas y relleno el bidón que llevo para no derrochar nada. Hay que ver el poco aprecio que tiene la gente por un Powerade porque lo tiran casi lleno, y ¡cuesta una pasta, oye!



Ya estamos a poco de entrar de nuevo en el Retiro y se empiezan a oir los tiempos estimados entre algunos de los participantes. Amaia va de cine. No tenemos más que comparar su ritmo con el de los últimos clasificados con los que nos acabamos de cruzar en la Castellana. Hace poco nos encontrábamos en ese grupeto.



Entramos en el último kilómetro. A diferencia de otras carreras, estamos tan acompañados al final como al principio de la prueba. Solo en la Herri Krosa de Bilbao sucede algo parecido.



La entrada en el parque del Retiro es un pequeño paseo triunfal y, además, cuesta abajo. Se agradece ir para abajo en un recorrido que apenas tiene un metro llano.



Un último esfuerzo y, aunque nunca estamos atentos a los tiempos, sabemos que marcaremos un nuevo récord para un 10.000, así que nos ponemos manos a la obra. Pin-pan-pin-pan-...



Es impresionante el momento de la llegada con tantísima gente alrededor. Los hay que aprietan, los que celebran, los que se ríen, los que entran con los brazos en alto,... Amaia no lo celebra como antes, se nota que esta distancia la tiene más que asimilada y que ya está a otros objetivos.



En meta, nada más pasar la raya, nos quedamos parados como tres estatuas. ¿Y ahora qué? Hay que esperar un huevo de tiempo para poder salir de semejante marabunta.



Un rato después, conseguimos llegar al final. Dejamos los chips en una caja y cogemos unos plátanos, agua y más Powerade que nos vendrán de cine para el camino de vuelta a Bilbao. Aunque también habrá que recargar con unos buenos bocatas de calamares en la Plaza Mayor.



¡¡Chencho, Chenchooooooo!!



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