Más marcha de Saratxo

Por segundo año consecutivo aterrizo en Saratxo, a pies de la sierra Salvada, para ir de marcha por tierras alavesas. En esta ocasión, sorprendentemente, Yai es mi compañera de viaje, algo que no suele pasar muy a menudo.




Esta vez salimos a la hora, a las 08:30. Nos dan el papelito de control con los números 250 y pico que, con la gente que todavía va llegando por detrás, significa que pasaremos de largo de los trescientos participantes. A diferencia del pasado año, no hace nada de frío. Aún recuerdo la helada que cayó aquel día y la nevada que nos pilló en Lendoño.



El recorrido es en sentido inverso al del año pasado. Dada la buena afluencia, un par de saltos de valla camino de Gobeo, sobre todo el que nos encontramos junto a las vías del tren, se convierten en inoportuna trampa para la marcha. Un fenomenal tapón nos tiene detenidos durante un buen rato a nada de iniciar la caminata.




Saltamos la valla de uno en uno y, a partir de ahí, la marcha transcurre de forma normal hasta otro pequeño tapón, aunque mucho más llevadero.



La subida posterior es de la más fuertes del día, pero también de las más bonitas. Siempre es un placer pisar una alfombra verde y mullida como esta.



Esta primera subidita en la zona de Santa Cristina nos sirve para ir entrando en calor. Yai ha salido muy rápida. No está acostumbrada a hacer marchas y lo mismo se le hace larga.



La primera visión de la sierra de Gorobel es espectacular, como siempre. Sin duda, uno de mis paisajes favoritos.




Seguimos apretando el culo en una campa preciosa, con un caserío de piedra a nuestro paso en el que destaca una bañera exterior.





La marcha ya no está congestionada y se camina muy bien, siempre con gente a la vista pero sin ningún agobio. El solete va haciendo acto de presencia. Está quedando un día cojonudo.





Seguimos subiendo hasta Gobeo por una pista de grava que rodea varios terrenos ganaderos.





Después de la subida, siempre toca una bajada. Esta vez no va a ser diferente y enfilamos hacia Lendoño con ganas de pillar el avituallamiento. El día engaña y, en esta parte sombría y con aire de cara, conviene abrocharse las chupas.




Por un magnífico hayedo que nos ha dejado su manto de hojas como alfombra, tiramos hacia el alto de Las Campas. Hay una parte de subida fuerte pero, enseguida, es solo un paseo.




Llegamos al punto de control con un poco de caravana. Yai sube de maravilla, se nota que pesa muy poquito y que casi no le cuesta esfuerzo tirar para arriba.



Desde este punto, las vistas del Tologorri son excepcionales. Es una preciosidad de recorrido el de esta marcha y, como diría aquel, apto para todos los públicos.




Seguimos descendiendo hasta el área recreativa de Lendoño, ya con ganas de comer algo. Por si fuera poco, los asadores y merenderos incrementan el apetito.







¡Se sale! ¡Esta zona se sale! Vuelvo a decir que es uno de mis paisajes favoritos. El semblante del Tologorri, y de todo el cordal de la sierra, es impresionante.



Seguimos metidos por el bosque en busca de una pista que nos lleve al avituallamiento.






Yaiza parece coger la moto en este tramo. Me tiene asombrado lo bien que va la tía.





Pisamos asfalto por primera vez en toda la marcha en esta llegada al avituallamiento. Lo tienen situado en la zona del molino, junto al puente sobre el río.





En el avituallamiento, me tomo un caldito. Están a punto de sacar alguna jarra más y el que me toca está bastante frío. Yaiza se toma un yogur. Lo hace como si no hubiera desayunado. De hecho, no ha desayunado. También nos cogemos una manzana cada uno y unos filipinos.





Seguimos la marcha y Yai empieza a mostrar signos de cansancio. Tiene alguna que otra molestia en los pies, lo cual suele ser muy habitual cuando no tienes costumbre.





La pista por la que transitamos es muy cómoda para caminar. Se trata de un paseo por Mendeika, preparándonos para la subida final al alto de Burubio.





Seguimos estando acompañados en poca distancia con dos grandes grupos, uno delante y otro detrás.




Toca despedirse de las buenas vistas que vamos dejando atrás. En cuanto superemos este último escollo, ya no las volveremos a ver hasta la próxima oportunidad en que regresemos por estos lares.





El grupo delantero se nos escapa un poco. Yaiza tiene molestias en los pies y acusa el cansancio. Ya hemos obrepasado los diez kilómetros que, aunque no hayan sido muy exigentes, para ella ya han sido suficientes.







Se acerca el mediodía y la temperatura es buenísima para realizar una marcha, y más por estas fechas.





Llegamos a la cima de Santa Cruz de Burubio y, como ya todo es para abajo, parece que Yai se espabila.



La tía se pone a descender a ritmo de caza. Vamos pasando a gente de seguido. Tiene tantas ganas de acabar que no para. A mí me asombra ver lo bien que está acabando la marcha.






Tal es el ritmo de bajada que se marca, que llegamos mucho antes de lo que yo había previsto. Según la organización, han sido más de 17km y se me han pasado en un ti-tá.




Llegamos al puesto de control y nos regalan unos bidones de montaña, de esos metálicos. También nos dicen que cojamos unos paquetes de filipinos y unos packs de yogures. Además, en meta hay chocolatito caliente, algo que Yai agradece tanto que repite con gusto.

¡El año que viene, volvemos!

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