Paso 4: pasar de 200km

Hoy toca superar una nueva fase de la preparación para el Everest: recorrer 200km y estar sobre la bicicleta varias horas. Para ello, me programo una etapa con un desnivel majo, pero no demasiado dura, lo suficiente como para que pueda hacerla entera casi de día. A las 08:45, con la primera luz, parto rumbo a Durango para ir en busca del puerto de Kanpazar.




Desde que salí de casa, parece que esté haciendo el Dakar de camiones, siempre con mastodontes por todas partes. La N-634 ha sido una pasada pero, nada más meterme en la carretera de Elorrio, la cosa empeora notablemente. Creo que en pocas rutas he chupado tanto arcén.



Llego a la cima de Kanpazar con casi cincuenta kilómetros recorridos y con muy pocas fotos hechas. La orientación Este que estoy llevando, y lo temprano que es, hacen que el sol me pegue continuamente de cara. Para otra, tendré en cuenta este detalle porque no me enrolla nada que el sol ciegue a los coches que van tras de mí y me hace circular muy inseguro.




Abandono Bizkaia a poco de cruzar el alto y desciendo con rapidez hacia la rotonda de Mondragón. Remontando el río Oñati llego a localidad del mismo nombre y comienzo a subir Arantzazu. Como siempre, es entrar en Gipuzkoa y el termómetro baja un par de grados. Me suena el teléfono y Amaia me comunica que se ha lesionado corriendo.



El primer kilómetro de Arantzazu se mueve bastante por encima del 10% y, puede que porque me he quedado frío en el tramo del río, me empieza a pinchar un poco la rodilla derecha. Cada vez que entra en calor se me pasa, pero me preocupa. Solo falta que nos lesionemos los dos el mismo día.





A esta primera rampa le acompañan un par de kilómetros duros salpicados de algún doble dígito, pero con algunos descansos. Es una subida bien bonita pero en otras estaciones lo está mucho más.





Una vez superados estos tres primeros kilómetros, la subida afloja considerablemente y, por si fuera poco, gana en plasticidad con una perfecta panorámica sobre la presa de Jaturabe.





Es mediodía y estoy a punto de coronar. Solamente me quedan tres kilómetros para llegar al santuario y, echando cuentas de lo que me resta de etapa, empiezo a pensar que puedo llegar a casa de día.






El santuario está muy poco concurrido. Apenas hay una docena de coches aparcados en la explanada y, de uno de ellos, sale una pareja de montañeros. Esta es una zona guapa para calzarse las botas y tirar para Urbia o el Aizkorri.




Mientras estoy en la explanada, se me enfría de nuevo la rodilla y me empieza a doler bastante. Tal es así que llego al comienzo del puerto de Arlaban muy preocupado. Estoy en el punto más lejano de casa, a punto de llegar al centenar de kilómetros, y se me puede joder el día.




Llevo un par de kilómetros y maldigo no llevar un triste ibuprofeno para mitigar las molestias. Aún así, a medida que tiro para arriba, el dolor desaparece.



Esta parte de Gipuzkoa no es especialmente agradable. El valle del Deba soporta demasiado tráfico y está muy petado de industria. El paso por Mondragón, con tanta fábrica por todas partes, es bastante feucho. Con todo ello, casi sin darme cuenta, llego a la cima de Arlaban. Es una subida muy tendida y que solo apetece en cuanto se deja atrás Eskoriatza.



Antes de llegar a Landa, me detengo para llamar a Amaia y preguntarle qué tal se encuentra. Poco me dura la cosa porque en Vitoria hace un frío que pela y la tengo que dejar o me congelo. ¡Qué pasada lo de Siberia-Gasteiz!



Justo antes de llegar a Legutiano, se me rompe un radio. Dudo un momento y no sé si debo seguir el plan inicial o tirar por Barazar para acortar unos kilómetros. Como un radio no es muy grave, y como me encuentro con ganas, decido continuar con lo planificado.





En cuanto tomo el desvío de la cara B del Gorbea, la que pasa por el alto de Zárate, el viento sur me entra más fuerte. Solo me quedan unos repechos y será todo para abajo y con impulso extra.




La rodilla me duele aún más pero me he dado cuenta de que, si aprieto, no me duele. Lo puedo hacer porque me veo bien y me pongo como objetivo llegar de día a casa. Hago cálculos y creo que voy a llegar con bastante holgura.





Tras superar el mogollón de repechos que culminan en el alto de Zárate, llego a Murgia para iniciar el descenso de Altube. Me quedan cincuenta kilómetros de bajada que puedo hacer en poco más de hora y media entre el terreno favorable y el aire que llevo de cola.





Han terminado las obras de asfaltado de Altube a la altura del desvío para Amurrio. Nunca me había fijado en el recorrido que hace el río por esta zona. Hay un par de sitios bien chulos.



Al llegar a la base de Altube y entrar de nuevo en Bizkaia por Orozko, el sol comienza a caer rápidamente pero sé que llegaré a casa de día. Me he traído las luces para nada, aunque mejor así porque la temperatura baja mucho sin luz.



Muy animado y con muchas ganas, le meto caña desde Llodio a Bilbao. Son veinte kilómetros a saco en los que pongo la rodilla a tope. Lo noto en cada semáforo que paro, donde me cuesta volver a ponerme en marcha.



No me lo creo. Llego a casa a las cinco y media con muy buenas sensaciones. Pensaba que me iba a costar más y que me iba a doler bastante el culo, entre otras cosas. Pero no, si no fuera por el maldito dolor de rodilla, habría sido perfecto. Por suerte, una vez descansado, el dolor ha desaparecido totalmente. Será cuestión del frío que está haciendo.

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