Paso 5: subir +4000

El plan de hoy es interesante. Me apetece subir a San Miguel de Aralar y ver cómo anda de nieve, así que me monto una ruta que me sirva para avanzar otro paso en la preparación del Everest. Pero me salen más de 300km y un acumulado que no necesito todavía. Me lo pienso y decido dejar el coche en Durango para acortar un poco la etapa. Son 60km menos y eso me permite quitar horas de frío. A eso de las 08:30, tal vez algo más tarde, parto rumbo a Urkiola, primer puerto del día.




A pesar de que hace sol desde primera hora de la mañana, no termina de calentar demasiado y se nota que el aire es bastante fresco. La dureza de Urkiola solo hace que me suelte un poco la cremallera.



Llego a la cima con muy buenas sensaciones para haberme topado con este puerto casi de salida. Arriba apenas paro, lo justo para abrocharme todo bien para dejarme caer hasta Otxandio, el pueblo más frío de Bizkaia.



El descenso no es tan frío como pensaba y empiezo a subir Krutzeta por esta vertiente corta. Había dudado en llegar hasta Legutiano, pero no me hace falta para poder llegar a los objetivos que busco.




En Oleta se empieza a subir con más continuidad. Tan solo son cuatro kilómetros y apenas me cuesta trabajo. Definitivamente, el día no va a ser muy caluroso que digamos.




Enfilo el descenso de Krutzeta con Anboto dominando el panorama por la izquierda ...



... y Udalaitz haciendo lo propio por el lado derecho. Allí abajo esta Mondragón y hacia allí me dirijo.



En el descenso, justo antes del desvío de Untzilla, ya no está el piso en obras. Aún así, el viaducto del tren de alta velocidad sigue estándolo y se me hace raro que se pueda pasar por debajo sin ningún problema.



Tras un breve tramo llano entre Mondragón y Oñati, empiezo la subida a Udana junto con otro ciclista que bajaba y que se da media vuelta justo a mi altura.



Como vamos a un ritmo parejo, le digo que parece que subiremos juntos. Como suele ser habitual en estos casos, es muy socorrida la excusa de que la temporada acaba de empezar, como si a mí me importara un pimiento la velocidad que llevemos.




Aunque son más de media docena de kilómetros desde Oñati, la pendiente es muy liviana y se me pasa muy rápido al ir charlando un poco con el paisano.



En el desvío de Aztiria nos separamos. Esta parte es una chulada, con tráfico inexistente y con unas prados verdes rodeando la carretera por ambos lados.




Hay algún tramo algo más fuerte que en Udana pero tampoco se trata de una subida muy exigente, así que llego arriba sin mayor complicación. Por primera vez en toda la ruta, parece que sobra ropa para el ascenso.




Tanto es así, que solo me abrocho la chaqueta para el descenso. Estoy disfrutando mucho de este tramo que solo conocía de noche de una brevet que hice hasta Pamplona y, aunque también había pasado en coche, no es lo mismo.



Poco antes de enlazar con la carretera de Zegama, el descenso se interrumpe para subir el pequeño repecho de Zerain.




Al iniciar la subida a Otzaurte, aparece una maravillosa estampa de la sierra de Aizkorri, con mucha nieve en sus cumbres rocosas.




Ya llevo más de 80km y es hora de parar a comer un poco. Apenas son cinco minutos, lo justo para tragar sin dar pedales y echar un trago sentado en un murito junto a un pequeño puente.




La subida a Otzaurte es de lo más tranquilo que te puedes encontrar. No me cruzo con ningún coche en todo el trazado y eso que es bastante larga.





Ya en la parte final, los árboles pelados me acompañan y hay que ir buscando algún claro en alguna curva para poder seguir disfrutando de las maravillosas vistas que nos ofrece esta subida.





Corono con fuerzas para lo que llevo hasta el momento. Aunque, a excepción de Urkiola, las subidas no han sido muy fuertes, no he dejado de subir y bajar en todo el rato.



En el descenso de Otzaurte, entro en Navarra. El corredor Vitoria-Pamplona es una puñetera nevera y lo noto nada más llegar a Alsasua, donde hace un frío de cojones.



En Alsasua entro en un hipermercado para reponer fuerzas y caen una cocacola, dos plátanos, una caña y una palmera de chocolate. El rato que tardo en comérmelo todo es suficiente como para quedarme helado, así que no me entretengo demasiado y, acompañado por otro ciclista de la zona, llego a la primera rampa de San Miguel de Aralar, donde nos despedimos.



Toca la meadita de rigor antes de empezar a subir. Llevo 120km y este es el coco de la jornada, con mucho de la subida por encima de la doble cifra.




De forma inconstante, las rampas se suceden. A cada tramo complicado le sigue un buen descanso, con lo que la subida no me acaba de asfixiar demasiado. Me sorprende lo bien que voy, con un pedaleo alegre en todo momento.




A partir de la cota 1.000, la nieve hace aparición. Hace unos días vi un reportaje de España Directo y había más de un metro de nieve en el santuario.




Pero apenas hay más nieve en cuanto se toma el último cambio de ladera. Sin embargo, el aire es gélido y, cuando pilla de cara, te la corta.




Paso de subir a las antenas y me limito a acceder hasta el santuario. Aunque estoy a punto de tirar directo para Lekumberri del frío que hace aquí arriba.




Arriba no paro ni medio minuto. Lo justo para ponerme toda la ropa que llevo encima, que me va a hacer falta, desde luego.



Me quedan 100km para terminar la ruta y lo peor está por llegar. Empieza la etapa de resistencia y el duro trabajo de cocorota. Aprieto el culo y me pongo en modo desconexión para no dejar de dar pedales y que la cabeza ni se entere. Así llego hasta el puerto de Azpirotz.



El tramo del descenso de Azpirotz es bien majo, con unas curvas muy chulas en la parte alta y un previo excelente remontando el río.





Llevo ya muchos kilómetros de bajada y llego a Tolosa con bastante frío. La temperatura ha bajado de golpe desde que el sol anda escondiéndose y en Lekumberri ya había un termómetro marcando solo 1ºC.



En la subida a Bidania paso el único mal momento de la jornada. Hace tanto frío que me he puesto el chubasquero para añadir una capa en el largo descenso de Aralar y ahora no hay ganas de quitárselo. Se me ha acabado el bidón hace muchos kilómetros y no encuentro fuentes donde llenarlo y estoy sudando. Corro riesgo de deshidratarme por no haberme metido en Tolosa a llenarlo y haber preferido seguir dando pedales sin parar. Es el riesgo de sentir que vas sobrado y descuidar algún aspecto clave. En este caso, la hidratación.



A unos metros de coronar Bidania, hay un bareto en el que me tomo una cocacola y donde me lleno el bidón de agua fresca. La ingesta de líquido me da media vida y me vuelvo a poner en marcha muy animado.



Un kilometrillo o así más allá, llego al alto de Iturburu. Desde aquí, ya con muy poca luz, me queda un largo descenso hasta Azpeitia y Azkoitia.




La subida a Azkarate ya es totalmente nocturna. Hace un frío de cojones y, aunque voy bien, el descenso me hace llegar a tiritar. En estos momentos ya he superado los 4.000 metros de desnivel y llego a Elgoibar con muchísimas ganas de ir acabando ya. El frío es demasiado. La humedad a orillas del río Deba se mete por todas partes.



Ahí no queda todo. Me queda un tramo más o menos llano hasta Eibar para, al llegar a Ermua, subir el pequeño puerto de Areitio, que creo que he pasado más veces de noche que de día. Dando pedales como un loco, llego por fin a Durango, a eso de las 21:30, y me meto en el coche a toda hostia para encender la calefacción.

246 km y más de 4.500 metros de desnivel está muy bien para estas alturas de marzo. Tengo ya la mitad del recorrido hecho, más de medio Everest, y ahora empezará a hacer algo de mejor tiempo porque, si no es así, yo no vuelvo a hacer una tirada larga con este frío. No me compensa lo bien que lo he pasado en casi toda la ruta, lo bien que me he encontrado, con las tres o cuatro horas gélidas de la parte final en las que el sufrimiento ha sido extremo.

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