De aplazamiento en aplazamiento

No veo el momento de ir a por el +5.000 que suponga adelantar un paso más en la preparación del Everest. Por primera vez desde hace tiempo, el puerto de Lunada se encuentra abierto pero no sé cómo estarán Castríos y Picón Blanco. Y no para de llover y, por si fuera poco, las temperaturas también han bajado mucho. Con este panorama, no sé si diseñar una etapa semejante en otra parte o esperar a que vayan pasando los días. Mientras, para no perder la forma completamente, me monto una etapita con Pagomakurre como objetivo principal.



No abundan los puertos largos y con dureza por estos lares pero Larreder-Pagomakurre es uno de ellos. Son 9km al 8% y, como el primer kilómetro es muy suave, los ocho siguientes son al 9% de media.


Ahora mismo no llueve. El suelo está mojado de lo que ha caído esta mañana y espero chuzos de punta en cualquier momento. Pero me voy librando.


Llega la parte más dura de la subida. El kilómetro más fuerte es a casi el 12% con un desnivel constante en todo momento. No me gusta nada subir tramos así con la ropa de invierno porque te sobra todo y es incómodo para bailar la bici. Otro motivo más para ir aplazando las rutas fuertes del Everest.


Un pequeño descanso y llego a Larreder. Aquí terminaba la pista cementada hace un par de años pero, con la ampliación hasta Pagomakurre, ha quedado un puerto muy guapo para bicicleta de carretera.


Las vistas del valle de Arratia son excepcionales desde este punto pero no está el tiempo como para detenerse demasiado rato. En cualquier momento, se va a poner a caer agua a lo grande.


Continuo la subida con pendientes más suaves que las que he tenido hasta aquí. De Larreder a Pagomakurre son casi dos kilómetros al 7% por una pista cementada muy ancha y en un estado perfecto.


Hay un verde fresco por todas partes muy chulo y las vacas pastan a placer. Para ser domingo, me llama la atención lo poco concurrido que está el parque.


El aparcamiento de Pagomakurre es el final de la subida. Como siempre, está repleto de coches aunque, para ser domingo, no se aprecia mucho movimiento.


La pista del Gorbea apunta hacia un montón de nubes muy amenazantes. Mientras llegan un par de mendizales, me preparo para la bajada. Aunque el sol sale a ratos, hace bastante fresco.


El descenso me devuelve a la realidad de estos días: aún hace frío. El aire en la cara es soportable pero te deja una sensación de duda para hacer cosas más grandes. A primera hora de la mañana no tiene que apetecer demasiado andar en bicicleta.


Tras dejar atrás Areatza, llego a Artea. Para no repetir camino de vuelta, tomo el desvío que se dirige a Zeberio por el alto de Sarasola. Si antes estaba el cielo amenazante, ahora da miedo verlo.


Se trata de una subida corta y sin demasiada historia, pero me gusta mucho. Ayer anduve por la otra parte y hacia allí me encamino. Lástima que el día estuviera tan cubierto y me quedara sin disfrutar de las vistas de Untzueta.


Me quedan unos veinte kilómetros hasta casa y no me creo que aún no me haya mojado. En cuanto rompa a llover tiene pinta de caer la mundial.


Me meto prisa en la bajada y paso por Zeberio, por el mismo punto en el que ayer tomé la salida. En el barrio de Santa Cruz están en fiestas y hay un montón de coches aparcados en la carretera a la altura del avituallamiento final.


Yo no me detengo ni un instante. En estos momentos, mi prioridad es evitar el chaparrón que se avecina. Cruzo Ugao y me meto por Abusu para llegar a Bilbao cuanto antes y consigo llegar a casa sin tocar una sola gota. En cuanto aparco la bici, ocurre lo esperado: a llover la mundial. Otro día más para la racha de lluviosos que llevamos. ¡A ver en cuánto se queda la cifra!

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