II. Untzeta Lasterketa

Jornada muy lluviosa la de hoy y tengo una carrera de montaña en Zeberio. Si quitamos la Xtrem Finaga de noviembre, se puede decir que ésta es la primera prueba en la que participo en la que se asciende una montaña para después bajarla.



Hay que estar casi una hora antes para coger el dorsal y el transpondedor. La carrera empieza y acaba en dos puntos que distan un kilómetro entre sí y han habilitado aparcamientos en ambos. Yo elijo dejar el coche en la meta de Santa Cruz porque espero terminar empapado y así llego antes a él, pero una chica muy jatorra de la organización me dice que mejor que coja antes el dorsal que tengo tiempo de sobra para volver a aparcar.


Así lo hago y regreso con casi tres cuartos de hora por delante. Como el día no está para andar dando vueltas, decido esperar en el coche escuchando la radio hasta que falten unos quince minutos para la salida.


A un cuarto de hora para las 10:00, voy hacia la salida de Olatxu y aprovecho para calentar un poco. La carretera de Zeberio forma parte de la subida al alto de Sarasola y la he pasado un montón de veces en bici, así que me la conozco de memoria.


Empieza a chispear a poco de llegar a la salida y ya no va a parar de llover en todo el día. Aún así, no molesta absolutamente nada. En este tramo me empiezo a cruzar con otros corredores que están calentando también.


Un par de estiramientos frente al baserri de entrega de dorsales, para hacer tiempo, y nos disponemos a tomar la salida. Somos algo así como una treintena de valientes que vamos a pasarnos la mañana corriendo  bajo la lluvia. A unos segundos de salir, un corredor se da cuenta de que se ha dejado el chip en el coche y tenemos que esperar un minutillo de nada.


Como siempre, salgo el último y, nada más salir, ya es todo para arriba. Empezamos por una pista muy bien asfaltada y sin pendientes demasiado exigentes. Así a bote pronto, siempre por encima del 10% pero, por carretera se tracciona bien y se puede trotar sin muchos problemas si se coge un ritmo cómodo.


Se quedan dos amigos tras de mí y oigo cómo uno le dice al otro que lucharán por el farolillo. Yo sigo trotando sin parar intentando mantener las pulsaciones siempre por debajo de 160 porque tengo el objetivo de hacer todo el recorrido sin tener que caminar. Y así lo hago, poco a poco, llevando muy bien la respiración y dando pequeños saltitos en los tramos más complicados.


Pero en el último kilómetro de ascensión, muy a mi pesar, hay una pared en la que me resulta imposible trotar y tengo que subir andando a ritmo ligero. La pendiente es muy fuerte, casi es una pared, y la lluvia ha dejado todo muy resbaladizo. Trotando piso un par de zonas de barro y casi me voy al suelo.


En el cordal retomo la carrera y no dejo de trotar mientras se puede. No hay mucha gente de la marcha que salía con media hora de adelanto sobre los de la carrera pero, los pocos que me encuentro, nos dan muchos ánimos.


Después de un tramo con descansos y repechos, llega la pared final para coronar el Untzueta o, como llaman en esta prueba, Untzeta. La cara por la que vamos tiene una zona que, como no vemos un pijo con la niebla, parace muy aérea y no me ofrece mucha seguridad estando tan mojadas las rocas. En estos metros toca andar también porque la pendiente es muy fuerte.


Lástima que no se vea nada porque las vistas desde este mirador tienen que ser espectaculares. Sobre todo para la cara norte porque la sur está hecha un asco con las canteras que se han comido media montaña.


A buen cobijo en las antenas, está el avituallamiento. Tomo un vasito de naranjada, un gajo de naranja y una onza de chocolate. Es más que suficiente para tomarse un respiro para la bajada. Pregunto si será parecida a la parte final de subida pero, en cuanto me dicen que no habrá rocas, respiro aliviado. No tengo ninguna destreza para andar corriendo por terrenos así.


En efecto, el descenso es fácil. En la primera rampa veo una buena culada de uno que resbala con la hierba mojada pero luego se hace bien. Tan solo algún pequeño resbalón por el barro chocolate. ¡Qué gozada el Goretex de las zapatillas en días así! Se puede ir metiendo la zanca en todos los charcos sin mojarse lo más mínimo. Excepto al cruzar un riachuelo en el que la profundidad sobrepasa con creces el tobillo.


Como estaba previsto, el GPS me indica que la meta está a diez kilómetros y medio. El desnivel acumulado también es el que anunciaban: 796 metros. Llego a meta con el buen sabor de boca de haber corrido siempre que se podía y de haberme divertido un montón. Espero que estas pruebas me vengan bien en la preparación que llevo para otras cosas.


En meta me reciben con muy buen ambiente. Devuelvo el dorsal y el chip y me regalan un bidón que aprovecharé en la bicicleta. Y además, picoteo un poco de queso, un bocadito de jamón y un vaso de cocacola. Y todo esto... ¡¡gratis!! ¡Qué más se puede pedir!!


Encantado de haber participado. Me queda esa cosa de no haber podido disfrutar de las vistas de Untzueta pero, teniéndolo al lado de casa, aprovecharé para subir acompañado en otra ocasión.

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