Subida a La Fuenfría

Como ya viene siendo costumbre en mis últimos viajes a Madrid, aprovecho que la sierra nos pilla de camino para hacer una parada de descanso y subir algún puerto de la zona. En esta ocasión, inicio en el cruce de Cercedilla la ascensión al puerto de La Fuenfría, uno de los pocos desconocidos que aún me quedan por aquí.



Desde el cruce cercano a la estación de ferrocarril, son unos doce kilómetros de suave ascensión rodeados de pinos, pasando bajo la mole de Siete Picos, y alcanzando un collado desde el que se obtienen unas magníficas vistas de medio Madrid.


Los primeros cuatro kilómetros, se asciende por carretera asfaltada hasta la zona de Las Dehesas, un complejo recreativo a donde los madrileños acuden en masa para hacer monte.


Tras un par de buenos repechos al 10%, se llega a una bifurcación. Hay que tomar el camino de la derecha, ya que el de la izquierda se dirige al centro médico y se utiliza también para la posterior bajada.


Al ser una carretera monocarril, se convierte en una chulada. Tan solo hay un problema: los coches que suben lo tienen complicado para adelantar. Aunque tampoco pasa nada porque el sitio es de recreo y son más los ciclistas y paseantes que transitan por la vía.


Se deja atrás un restaurante y una zona de aparcamientos justo antes de abandonar la carretera para adentrarse en una pista forestal cortada para los vehículos a motor con una barrera que hay que sortear por un lateral.


Son ocho kilómetros de pista, con porcentajes que rondan el 4% en todo el momento o, en la parte central, ni siquiera eso. En los primeros metros, la pista se encuentra perfectamente asfaltada.


Pero poco después de atravesar una barrera canadiense, deja de estar asfaltada y pasa a ser pista de grava, aunque en muy buen estado. Se podría ascender con bicicleta de carretera sin muchos problemas.


Un sábado como hoy, con el buen día que ha salido, la subida a La Fuenfría parece una autopista y me topo con multitud de beteteros en ambos sentidos.


A medida que voy llegando al Mirador de Vicente Aleixandre, como es natural, se empiezan a divisar algunos claros entre los pinos y las vistas de la montaña de Guadarrama son constantes. Me trae muy buenos recuerdos de alguna que otra pateada invernal por la zona.


Llego al citado mirador y, como no conozco la subida y la pendiente concluye en una especie de collado, me creo que he coronado. Pero hay muchos paseantes y le pregunto a uno que me confirma que aún no he llegado al puerto de La Fuenfría.


Aún por un terreno más fácil que por el que he subido hasta ahora, continuo pedaleando rumbo al puerto. Para ello, paso justo bajo Siete Picos y voy avanzando a media ladera.


Esta segunda parte es mucho más chula y convierte a La Fuenfría en uno de los mejores puertos de Madrid. Muy bonito, sí señor


Destaca otro mirador en la parte final: el Mirador de la Reina, desde donde se tiene una vista perfecta de todo lo que se ha ascendido y de lo enorme que es el pinar por el que se transita. 


Desde este mirador, apenas quedan unos metros para terminar de ascender y, como los últimos kilómetros, son muy suaves.


Llego al puerto de La Fuenfría y hay un montón de gente tirada por las campas. Al mismo tiempo que yo, llega un grupo de beteteros por la vertiente segoviana y se lanzan como locos por una pista llena de pedrolos que debe conectar con la calzada romana, otra vía de ascenso más directa a este paso.


Ya solo queda descender hasta el aparcamiento donde se ha quedado Amaia descansando un poco del viaje desde Bilbao. Aunque no parezca, el aire es bastante fresco y se nota en la bajada, dejándome la cara congelada. Menos mal que tenemos cerca Guadarrama y nos esperan unos buenos bocatas para reponer fuerzas.


Una vez bien llenados los depósitos, nos vamos a la Casa de Campo, donde está situada la Feria del Corredor. Aquí tenemos que recoger los dorsales y echamos un rato paseando por los diferentes stands. En la mayoría, tienen precios más altos que los que suele haber en las tiendas, algo que no alcanzo a comprender muy bien. Se supone que en una feria como ésta debería ser todo lo contrario.


Ya tenemos dorsales, ya está todo el pescado vendido. Mañana es el gran día por el que llevamos tanto tiempo esperando.

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