XII Medio Maratón Villa de Madrid

Por fin ha llegado el gran día. Hoy es el Medio Maratón Villa de Madrid, la prueba para la que Amaia lleva tanto tiempo preparándose, y nos vamos para el parque del Retiro a primera hora de la mañana. Las calles de la ciudad están vacías y sale el sol. Cuando voy a sacar una fotografía del amanecer me doy cuenta: me he dejado la cámara en mi coche. ¡Hay que volver a por ella!



Aparcamos junto a un paso de cebra en una de las callejuelas de Alfonso XII y vamos caminando hacia la zona de salida. Aunque el día es muy soleado, se nota bastante fresco mañanero.


La entrada en el Retiro es siempre un espectáculo. Hay corredores por todas partes. De hecho, para esta medio estamos inscritos más de 18.000 participantes. Se trata de todo un récord.


La gente está calentando. Nosotros no lo vamos a hacer. 21km son suficientes como para ir entrando en calor poco a poco. No hay prisa.


Vemos algunos globos con lo tiempos para que cada cual coja el ritmo que quiera pero, para el que nosotros pensamos llevar, no parece que hayan inflado ninguno.


Han puesto baños en la zona de salida y para allí que nos vamos. Los chicos lo tenemos siempre fácil para soltar presión pero ellas tienen que hacer uso de estas cajas malolientes y esperar cola durante un buen rato.


Mientras Amaia suelta lastre, aprovecho para entretenerme con la copa de los árboles. Este parque es una preciosidad y destaca la gran variedad de ellos que se pueden observar.


Ya no queda nada. Han situado unos carteles en los laterales a modo de cajoneras para que la gente se coloque en el punto correspondiente en función del tiempo que espera hacer. Así los que van más despacio no estorban en la salida a los que la hacen a un ritmo más elevado.


Nosotros lo tenemos claro y nos ponemos al final del todo, como hacemos siempre en todas las pruebas en las que participamos.


Hay tal cantidad de gente, que tardamos alrededor de once minutos en cruzar la línea de salida. Lo hacemos caminando porque ni siquiera la hemos oído de lo lejos que estábamos de ella.


Comenzamos a correr y echo un vistazo a la espalda. Apenas hay diez o doce corredores por detrás de nosotros y nos rodea un gran grupo de asistentes de la organización, o eso creo, que van con patines.


Nos marcamos un ritmo muy suave conscientes de que esto va a ir para rato. Ya hemos hecho la distancia con anterioridad y sabemos muy bien lo que tenemos que hacer para poder terminar disfrutando de la prueba en todo momento. En Príncipe de Vergara seguimos siendo los últimos pero ya empieza a descolgarse algún que otro participante de los que han salido más adelante.


Bajamos por la calle Diego de León y conectamos con Serrano a la altura de la embajada de Estados Unidos. Tanto esta calle como el tramo anterior de Príncipe de Vergara son los dos únicos que hay que hacer luego también de vuelta.


Hemos venido varias veces a correr por Madrid pero nunca lo habíamos hecho por la zona por la que vamos a ir una vez que crucemos el paseo de La Castellana. Para nosotros es muy bueno porque podemos distraernos contemplando una parte de la ciudad que menos conocemos.


En el km.3 cruzamos La Castellana por el puente balanceante. Se mueve un huevo, con un sonido particular. Por la calle Santa Engracia nos dirigimos a Cuatro Caminos.


Si algo nos gusta de Madrid, es el gran parecido que tiene su arquitectura con la de Bilbao. De hecho, viendo solo estos torreones, se podría pensar que estamos en plena Gran Vía bilbaína.


Uno de los momentos estrella del recorrido es el paso por la estación de bomberos. Manguera en mano, uno se halla sobre el camión mientras todos sus compañeros aplauden a nuestro paso. Por lo que nos han contado, debe ser todo un clásico.


Entre charla y charla, siempre a un ritmo cómodo que permite hacerlo sin cortar la respiración, vamos entrando en grupos grandes. Es imposible correr en solitario entre tanta gente y eso hace que esta medio sea una gozada.


Por Bravo Murillo vamos llegando al cambio de sentido que tendrá lugar poco después de Plaza de Castilla. Llevamos ya unos ocho kilómetros y ni nos hemos enterado.


Y las calles completamente cortadas. Nada que ver con lo que ocurre en Bilbao, donde hay que correr siempre con el tráfico abierto. Madrid parece que se vuelca con estos eventos y, aunque sea por un día, los coches dejan paso a las personas.


Llegamos a Plaza de Castilla en el kilómetro nueve. Es una de las vistas más representativas de la capital, aunque hoy no sea el Día de la Bestia.


Dejamos la zona de torres y nos encaminamos hacia la mitad de la prueba, donde hay punto de cronometraje. Es la zona alta de Príncipe de Vergara.


Al paso por la mitad de recorrido está el punto de avituallamiento de Gatorade, que sabe de puta pena. Además de este del kilómetro diez, hay agua en los kilómetros cinco y quince.


Tengo pensado hacer dos vídeos: uno a la mitad y otro en la entrada en meta. Amaia va sobrada. Está corriendo de una forma muy inteligente, por debajo de sus posibilidades, para disfrutar a lo grande en la parte final.



Terminamos este vídeo y me doy cuenta de que se me ha caído el dorsal. No me lo he puesto con imperdibles en la camiseta y lo llevo doblado y metido en la goma de la cintura del pantalón. Como es mi salvoconducto para poder entrar juntos en meta, me tengo que volver hasta casi el avituallamiento para encontrarlo tirado en el suelo y me meto un buen calentón para regresar a su altura.


Esta zona de Madrid es bastante pijilla, con muchos chalets unifamiliares a ambos lados de la calle. Buru me enseña el pabellón del Estudiantes, mucho más pequeño de lo que me imaginaba.


Con la única dificultad de tener que subir por la calle Diego de León que antes hicimos bajando, llegamos al Retiro por la esquina de O´Donell y completamos el km.16. Amaia pega un bote de alegría enorme al divisar el parque y ver que se encuentra en una forma magnífica. La medio está a su alcance mucho más fácil de lo que se imaginaba.


Giramos al final de la avenida Menéndez Pelayo para dirigirnos a Atocha, la parte baja del Retiro. Desde aquí ya sabemos lo que nos queda porque es el terreno conocido de otras ocasiones.


Y para arriba por Alfonso XII. Los carteles de los puntos kilómétricos van cayendo uno tras otro entre signos de felicidad. Mientras tanto, muchos participantes van andando en este tramo, el más duro de la prueba.


Llegamos a la entrada de la cuesta del Ángel Caído que han conseguido quitar del recorrido para alivio de muchos corredores. Es una pena porque Amaia habría disfrutado muchísimo comprobando lo bien que se había preparado para ella.


¡Impresionante! Sin detenerse en ningún momento durante toda la carrera, terminando con muchísima fuerza, con una cara sonriente que te cagas, vamos avanzando hacia la consecución del gran objetivo.


Solo hay que ver el ritmo del último kilómetro y medio. De menos a más, como hay que hacer estas cosas para que la sensación final sea de gran satisfacción y quede un magnífico recuerdo de la experiencia.



¡Enhorabuena! ¡Lo has conseguido!


Recogemos las medallas y los productos del avituallamiento final y nos vamos a disfrutar un rato del fenomenal ambiente que se respira en este parque. El lugar es cojonudo para un evento así.


De nuevo, ¡Felicidades, txapeldun! Aunque ya sabemos lo que pasa en estos casos. A un gran objetivo cumplido le suele seguir otro más gordo. Antes de lo que piensas estarás buscando una nueva meta.

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