Un día en las cascadas

Han sido varios meses con la historia del Everest a vueltas y, por fin, llegó la fecha. A modo de aclimatación al medio, hoy tenemos una etapa de unos dos mil metros de desnivel para ir haciendo boca con un par de sube y baja después del viaje. El Pont d´Espagne es nuestra primera piedra de toque y nos preparamos para disfrutar de sus paisajes.



El viaje hasta Pierrefitte se hace un poco más largo de lo previsto porque es viernes laborable y el tráfico es bastante intenso, sobre todo al paso por Iparralde. Esa carretera que sale de Baiona es una auténtica encerrona. Así que a eso del mediodía, comenzamos la ascensión.


El Pont d´Espagne es una subida larga, como casi todas las de la zona y, a lo largo de sus 18km, no tiene ninguna rampa digna de mención. Si acaso algún pequeño escalón que rompa la monotonía de los porcentajes, siempre entre el 5-6% hasta la parte final.


Vamos remontando el valle con el sol pegando fuerte sobre nosotros. Las temperaturas se acercan peligrosamente a los 30ºC, pero esta subida dispone de muchos puntos de sombra que apaciguan la sensación de calor, aunque más arriba. Ahora, en el fondo del valle, la carretera discurre pelada por la ladera rocosa.


Llevamos ya un buen tramo de ascensión cuando conectamos con el agua y su relajante sonido nos acompaña hasta arriba. El Gave de Cauterets baja con fuerza producto del deshielo que está teniendo lugar en las montañas. Es todo un espectáculo.


Vamos acercándonos a Cauterets sin apenas darnos cuenta. Se suceden los campings y las cabañas de madera a orillas del río.


Cruzamos la coqueta población y, a la salida, tenemos que desmontar unos metros por unas obras que están realizando en la calzada. Los pocos picos nevados que aún quedan hacen aparición en la cabeza del valle.


La vegetación es, cada vez, más y más frondosa. La subida gana un puntito de dureza y aparecen varias herraduras en las cuales, anticipadas por el enorme estruendo del agua al caer, se divisan las famosas cascadas que jalonan el recorrido.


Yo ya conocía todo esto de antes, pero Javier no pierde detalle. Su primer contacto con el Pirineo francés está siendo de los que dejan huella.


Seguimos camino, con el agua como compañera, hasta llegar al aparcamiento del parque en el que se da por concluida esta preciosa subida. Hay que pagar peaje para dejar ahí el coche pero nosotros venimos en bici y no tenemos que hacerlo.


La carretera todavía sigue subiendo pero un cartel nos advierte de que el paso está prohibido para todo tipo de vehículos, bicicletas inclusive. Me meto en el set de información para preguntar si podemos pasar pero me indican que lo tenemos que hacer andando, aunque disponen de un lugar para que dejemos las bicicletas guardadas mientras tanto.


Yo llevo zapatillas de montaña y no tengo problemas para caminar pero, como Javier lleva calas de carretera, decidimos dejarlo para otra ocasión. Ya me vendré a caminar por estos parajes con más tiempo... y sin bicicleta.


Comemos en Pierrefitte antes de reanudar la marcha en Luz Saint-Sauveur. Un pequeño traslado en coche nos deja en el aparcamiento del Carrefour de Luz, desde donde bajamos hasta el inicio de la subida tradicional a Luz Ardiden.


Algo más dura, esta subida también es más corta. Sus catorce kilómetros a más del 7% de media nos permiten ascender otros mil metros hasta la estación de esquí.


Las vistas de Luz son muy buenas al principio porque, lo que es después, la subida se cierra mucho y se tienen muy pocas.


Lo mejor de este tipo de subidas Tour es que tienen los típicos carteles en cada punto kilométrico en los que se indica la altitud a la que se está, la distancia que queda hasta la cima y, lo más útil, la pendiente media del kilómetro entrante.


Hace más calor que antes y eso se nota. El cansancio del viaje, junto con la dureza de las rampas que se van sucediendo, va pasando factura.


Por suerte, los diez primeros kilómetros han quedado atrás y entramos en la parte más espectacular de Luz Ardiden: los últimos cuatro kilómetros.


En días despejados como este, se puede apreciar con calma la totalidad de este tramo de carretera, con sus múltiples curvas y contracurvas que ofrecen una estampa preciosa.


Poco antes de coronar, dos corredores profesionales de la Française des Jeux nos adelantan como aviones. Están entrenando para el Tour de Francia del mes que viene.


Llegamos arriba y, tras echar el típico trago y un meo en una esquinita, nos disponemos a bajar. Aunque Luz Ardiden bien merece una parada en la parte más chula, la de la foto que todo el mundo se lleva de recuerdo.


Tras esta corta parada, le digo a Javier para bajar por la vertiente de Viscos, para que la conozca. A mí me parece más atractiva que la tradicional pero entiendo que la típica del Tour es la que tiene que subir alguien que viene por primera vez.


Carretera estrecha, sin marcación horizontal y con algo de gravilla, pero con algún tramo en el que la bicicleta se acelera con ganas.


Sin duda, se trata de una vertiente diferente, con otro tipo de atractivo que, si ya tienes la vertiente oficial en la saca, merece la pena probar.


Llegamos a Luz a tiempo de comprar unos plátanos en el Carrefour para tener para la etapa de mañana y nos vamos a Sainte Marie de Campan previo paso por el Tourmalet que, por este lado de Barèges, es una pasada de chulo.


Junto al río Adour, en una pequeña zona recreativa con mesas y contenedor para echar la basura, plantamos el Hilton y nos ponemos a cenar. También preparo todo para tener dispuesto para mañana, incluida la pasta para el avituallamiento. Entre unas cosas y otras se nos hace bastante tarde y nos ponemos a dormir a eso de las nueve, siendo aún de dia. Hay que madrugar mucho porque el despertador sonará a las dos de la madrugada.

Safe Creative #1007090003507

0 Comentarios