La ruta de rutina

Hoy íbamos a repetir un acuatlón pero la mala experiencia del otro día con marea baja hace que lo dejemos para cuando la pleamar coincida a media mañana. A cambio, menos mal que voy con Amaia porque a mí se me haría difícil salir a correr siempre por el mismo sitio. Aunque, a decir verdad, convertir el ejercicio en rutina ayuda a ser muy constante, algo que yo no llevo demasiado bien.



La salida corta ya es un clásico de nueve kilómetros. A medida que ella va ganando en resistencia, se ha ido superando y rara vez baja de esta distancia. Como yo no salgo a correr todos los días, ni mucho menos, me viene bien acercarme a los diez kilómetros cada vez que corro con ella.

Las sensaciones son buenas, apenas cuesta trabajo. Sí he notado que me ha bajado un poco el puntito que traje de Pirineos, pero nada destacable. Y esta tarde repetiremos ejercicio acuático para completar la jornada. Con un poco de suerte, podré volver a nadar en el mar, bien porque la temperatura del agua sea más templada por la tarde o bien porque me halla pillado el ansiado neopreno en las rebajas por las que nos pasaremos antes.

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