Dolor, mucho dolor

Hoy tenemos salida de carrera por montaña y me duelen las piernas tanto que se me hace muy difícil bajar las escaleras de casa. No sé si voy a ser capaz de dar el primer paso porque siento como alfileres que se me clavan cada vez que apoyo el peso. La marcha del domingo me ha dejado molido y, cuando esto sucede, es insoportable durante varios días.



Empezamos a correr a la altura de la estación de tren de Atxuri y el primer paso casi me lleva al suelo. Esto no son simples alfileres, son puñales en toda regla. El dolor no cesa en los primeros metros y, poco a poco, se va mitigando hasta llegar bajo el puente de Miraflores donde, en una pequeña bajada, veo las estrellas.

Seguimos corriendo por el paseo de Los Caños y llegamos al puente de Abusu. No puedo hablar y voy calladito tragándome mis propios gemidos. Me da que hoy no voy a ser demasiado buena compañía para Amaia. Así llegamos a La Peña y tiramos para el parque de Ollargan, para hacer algunas pistas por las laderas del Malmasín.

A medida que van avanzando los kilómetros, el dolor va pasando. Los cuádriceps calientes se vuelven un tanto insensibles y empiezo a estar un poco mejor, pero sigo aguantando el dolor. Los tramos ascendentes son una bendición y las bajadas ... ¡ay, las bajadas! Mejor no bajar.

Al final, como quien no quiere la cosa, nos hacemos doce kilómetros entre pistas, senderos y asfalto. La zona es una auténtica gozada para echar unas carreras y las piernas ya irán volviendo a su ser. Estas salidas son duras pero muy necesarias.

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