Issarbe ve la luz

Ayer no llegamos a tiempo de que El Buru y El Gordo cogieran los dorsales y salimos de Ochagavía con tiempo suficiente para que puedan hacerlo antes de que se dé la salida de la Larra-Larrau, la marcha a la que se han inscrito y que me servirá de compañía en mi ataque diurno a Issarbe. Son las nueve de la mañana y no hace tanto frío como pensaba pero, eso sí, la fuerza del viento del norte es una pasada.



Les dejo que vayan a por los dorsales y me coloco al fondo de la salida. Allí me encuentro con Enrique y Miguel que van a subir Ardibide pero que deciden hacer unos kilómetros de la marcha. Los dejo para ir por fuera y no pasar por la zona del chip, que yo no llevo dorsal, y entre tanto dan la salida y ni me entero porque me quedo con los participantes de la marcha corta.


Con el fuerte aire en contra, aprovecho que un cuarteto se ha quedado descolgado para unirme a su rueda y dar caza a mis compis que, de buenas a primeras, ya se han quedado descolgados de la marcha. Al parecer, la salida ha sido en plan toque de corneta y sálvese quien pueda.


Llegan las primeras rampas de la Piedra de San Martín y el coche escoba va detrás nuestro pero, como con las prisas no se han colocado los dorsales, nos adelanta y se va con un grupo que se aleja rápidamente.


Oficialmente, El Gordo y El Buru ya están fuera de la marcha, algo que queda más claro aún en cuanto nos empiezan a adelantar los cohetes de la marcha corta que ha salido media hora después que nosotros.


La Piedra de San Martín por esta vertiente de Belagua es un puerto muy asequible pero el fortísimo aire de cara que tenemos en la mayor parte del recorrido lo convierte en una encerrona.


Por suerte, la propia montaña hace de parapeto en la parte más chula, después del descanso de la curva helicoidal, y se puede disfrutar un poco.


Pero solo un poco, porque en la parte alta vuelve a soplar un huracán y, debido a la altitud alcanzada, mucho más frío que en la zona baja del puerto.


Coronamos la Piedra de San Martín en medio del vendaval y en el avituallamiento de la cima Buru decide abandonar y bajarse para Isaba. Miguel y yo continuamos pero, antes de salir hacia Arette, aviso a unos de la organización de que él está inscrito y les pido que retrasen al coche escoba por si necesitase alguna ayuda, que para eso ha pagado.

Empezamos el descenso con un frío del copón y, en el col de Soudet, nos separamos de la marcha corta y nos quedamos más solos que la una. El coche escoba se pone detrás nuestro pero, como adelantamos a un pinchado en la bajada, nos libramos de que nos vaya tocando los huevos pegado a nosotros.


Después del frío descenso, llegamos a Arette con una temperatura muy maja. En la Piedra no tenía buena pinta la cosa pero parece que vamos a poder disfrutar de una buena jornada de cicloturismo.


En Lanne, la organización de la marcha tiene dispuesto un segundo avituallamiento pero, aunque el coche escoba va por detrás, ya están recogiendo. Miguel puede coger algo más que los tristes cacahuetes que había en la cima de la Piedra pero tampoco es gran cosa. Le ofrecen sacar unos bollos que ya han guardado y un trozo de plátano que tiene que tirar porque no hay quien se lo coma de lo verde que está. Mientras tanto, yo que no estoy inscrito y no pienso cogerles ni agua, me aparto en una cuneta y voy comiendo de lo que llevo, que le da mil vueltas. Desde luego, el avituallamiento parece bastante pobre, aunque no me extraña. Los que van a toda hostia no paran y a los que van despacio los dejan fuera de control para que no coman nada. ¡Anda que no saben nada estos!


Seguimos por la D-918 y, como vamos charlando, casi nos pasamos el desvío de Issarbe. En un par de cruces anteriores había alguien de la organización pero se ve que ya pasan de nosotros.


Los ánimos están por todo lo alto. Hemos preguntado en el avituallamiento por la hora del cierre de control y está establecida a las 15:00 en la cima de Issarbe. Al parecer, el año pasado tuvieron que esperar a uno hasta las nueve, a lo que pregunto: "¿Y?" Echamos cuentas y llegamos más que de sobra. 


Pero Miguel pincha en la rueda delantera y tenemos que parar a repararla. La cubierta tiene un agujero bastante majo y no va a ser tan simple como un cambio de cámara.


Hacemos un pequeño apaño forrando la cubierta con cinta aislante por el interior y nos ponemos a meter aire con la bomba de mano, sin llegar a coger demasiada presión. Así veo complicado que no vuelva a pinchar pero lo bueno de haber mandado al coche escoba por detrás nuestro es que llega al de unos minutos y podemos pedirles ayuda con un inflador de taller con manómetro.


En el coche escoba vienen dos compañeros de la marcha que van como nosotros: uno inscrito y otro que le acompaña. También han tenido problemas mecánicos con unas cubiertas y deciden bajarse de la furgoneta a nuestra altura para seguir con la ascensión a Issarbe.


Los de la organización nos dicen entonces que el fuera de control es a la una y media en Issarbe. Nos lo acaban de cambiar así, por las buenas. A Miguel le quieren retirar el chip y el dorsal y les digo que me han dicho en el avituallamiento que era a las tres y que aún estamos a tiempo. Como no parecen estar muy seguros, se van a preguntar al siguiente avituallamiento, que debe estar al inicio de puerto, y luego vuelven para confirmarlo.


Los dejamos marcharse y seguimos pero volvemos a pinchar al de muy pocos metros. Esto ya empieza a ser grave porque el agujero va a más. Recorremos unos cuantos metros pensando que el avituallamiento estará cerca y que podremos pedirles alguna cubierta, o una rueda, o algo, ..., pero nada, empezamos a ser conscientes de que han abandonado al Gordo a su suerte.


Como no queda otra, metemos un mártir de la cámara pinchada y hacemos un buen apaño con cinta aislante por fuera. Justo en ese momento, vuelven los del coche escoba para confirmar el fuera de control y quitarle el chip y el dorsal a Miguel. A partir de aquí, ni comida, ni asistencia, ni nada, ..., aunque para el caso que le han hecho, ... Antes de que se vayan, les pido que nos metan presión y, aprovechando que llevan cinta americana, reforzamos el parche mejor que con la cinta aislante.

Los otros dos compañeros de viaje también logran solventar sus problemas con una cubierta de recambio que llevan. Nos han ofrecido una de sobra pero ellos van en BTTs y no son compatibles con las nuestras. Mientras terminamos nuestra reparación, ellos empiezan a subir Issarbe unos metros por delante.


Cuando decidí visitar Issarbe hace unos días no pensaba que fuera a ser tan entretenido. La verdad sea dicha, toda esta movida me está haciendo la subida muy divertida.


El único problema que tiene El Gordo es que no podrá frenar con el freno delantero pero parece que la solución que hemos adoptado con la rueda va bien y nos centramos en el puerto, que tiene su miga.


Llevamos un buen rato de subida pero muy tendida. Es cuando quedan once kilómetros para la cima cuando las rampas se ponen acorde al coeficiente de este gran coloso pirenaico.


Las pendientes de doble cifra se van intercalando con algunos descansos, que mitigan la dureza de los primeros kilómetros, los más duros de todo el trazado.


Solventados los tres primeros kilómetros que se encuentran por encima del 10% de media, llega una zona de herraduras en donde se baja un poco esa pendiente media pero que se mantiene constante entorno a un 8-9% que se hace duro.


Cuando se va despejando la parte boscosa del principio, las vistas comienzan a ser amplísimas hacia el norte. Se divisa el mar y toda la llanura de Aquitania tras los picos de Sudou y Legorre.


La dureza del puerto va haciendo mella en la moral de Miguel y empieza a pensar en el abandono en su cima. Yo le veo bastante bien de fuerzas e intento animarle  ya que, aunque no lo sé porque lo pasé de noche con Fernando, tuve la sensación de que el col de Issarbe iba bajando poco a poco su intensidad.


Seguimos enfrascados en la subida y, echando cálculos, a pesar de haber parado un montón de veces por el tema de la avería, seguimos en tiempo de estar en la cima a las tres de la tarde. A mí me da que no tenían ganas de esperar a dos tipos y que han pasado de ellos olímpicamente.


Abandonamos la parte que transita entre bosque y empezamos a divisar el collado al cual tenemos que llegar. Miguel ya se siente muy fatigado y tiene la esperanza de que Buru se haya acercado con el coche hasta la cima para colgar la bicicleta por hoy. La decisión de pasar de Larrau parece que ya está tomada.


A mí, la verdad sea dicha, también me da igual hacer Larrau que no hacerlo. El único objetivo del stage era Issarbe y está cumpliendo las expectativas con nota. Pero no sé, tengo la sensación de que, si Miguel se motivara lo suficiente, no tendría problemas para superar Larrau con cierta suficiencia.


Llegamos a la altura de la estación de esquí nórdico y empezamos a ver a nuestros dos compañeros beteros por la recta final de la ladera, cerca ya del collado. Los cuatro llevamos un ritmo de ascensión muy parecido.


Un último esfuerzo y coronamos este precioso y duro col de Issarbe. La decisión de abandonar aquí la ruta de la Larra-Larrau está tomada y no parece haber marcha atrás.


En el collado nos encontramos con nuestros dos amiguetes y charlamos un rato. Ambos son mañicos, uno de Zaragoza y el otro de un pueblo pirenaico cercano a Jaca. Se lo están tomando en plan cicloturista y alucinan un poco con la filosofía de esta marcha que, ya desde el principio, les ha dejado abandonados a su suerte. Aún así, tienen pensado completar el trazado, pero a su ritmo y sin agobios.


Como Buru no está por aquí, les contamos nuestros planes. Lo más seguro es que bajemos hasta el cruce de la Piedra por St. Engrace y que volvamos a Isaba haciendo esos kilómetros de subida o que le llamemos por teléfono para que venga a buscarnos con el coche.


Descendemos hasta el cruce y tenemos un momento de debate. Está la opción de seguir subiendo o de bajar hasta Larrau y pedir apoyo desde allí. Nos la tenemos que jugar por una de las dos opciones sin saber por dónde andará El Buru. Los kilómetros de subida que nos quedan hasta La Piedra de San Martín son ocho y duros y, como a mí me parece que Miguel podría subir Larrau si encontrara la motivación, le digo que podemos llamar a Buru desde Larrau o atrevernos con la subida, que solo son tres kilómetros más que esta otra.


Miguel está tan cansado de cabeza que creo que habría aceptado cualquier cosa que le hubiera propuesto con bajada. Así que tiramos para Sainte Engrâce con la idea del abandono en Larrau como plan confirmado.


Camino de Larrau, volvemos a enlazar con los dos maños que nos habían sacado unos metros de ventaja y seguimos con ellos por el desfiladero de Le Saison.


Nos esperan unos kilómetros de subida al pueblo bastante duros, sobre todo la parte final, y aquí El Gordo peta definitivamente. Mis esperanzas de que acceda a subir el puerto de Larrau se desvanecen.


Llegamos a Larrau y cogemos agua en la fuente que hay al entrar. Mientras los dos chicos se van a comprar comida a una tienda de alimentación que está abierta, sorprendentemente un sábado, nosotros nos tiramos en una explanada y enviamos un SMS al Buru para que nos venga a buscar.


Por suerte, la opción de venir a Larrau nos ha salido muy bien porque nuestro apoyo nos esparaba en el puerto y llegará en unos pocos minutos. Esta situación me permite volver a la carga para intentar que Miguel no abandone la marcha porque, aunque fuera de control, seguimos haciendo una Larra-Larrau.


Ahora vamos a tener coche de apoyo y no nos vamos a ver abandonados a nuestra suerte. Podemos dejar la ropa de abrigo en el coche, podemos descansar un rato, podemos comer bien, podemos tomar una cocacola, podemos abandonar cuando nos salga de los huevos, ... Ahora tenemos la situación controlada.


Llega Buru con el coche y no sé cómo pero la chapa que le meto al Gordo surte efecto y pega un bote sobre la bicicleta dispuesto a merendarse la Larrau. Apoyos no le van a faltar y, como ya le he visto subiendo Issarbe y sé que tiene piernas más que suficientes, estoy convencido de que llegamos hasta el final.


A un ritmo constante, mientras Buru se cuelga por los riscos haciendo fotos para el book particular, nos vamos merendando el puerto en su parte inicial.


La tarde ha quedado perfecta para disfrutar de este puerto. Miguel se lo conoce de haberlo sufrido en la Irati, donde las debió pasar putas. Eso me sirve de ayuda para lanzarle estímulos positivos para que vea lo bien que va y lo mucho que ha progresado desde entonces.


Entre charla y charla seguimos a lo nuestro y los kilómetros van cayendo. Echamos un buen trago de cocacola en una parada y ya no nos detenemos. El GPS me marca la altitud y contribuye al buen ánimo ver que ya nos queda menos desnivel que salvar que el que tiene un puerto como Canencia.


Nos acercamos al collado de Erroymendi y vemos cómo la cima se va cubriendo de nubes. Empieza a soplar mucho aire y parece que el final del día se puede estropear un poco.


Esta es la parte más dura de la subida. Menos mal que las herraduras que hay en esta ladera permiten mitigar un poco el constante 10-11% al que nos enfrentamos.


Coronamos Erroymendi y ya sabemos que vamos a subir Larrau completo. El descanso es una bendición y Miguel, aunque ya está muy fatigado, va a sacar fuerzas de donde sea para enfrentarse a los dos últimos kilómetros, que también andan en la doble cifra.


Este terreno de descanso nos viene de maravilla. Dejamos Erroymendi atrás y empezamos a divisar la última zeta de Larrau que, vista de lejos, muestra sus cuatro rampas que numeramos en forma decreciente para mentalizarnos de que solo quedan cuatro pequeños esfuerzos.


Nos metemos en las zetas y el aire va a jugar a nuestro favor, es otro motivo de alegría. Pasamos la recta nº4 muy bien, aunque tenga el viento en contra.


La nº3 es más corta y con aire favorable apenas nos cuesta. Miguel empieza a verlo posible y ya va emocionado.


La recta nº2 es la peor de todas. Aunque sea más corta, el viento es fortísimo y hay que meter la cabeza bien abajo para que nos permita avanzar pero, en cuanto hacemos la última herradura, ese mismo aire endiablado nos empuja en la nº1 que, siendo la de pendiente más acentuada, nos ve esprintar para acabar a lo grande.


Bravísimo. El Gordo se emociona solo de pensar en el pedazo rutón que se ha metido con 3.540 metros de desnivel y el vendaval impide que se quede a disfrutar del momento en la línea de puerto de montaña. Corremos a abrigarnos bien en el coche mientras Buru recoge las bicis, algo que resulta muy complicado por la fuerza del viento que dificulta el mero hecho de mantenerse de pie.

No tiene sentido descender Larrau hacia Ochagavía en estas condiciones y damos por concluida la jornada. Total, Miguel y Buru ya subieron el portillo de Lazar el jueves y por ambas vertientes. Lo importante de la Larra-Larrau ya está hecho pero nos queda una cosa. Sabemos que los dos maños han salido en Larrau detrás nuestro y no se les ve. En poco tiempo habrá poca luz y nos preocupa que se queden tirados.

Empezamos a pensar en bajar a ver por dónde andan cuando les vemos aparecer y salimos a aplaudirles y animarles en la última recta. Con un par de huevos bien gordos suben con jersey de lana, algo que no estamos acostumbrados a ver en este mundillo. Y coronan el puerto de Larrau, fuera de control, pero a quién cojones le importa.


Les decimos que paren en la parte española, tras el túnel, para estar abrigados. Allí charlamos un buen rato e incluso hay intercambio de teléfonos por si podemos tomar algo abajo, aunque nosotros ya nos vamos para el camping de Ochagavía y ellos no saben muy bien dónde irán porque han quedado con unos amigos. Veo que uno de ellos no tiene buff y le regalo el mío para la bajada.


Damos por concluida nuestra particular Larra-Larrau. Miguel no tendrá diploma ni gaitas pero puede decir que se la ha hecho, sin ningún problema. Y yo puedo decir que me alegro de no dar pasta a esta gente. Me estoy especializando en ver pruebas por la parte de atrás y es ahí donde se ve la calidad de una organización. Los de delante no necesitan casi nada, para ellos todo está bien, ni se enteran del paisaje como para enterarse de estas cosas, pero los de atrás, los que empiezan, los que verdaderamente sufren, los que necesitan ánimos, ..., esos sí necesitan del apoyo del organizador a no ser que ... al organizador le importen un carajo ... o incluso le molesten. Son tan cortitos que no se enteran de que los últimos de hoy son los primeros de mañana, pero ya no volverán. Es entonces cuando puedo asegurar que la Larra-Larrau ES UNA PUTA MIERDA.

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