El Val d´Hérens

Tras dos días sin pegar un ojo, con mucho cansancio por este motivo, consigo dormir a pierna suelta gracias a no tener que hacer ningún desplazamiento. El lugar que he encontrado para dejar el coche está muy bien y pongo el despertador un poco más tarde que los dos días anteriores porque el tiempo va mejorando poco a poco, la etapa tiene una distancia comedida y esta tarde tampoco me tengo que mover. Hoy no hay prisa ninguna.

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El Val d´Hérens Sion 126 km 4100 m+ IR

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Aún hay bastante resto nuboso pero se va despejando. Partiendo de Sion, hoy voy a hacer las subidas del sur y mañana las del norte. El valle del Rhóne (Ródano) es un corredor entre dos sierras muy bien diferenciadas y eso viene de maravilla para diseñar las rutas.


La primera subida del día es la que me lleva a la estación invernal de Thyon 2000. Este tipo de subidas no me gustan demasiado porque el final es el que es. El interés suele radicar más en la dureza que tenga. En este caso son 21km muy constantes, siempre por encima del 7-8%, y eso es mucha subida.


La carretera es, en todo momento, muy cómoda. Apenas pillo tráfico y la temperatura es muy agradable. Para disfrutar.


Voy ganando altitud y las vistas del valle empiezan a ser más amplias, aunque no de los picos. Sigue habiendo bastante nubosidad pero se va descomponiendo.


La última parte ya se me hace más dura. Estas subidas tan constantes acaban siendo muy machaconas. Coincido con otro ciclista que me adelanta a buena velocidad sin saludarme. En la cima descubriré que también es inglés. Van tres de tres en Suiza.


Acabo coronando en el típico hotel, en una explanada muy sosa, como preveía. Hay dos ciclistas más esperando al inglés y, viendo lo poco dados al saludo de cortesía que son, ni me acerco.


Para no repetir demasiado en esta etapa circular, en cuanto puedo, me meto por unas pistas perfectamente asfaltadas entre chalets con magníficas vistas para acceder a la carretera que me llevará al objetivo más interesante del día: La Grande Dixence, la presa de gravedad más alta del mundo con sus 285 metros de altura.


Como no parto de Sion, me ahorro muchos kilómetros. En principio, me quedan sólo una docena aunque, cuando llegue al embalse, me llevaré una ligera sorpresa.


La visión de la presa es espectacular. Tengo que subir hasta allí arriba y ya no me quedan muchos kilómetros. Empiezo a pensar en los números que pueden alcanzar sus rampas.


La carretera es una cucada. Estrecha y coqueta por esta alfombra verde invita al pedaleo. El día también acompaña, con una temperatura perfecta.


La última parte encierra los mejores números, incrementando bastante la dureza por este paisaje más abrupto, mucho más interesante.


Unas buenas herraduras me permiten remontar la roca hasta que, como no podía ser de otra forma, un túnel da acceso al pie de la presa, donde hay unos aparcamientos y un montón de gente con atuendo de senderista.


Hay una señal de prohibición de paso pero yo puedo seguir en bicicleta. La presa es inmensa y, aunque el track se acababa en el aparcamiento, intento llegar hasta arriba.


Pero la carretera se acaba junto al edificio del teleférico y se vuelve una pista de grava. Tiene muy buena pinta, así que sigo montado.


Pero veo una señal de prohibición de bicis y, ante tanta gente caminando, veo más educado bajarme y seguir a pata empujando hasta arriba.


En estos casos, siempre se tiene la sensación de ser el bicho raro, ante la atenta mirada del personal. El piso podría ser ciclable al completo aunque, en la parte final, es mucho más pedregoso.


Así a lo bobo, la subida me lleva un buen rato. Son tres kilómetros al 10% de media, lo que es un buen paseo. Pero no me importa porque estoy disfrutando muchísimo.


Llego arriba, donde hay mucha gente caminando y haciendo fotos. La estampa con los picos nevados es chula pero siempre le falta algo a estos lagos artificiales.


El descenso es rapidísimo y, a pesar de que hace bastante calor, vuelvo a pasar un poquito de fresco. El traqueteo de la pista de grava al bajar ha desajustado el GPS de su base y se me cae en un pequeño bache, dando cincuenta mil botes. Me temo lo peor pero ... ¡es increíble! ... ha resultado ileso. Había leído en algún sitio que el Garmin Oregon era irrompible y casi me lo creo. La carretera de Arolla es amplia y me esperan muchos kilómetros por ella, sobre una veintena.


El tramo previo a llegar a Evolène es bastante duro y aprieta el calor. He llenado el bidón de agua en una fuente a pocos kilómetros y ya está caldoso. La sombra de una galería se agradece mucho.


El paso por esta localidad es un gran descanso. Son varios kilómetros tirando al llano, para preparar su salida en la parte más dura de toda la subida.


Una buena zeta te hace ganar altitud rápidamente y te transporta al valle de Arolla, bastante más escondido.


El paisaje de montaña se vuelve mucho más interesante. Hay que pasar por unas galerías pétreas de esas que no te imaginas cómo pudieron ser excavadas.


En el túnel me encuentro a una chica francesa parada porque va sin luces, es muy estrecho, coincidimos con varios coches y la visibilidad no es muy buena. Salimos del túnel y el GPS no me coge señal. Me preocupo pensando que ha podido resultar dañado pero resulta que me he quedado sin pilas y las tengo que cambiar.


El ambiente en Arolla es tremendamente montañero. Es una localidad pequeñita y muy coqueta, con el Mont Collon como gran reclamo.


He disfrutado mucho en esta jornada y, lo mejor de todo, aún es temprano. Me quedan casi cuarenta kilómetros de bajada hasta Sion que me pienso tomar con mucha tranquilidad.


A medio descenso, me encuentro la carretera cortada y una gran caravana. Voy pasando con la bicicleta hasta la primera posición hasta encontrarme con una evacuación en helicóptero de un accidentado.


Tras unos minutos de espera que me resultan muy entretenidos, reanudo el descenso que, en este sentido de bajada, me lleva a disfrutar de las pirámides de Euseigne, una de las atracciones geológicas más relevantes de los Alpes.


Llego a Sion con tiempo para disfrutar de una tarde de turismo urbano. Encuentro Wifi gratis en la puerta del ayuntamiento para hacer lo que se va a convertir en mi conexión diaria con casa a través del Skype. No hay desplazamiento para la etapa de mañana y eso se agradece muchísimo después de dos días de no parar de hacer kilómetros en coche. Por cierto, las molestias que achaco al acelerador han ido a menos. Me va a venir bien el hecho de que tenga muchas etapas con desplazamientos insignificantes.


Planificar rutas con distancias comedidas me está permitiendo tener bastante descanso y es algo a lo que no estaba acostumbrado en estos viajes, siempre yendo de un lado para otro a todo meter. Creo que esta vez voy a disfrutar muchísimo.

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