46. Aizkardi Ibilaldia

En 2.010, ya hace cuatro años, hice mi primera Aizkardi, siendo mi primera marcha seria y penando de mala manera para terminarla. Desde entonces, no he fallado ningún año y he ido mejorando mucho, hasta el punto de hacerla más corriendo que andando. Pero hoy vuelvo a salir un poco acojonado por mi enorme pajarón de ayer. Llegué a Villabona vomitando y me quedé dormido en el coche sin cenar, despertando a medianoche muerto de hambre, momento en el que me jalé unos garbanzos. He dormido a ratos y no he podido desayunar bien, así que ya veremos.

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46. Aizkardi Ibilaldia Villabona 42 km 2480 m+ IR


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Como me inscribí de los primeros, salgo en el primer cajón pero, como he llegado justo a la salida, no me sellan la tarjeta hasta las 07:02. Han pedido a la gente que no se corra y salimos todos andando, aunque ya se ve a más de uno nervioso con ganas de echar a correr. Llegamos al río en el Parque Otieta y ya noto que tengo el estómago revuelto y que me voy a ir por las patas.


Tenemos que apretar en una primera subida y noto que la tensión hace que me vaya por abajo, teniendo que subir continuamente con el ojete apretado. Siempre se ha dicho aquello de ir culo prieto y yo voy así literalmente.


En medio del bosque, en una curva cerrada de una pista perdida, me encuentro con un coche de la DYA y le pido a una chica algo de papel, o unas toallitas o algo parecido. Me da un par de klinex con los que me puedo secar un pedete húmedo que no he podido contener. Aún no llevamos ni seis kilómetros y empiezo a ver la cosa muy chunga, pensando continuamente en abandonar dando media vuelta ahora que estamos en el principio.


Le echo un poco de valor al tema y llego al K-2 de Lapurtxulo a las 08:36, tan solo seis minutos después de la apertura del control. No tengo sensación de ir rápido y me sorprende haber llegado tan pronto porque hace cuatro años llegué a las 09:00.


En el avituallamiento de Lapurtxulo no hay más que caldo y unas naranjas, o por lo menos yo no veo nada más. Me tomo un caldito con unas ganas tremendas de cagar, pero no veo dónde meterme y sigo rumbo hacia el Onddo (780m).


Encuentro unos árboles tras los que meterme y evacúo como si sacara el agua de una garrafa. Me quedo como dios y, por fin, puedo ponerme a correr sin que se me salga nada.


Hace un viento muy desagradable. No llega al huracán que sufrí ayer pero le queda cerca. El aire de cara es fresco y ayuda para que siga cogiendo frío en el estómago. Creo que el momento aspersor puede volver pronto. Este tema me va a dar el día, ya verás.


Dejamos atrás la cima del Onddo y el terreno se vuelve más cómodo. Hay tramos de verde, tramos de bosque, tramos de pistas, ... Hay gran variedad de terrenos.


Llego al K-3 de Etzelako Lepoa a las 09:44. Hace cuatro años llegué a las 10:32 a este kilómetro 15´9. Recuerdo que en aquella ocasión iba cagado por lo que me quedaba y, en esta, lo voy de forma literal.


En este avituallamiento me como un par de gajos de naranja y un polvorón de chocolate antes de volver a ponerme en marcha y de afrontar el tremendo cortafuegos que le sigue.


Llegamos a la parte más chula del recorrido, camino del Mandoegi (1.045 m). Hay un montón de árboles caídos por la pista y es un poco rollo tener que andar esquivando obstáculos. Parece que el estómago se me ha asentado un poco y es el tramo en el que mejor me encuentro.


Ya no tengo reparo ninguno y voy a la carrera todo lo que puedo. Andar cada vez me resulta más aburrido. Las vistas en este tramo son una pasada.


Sigue haciendo muchísimo viento pero la hilera de árboles hace de parapeto y nos protege bastante. Ya se ve la cima a la que nos dirigimos y no parece que haya nieve.


Leuneta, Abadekuruntz, ..., pequeñas cimas que van pasando camino del Mandoegi. Esta parte es para disfrutar a lo grande.


Aparece algún nevero en el descenso del Mandoegi, camino del Urepel y, ya en el tramo de subida, pisamos nieve. Los de delante van dejando buena huella y solo patino una vez con las zapas que llevo.


En la cima del Urepel (1.055m) es donde más fuerte sopla el viento y apenas se puedo uno detener un segundo porque se queda frío. Creo que vuelvo a cogerlo en el estómago porque me regresan las ganas de jiñar.


La bajada es de esas fuertes en las que acabas pidiendo la hora por el desgaste que suponen. Al principio es una pista pero luego se mezcla con algún sendero en picado por entre los árboles.


Llego al K-4 de Leitzaran a las 11:20, cuando la otra vez lo hice a las 13:15. Son casi dos horas menos y ni comparación con cómo iba aquella vez de cansado. En esta ocasión, aunque me vaya por las patas, voy muy suelto. En el coche de la DYA me vuelven a dar papel para mi cagalera.


Me como un trozo de plátano, dos palmeritas y un gajo de naranja antes de partir del avituallamiento. Recuerdo que ahora venía una fuerte subida.


La bajada siguiente vuelve a hacer que el estómago se me revuelva y no me aguanto. Llamo a casa escondido tras un coche que me abriga del aire, al paso sobre la autovía de Leitzaran.


Llego al K-5 de Mugaga del km.32 a las 12:33, poco después de evacuar tras una cuneta y cuando hace cuatro años lo hice a las 14:50. La diferencia de la forma que tenía con la que tengo ahora es abismal.


Ya solo queda subir al Urdelar (858m) y un par de tachuelitas. En este tramo de trayecto casi no dejo de correr.


Quedan unos cuantos kilómetros de fuertes bajadas. Terrenos muy variados, con pedregueras, trialeras, pistas, campas, ... La variedad de terrenos en esta marcha es inmensa.


Algún repechito rompe el ritmo de carrera pero me siento muy fuerte. Hay una cosa que ya no toca los cojones: el viento.


Los últimos seis kilómetros son en fuerte pendiente, de esas que te ponen las piernas a tono de verdad. Para pedir a la gente que no corriera, no sé yo ... Aquí va corriendo todo quisqui.


Llega un momento en el que conectamos con el recorrido de la marcha corta y nos juntamos con mucha gente en una trialera de bajada algo incómoda.


Hasta entrar en Villabona por el parque Komizar. Hay un olor a asado a la parrilla que marea.


Termino la marcha en el K-6 de Villabona a las 13:50, diez minutos antes de que abran el control, aunque ya hay cola con los de la corta y me sellan la tarjeta a las 13:55. Es una pasada porque hace cuatro años llegué a las 16:53. Esas tres horas de diferencia marcan un antes y un después evidente.


En el avituallamiento no hay casi nada, unos gajos de naranja y poco más. Me ha sorprendido mucho la escasez de los avituallamientos de este año aunque, al ser una marcha gratuita, no le doy mayor importancia y, lo que hay, bien está e incluso es demasiado. Me gusta mucho esta marcha e intentaré volver el año que viene.

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