Crónica de un abandono

No he dormido del todo mal. A pesar de estar húmedo, me he podido cambiar de ropa para dormir y ésta estaba totalmente seca. El techo de la tienda del centro comercial de Beauvais quedaba del lado por el que no soplaba el aire y estaba bastante resguardado. Aún así, me levanto con bastante dolor muscular. Ya he pasado de los cuarenta tacos y cada vez es más complicado hacer planes de tirado y en estas condiciones. La alimentación la estoy llevando bien porque cargo con mucha comida, así que a una buena cena le sigue un buen desayuno. A las seis y media de la mañana no llueve y me pongo en marcha. Me espera una etapa de 180km hasta Calais y tengo que llegar antes de las siete de la tarde para retirar los billetes de ferry.

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Crónica de un abandono Beauvais 210 km 1000 m+ IR


Empiezo a pedalear y no llevo ni cinco kilómetros cuando se pone ya a llover, volviendo a la pesadilla de la tarde de ayer. Para joder aún más la marrana, se pone a soplar un fuerte viento en contra que me desmoraliza mucho más todavía. Consigo hacer veinte kilómetros hasta que encuentro una marquesina en Fontaine-Lavaganne en la que resguardarme un rato. En este momento aprovecho para llamar a casa y preguntarle a Amaia por las previsiones para hoy y para los próximos días.

Hoy dan lluvia para todo el día y la cosa no parece mejorar en lo sucesivo. Me parece que mis planes se están yendo al garete. Podría llegar a Calais sin problema pero no estoy disfrutando nada, más bien todo lo contrario. Mi rutómetro es excesivamente exigente, con unas etapas demasiado estrictas como para andar así. Ni por asomo podría con ellas sin el entretenimiento de ir haciendo fotos o sin el disfrute de parar a comer en un sitio tranquilo. Hacer semejante viaje así... ¡no me apetece!

El viaje se cancela

Lo he decidido, me doy la vuelta ahora que aún estoy a tiempo. Nunca debería haber salido de casa con las previsiones que había. Me pongo manos a la obra y reando los cien kilómetros que llevaba avanzados hacia el norte pero, esta vez, con aire favorable hacia el sur. A la estación de París llego a eso de la una del mediodía, con la suerte de que deja de llover poco antes de entrar en Saint-Denis.

Me acerco a los mostradores de SNCF para hacer el cambio del billete de vuelta pero me dicen que no se puede cambiar, que hay que hacerlo por Internet tal y como hice la reserva, pero no consigo cambiarlos y decido comprar un billete nuevo. Pero no hay. Está todo vendido hasta el martes a excepción de un billete de primera clase que cuesta una burrada. Analizo la situación y... ¡volveré en bicicleta! De París a Hendaya hay unos 800km y, si no pasa nada raro, llegaría antes que esperando a ese tren y gratis.

Una brevet París-Hendaya improvisada

Salgo de París lloviendo de nuevo y no puedo sacar una triste foto en todo el trayecto. He configurado el GPS para que me saque por Versailles y así voy por alguna carretera menos transitada que la que tira hacia Orléans. En un momento que para de llover, puedo prepararme la comida, quedándome bastante frío. La temperatura ronda los 14ºC y ni me imagino lo que sería estar así por Escocia durante tantos días. Por suerte, en los próximos kilómetros no me lloverá y podré hacer camino más tranquilo.

El nuevo objetivo que me he marcado es llegar hasta Chartres, camino de Tours. De ahí restarán 700km hasta Hendaya y, con un poco de suerte, podré estar en casa para ver la final del Mundial. Pero se vuelve a poner a llover unos treinta kilómetros antes de llegar y decido parar en un pueblo en el que hay una zona muy resguardada junto a una central de correos francesa. Aún es pronto y podría hacer mucho más camino pero estoy harto de chupar agua.


Media hora después, deja de llover y parece que despeja bastante, lo que me anima para continuar hasta mi nuevo destino. El sitio no me gustaba nada para dormir, ya que el aire pegaba de lado y pasaría una noche complicada con tanta humedad como llevo encima. Ya hace rato que he tenido que cambiarme de calcetines porque los llevaba encharcados y casi prefiero montar la tienda para estar a cobijo del viento.

Avanzo buscando dónde tirar la tienda pero un par de campas buenas están tan encharcadas que no me decido, hasta que llego a Chartres y, antes de entrar, encuentro una urbanización nueva en la que no parece vivir nadie y con unos jardines perfectos para montar la tienda de campaña. Hay unos setos bordeando las casas que me ofrecen intimidad, haciendo el sitio perfecto porque el césped drena bien y puedo montar la tienda sin que haya barro debajo.


Meto todo en la tienda y me preparo la cena aprovechando que no llueve. Amaia ya me ha advertido de que dan mejoría para el sur, por lo menos hasta llegar a Aquitania. Espero poder pedalear tranquilo durante un par de días porque, una vez cancelados los objetivos principales del viaje, no tengo ninguna gana de seguir en bicicleta. Hoy he hecho 210km y he sacado seis o siete fotos, de las cuales no valen un pijo la mitad. Esta no es la forma que yo tenía pensada de pasar las vacaciones.

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