El cabo de Peñas

No ha parado de llover desde que llegué al coche ayer en Pola de Lena. Aparqué en la zona de los astilleros de Gijón y se ha pasado toda la noche jarreando. Por la mañana sigue igual. Me he traído la ropa de correr por si acaso las previsiones de lluvia aciertan y no puedo hacer bicicleta en todo el día. Pero veo un claro en el cielo y me arriesgo a salir. Son las 10:30 de la mañana, algo tarde ya, pero la etapa es casi llana y solo consta de cien kilómetros.

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El cabo de Peñas Gijón 100 km 1300 m+ IR

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Quiero ir al cabo de Peñas y sigo lo más pegado a la costa que puedo. Pero el túnel de Aboño está cerrado, con la carretera cortada por unas vallas, lo que me obliga a cambiar el trazado y meterme por el alto de Muselín.


La carretera está mojada y empieza a chispear en plena subida. Una señora mayor me dice que qué animado al subir por esa cuesta. Luego sabré la razón: los números rondan el 20% casi sin haber entrado en calor.


El sofocón me deja un buen premio en forma de vistas de Gijón. Solo chispeaba un poco y ya ha cesado. Incluso parece que quiere salir el sol.


La carretera no tiene un metro llano. Se suceden subidas y bajadas típicas de las zonas de acantilados cantábricos, algo que me suena muy familiar. La subida al alto de Albandi tiene hasta P.M. escrito en el suelo.


Llego a Candás y disfruto de las olas rompiendo sobre las rocas. El Cantábrico siempre está bravo y resulta todo un espectáculo.


Llevo poco más de quince kilómetros recorridos y ya he tenido ocasión de disfrutar de un montón de paisajes diferentes. Este tipo de rutas son apoteósicas.


Los escalones se siguen sucediendo. No hay ni un solo metro llano. Por suerte, ha dejado de llover hace tiempo. Solamente me incomoda el aire en contra que se ha levantado.


Atrás queda Luanco y continúo hacia el cabo de Peñas por una carretera muy divertida. Me vienen imágenes a la cabeza de mi viaje por Bretaña. Hay algo en el paisaje que me lo recuerda mucho.


Llego a un cruce en el que opto por desviarme para ver el faro del cabo de Peñas y los acantilados. Hay tres o cuatro coches en el aparcamiento y alguna gente por el paseo de tablas que hay bordeando los precipicios.


He venido con viento de cara y pensaba que aquí iba a ser un vendaval. Pero no, apenas sopla aire y se está muy bien.


Me como un plátano que llevo y enfilo la carretera que me debe llevar a Avilés, esta vez con aire favorable. El sol sigue luciendo y calienta bastante. Parece que estoy teniendo mucha suerte porque anunciaban lluvias durante todo el día.


Un pequeño alto es la única dificultad que me encuentro en esta parte del recorrido, que transcurre muy rápida. Las fábricas empiezan a asomar y también cierto olor a polución.


Avilés está justo en mitad de la etapa de hoy. Entro por la zona del famoso Centro Niemeyer, aunque sin llegar a entrar hacia él. No me apetece desviarme del recorrido.


Salgo de Avilés por la carretera que va hacia Oviedo, pasando por Posada de Llanera. El día se está estropeando bastante y el cielo se vuelve gris.


Tengo el pequeño aliciente de llevarme un nuevo puerto a la colección con el pequeño alto de La Miranda. Es cortito y tendido pero me hace ilusión tachar puertos nuevos.


Las praderas verdes de esta zona de Asturias son muy guapas. Es una zona magnífica para salir a pedalear sin excesivas pretensiones, solo para echar un buen rato.


Corono La Miranda y ya tengo la ruta casi hecha. Solamente me queda girar hacia Gijón y viajar unos cuantos kilómetros junto a la autovía, por la desierta vía de servicio.


En estos últimos kilómetros, se pone a llover con fuerza. Otras veces he librado pero, en esta ocasión, me pilla de lleno a poco de llegar al coche. No siempre se va a estar de suerte.


Callejeo un poquito por la ciudad para ir a parar a la playa de San Lorenzo. Gijón es una ciudad que me gusta mucho.


Sigue lloviendo pero no mucho. El día me da una pequeña tregua para poder disfrutar del paseo. Aún así, no debo entretenerme porque tiene pinta de caer una buena. La temperatura ha caído de golpe.


Pero todavía es pronto y no quiero dejar pasar la oportunidad de meterme por la zona de la Plaza Mayor.


Sigo por el puerto deportivo y la playa de Poniente pero aquí sí que no me puedo detener porque se pone a jarrear, lo que me obliga a meterme un sprint tremendo para llegar al coche.


Han salido cien kilómetros exactos, algo que parecía imposible con lo que llovía a las nueve de la mañana. Aunque ha habido algún momento en el que he pillado agua, la cosa es que el día lo he salvado estupendamente. Me voy a Soto del Barco. Mañana saldré de allí.

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1 Comentarios

  1. Pedalear territorios vírgenes siempre tiene un aliciente especial y un toque de explorador del siglo XVI irresistible.
    Otro buen rutón. Y de los mayores siempre hay que hacer caso, aunque no esperaba ese 20%. Para ellos, un 5% es un cuestón de espanto. Una vez en Canencia pueblo, me dirigía hacia Miraflores y un parroquiano que estaba al sol en la Plaza me avisó del 40% que me esperaba en el puerto. Le dije "bajen zorras tío León", jajaja. Ese dicho viene de uno de mi pueblo, el tío León, muy exagerado siempre, que entró una vez en el pueblo afirmando haber visto una manada de 200 zorras, jajaja.
    Saludos.

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