Las Montañas Mourne

La estancia en la Isla Esmeralda toca a su fin. He recorrido Irlanda de cabo a rabo y solo me quedan los montes de Mourne, al sur de Belfast, en el condado de Down. Como he decidido tiempo atrás, evito salir de las grandes ciudades por el elevado tráfico que soportan y salgo de Dromara en vez de hacerlo desde Belfast, lo que me acorta bastante la etapa. Así termino antes y puedo pasarme por las instalaciones del ferry para intentar que me lo pasen a la jornada que llevo de adelanto.

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Las Montañas Mourne Dromara 81 km 1050 m+ IR

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Ha estado lloviendo mucho por la noche pero amanece un día soleado. Me esperan poco más de ochenta kilómetros y me lo puedo tomar con mucha calma. Ya llevo muchos días de viaje y las rutinas están más que asimiladas: me despierto, desayuno, me cambio, preparo la bici, ... Ya casi hago todo de forma automática.


Abandono Dromara rumbo al sur, hacia las montañas Mourne. Destacan mucho de la zona llana en la que me encuentro.


Me voy acercando y se levanta un aire muy fuerte. Las cumbres de esta pequeña sierra aparecen cubiertas y las numerosas banderas británicas ondean al viento. Hay Union Jacks por todas partes.


La soledad por estas carreteras es enorme y en solo diez kilómetros cambia el día completamente. He salido muy tranquilo y ahora creo que voy a chupar agua.


Mientras el ganado campa a sus anchas por estas verdes praderas, me acerco a Hilltown, a la base de la subida a la presa de Spelga. No llueve pero ha debido estar haciéndolo hace bien poco porque el suelo está muy mojado en esta parte del recorrido.


Me detengo por un instante junto a un cruce para abrocharme el chaleco y aprovecho para mirar el GPS y ver para dónde voy a tirar. En ese preciso instante llega un coche y el conductor se piensa que estoy perdido mirando en los carteles y me pregunta si necesito ayuda. Comenzamos una larga conversación que termina con la conclusión de que tenemos una suerte inmensa de disfrutar de Messi todos los fines de semana en la liga española.


Me despido del tipo tan majo con un apretón de manos y salgo hacia Spelga Dam. Son ocho kilómetros hasta el alto pero con una mitad inicial intrascendente.


La segunda parte de la subida ya tiene algo más de entidad, siempre por encima de un cómodo 5%. El cielo sigue estando muy encapotado y la carretera muy mojada.


La llegada a la presa supone el fin de los porcentajes cercanos al 5% para volver a suavizar mucho, ya hasta la parte más alta de la subida, en plena carretera de Newcastle.


El Spelga Dam es un embalse pequeño, rodeado de algunos árboles por la zona por la que he subido, de los pocos que he visto en toda la isla. Luego me he informado y he sabido que la isla de Irlanda es uno de los lugares más deforestados de toda Europa.


Enfilo la carretera hacia Newcastle, con el mar en el horizonte y los cielos despejados. El valle por el que voy a bajar es mucho más atractivo que el que he remontado de subida.


Llego al mar por una carretera estrecha, carente de tráfico. Newcastle se encuentra en la mitad del recorrido y es el punto ideal para hacer una pequeña parada.


El Lidl ocupa un edificio precioso junto a la playa, algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en algunos polígonos. Me siento en un banco para comer algo disfrutando de las vistas cuando se pone a chispear ligeramente.


Me levanto del banco interesado por unas instalaciones que están a mi lado. Hay un enorme campo de golf. Es el Royal County Down Golf Course, con una casa club tremenda.


Termina mi parada y vuelvo a ponerme en marcha. Apenas han sido dos gotas las que han caído pero el cielo está muy amenazante. Paso por Dundrum y el tráfico es considerable en la carretera que lleva a Belfast.


Hay banderas por todas partes. La A2 atraviesa Clough con un tráfico tremendo que me reafirma en mi idea de no pisar los grandes núcleos de población montado en la bici.


En Ballynahinch dejo la carretera de Belfast y vuelvo a una más tranquila, ya camino de vuelta a Dromara. Una ruta de poco más de ochenta kilómetros no supone mucho y llego a mi punto de partida muy fresco.


He dejado el coche en el aparcamiento de la gasolinera y aquí me preparo la comida mientras pasan un montón de coches de época en caravana. Recojo todo y me voy a Belfast con la esperanza de que me dejen pasar a Escocia esta misma noche, con mucho tiempo de poder dar un paseo por la localidad.


Desafortunadamente, no me dejan adelantar la fecha de salida del ferry sin pagar un recargo muy abusivo y me tengo que quedar todo un día en Belfast, así que me doy un paseo corto con idea de hacer mañana una medio maratón para recorrer la ciudad entera. No es muy grande y un maratón me parece excesivo.


Con los tres o cuatro edificios más bellos en la retina, entre ellos la catedral de Santa Ana, me busco un lugar tranquilo para dejar el coche y acabo en SailorTown, un barrio cercano a los muelles y que me resulta muy familiar gracias a tantas y tantas imágenes de películas que tratan el conflicto del Ulster.


Frente a mi hay un rascacielos con una enorme bandera de la República de Irlanda en la azotea y con esta imagen me encierro en el maletero. Mañana me espera una jornada de transición, sin bici desde hace muchos días. Creo que me va a venir muy bien el descanso.

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