Cazorla, Segura y Las Villas

El tiempo pasa rápido cuando se está entretenido y ya me encuentro en la última jornada de este periplo las sierras de Alcaraz, Segura y Cazorla. A diferencia de ayer, hoy vuelvo a un diseño de etapa circular, aunque de corta distancia, por debajo de los cien kilómetros.

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Cazorla, Segura y Las Villas Cortijos Nuevos 95 km 2300 m+ IR

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Salgo de Cortijos Nuevos sin madrugar demasiado. He desayunado ya de día y me dan las nueve de la mañana para cuando empiezo a pedalear.


El día ha salido muy nublado. La temperatura es ideal para subir puertos pero no hay buena luz para sacar fotos. Hasta El Robledo apenas se gana altitud, con tres kilómetros suaves para ir calentando.


Luego, la cosa cambia completamente. Sigo las señales que indican la presencia de una estación de vuelo libre y me acuerdo del cocinero que palmó por estos lares, lo que me mantiene entretenido en los siguientes kilómetros, ya con pendientes más serias hasta alcanzar un kilómetro completo al 9%.


Casi no me entero y me encuentro en el desvío que te enfila hacia las antenas, a falta de cuatro kilómetros para coronar. Hasta aquí la subida carecía de amplias vistas por culpa del arbolado pero, en adelante, es todo un espectáculo.


Se empieza al 6%, se sigue al 8% y así hasta llegar a un exigente kilómetro final al 10%. Los últimos kilómetros van tensando la subida poco a poco lo que hace que, en una ascensión de quince kilómetros, la parte final llegue a pasar factura.


Lo peor de este tramo de cuatro kilómetros es la presencia de mucha gravilla en el piso, dejando libres solamente los corredores que marcan las ruedas de los vehículos a motor. Intento ponerme en pie varias veces pero acabo sentado porque la rueda patina demasiado.


Estoy llegando a las antenas y oigo cómo charlan dos tipos que se encuentran en el mirador. Llega a caerme una sola gota de agua. Está muy nublado pero no parece que vaya a llover, por lo menos a corto plazo.


Al llegar a las antenas, me acerco al mirador donde se encuentran los dos tipos  los que oía charlar mientras me acercaba al alto. Deben ser los guardas forestales y me quedo charlando un rato con ellos, mientras vigilan las montañas con prismáticos.


Hay una cortina de agua muy densa que se acerca desde el sur y el viento la empuja hacia nosotros. Me preocupa un poco para lo que me queda de etapa pero el guarda de mayor edad me tranquiliza al decirme que las tormentas que vienen de esa zona siguen el corredor de aire que se forma en el valle que hay entre las dos sierras.


En los diez minutos siguientes, así sucede. La cortina de agua toma la dirección del valle, tal y como él había predicho. Cuando alguien sabe de qué habla se nota enseguida.


Justo cuando me voy a marchar, aparecen cuatro bombarderos en fila india, acercándose desde el sur. Me dicen que vienen de la guerra y que, seguramente, irán hacia el aeródromo militar de Murcia. En unos segundos desaparecen de nuestra vista.


Desciendo con mucha calma y con sumo cuidado porque la gravilla está por todas partes. Hay una curva en la que me casco una derrapada que me los pone de corbata y tomo nota para lo que queda, bajando muy despacito.


En el inicio de la carretera de La Soba, la cosa sigue parecida, con una trazada difícil para salvar la gravilla. Sigue nublado pero, a ratos, aparece algún rayo de sol entre los árboles.


Me detengo en una fuente que tenía controlada. Según un lugareño, esta es la fuente de la que mana el agua más sana de toda la sierra. La verdad es que, con esa pinta de abrevadero para vacas, está riquísima y sale muy fría.


El terreno favorable me lleva hasta el río Madera y lo sigo hasta pasar Huelga Utrera, donde confluye con el río Segura. A partir de ahí, un par de repechos me separan de La Toba, donde empieza la subida a Despiernacaballos.


La Toba se encuentra justo en la mitad del recorrido. Cruzo el río Segura por un estrecho puente, algo estropeado, para subir por el otro lado.


Por fin me libro de la gravilla. Aunque me esperan doce kilómetros de subida, tan solo cuento ocho, ya que los últimos cuatro son muy suaves. En cambio, los ocho primeros rondan casi siempre el 7%, a excepción del kilómetro final que supera el 11% con creces.


A cada metro que avanzo, el día se va estropeando. Hay nubes por todas partes y, aunque sigue haciendo calor, me espero una buena tromba de gua en cualquier momento.


La tónica de estos días se mantiene. Sigo sin cruzarme con coches. Esta parte del país está muy solitaria, lo que se agradece cuando te enfrentas al kilómetro más exigente del puerto.


Superados los ocho primeros kilómetros, todo se vuelve un dulce paseo. Las vistas sobre el valle del Segura son inmensas y se empieza a paramear bastante.


En estos casos, es difícil saber cuál es el punto más alto pero me vuelvo a encontrar con una marca anunciadora que se agradece mucho. Corono Despiernacaballos satisfecho por haber realizado dos subidas tan interesantes como las de hoy.


Unos trescientos metros más adelante, tras un terreno llano y de suave bajada, enlazo con la carretera que sube al puerto de Pontones por su vertiente de Santiago de la Espada.


Son unos kilómetros de subida mantenida, a muy poco porcentaje, hasta llegar al puerto de Pontones. Empiezo a sospechar que Despiernacaballos no deja de ser una vertiente más de este puerto.


El descenso de Pontones es muy irregular. La vertiente de Hornos tiene varias escaleras, lo que hace que tenga que subir bastantes metros en la bajada.


También quería hacer Pontones pero me parece absurdo bajar para volver a subir, para volver a bajar. Ya no juego al CIMA y no pienso hacer la tontería. Que Despiernacaballos y Pontones sean considerados do puertos diferentes es algo que me habría puesto de muy mala ostia en otros tiempos pero ahora me la sopla bastante.


Como ya no voy a hacer Pontones por esta vertiente, me tomo el descenso como el paseo final. No dejan de cruzarse los cervatillos, yendo siempre de parejas.


La llegada a Hornos no tiene nada que ver con la de ayer, con un día fantástico. Hoy todos está gris y no luce nada.


Termino la etapa en Cortijos Nuevos, con tiempo de sobra para hacer una comida-merienda antes de partir para el norte. Camino de Valdemoro, donde he quedado mañana, me cae una buena tromba de agua en tierras manchegas. Salgo tan tarde que me dan las uvas y, ya de noche, decido parar en Aranjuez para evitar el tráfico de las cercanías de Madrid. Cena, peli y a dormir.

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