Desde el río Segura

Hoy es de esos días que tanto me gustan, con ese cicloturismo de puertos en el que los puertos son los protagonistas y se prescinde de la paja intermedia, de esos tediosos kilómetros de espera entre rampa y rampa. Hoy es un día de picaflor. Hay varias subidas que parten del río Segura y que, en mi camino hacia los nuevos CIMAs de Jaén, me interesa hacerlas de esta manera.

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Desde el río Segura Graya 75 km 2400 m+ IR

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Amanece en Yeste. Puedo disfrutar de uno de esas salidas de sol que recuerdas por mucho tiempo. Ya llevo dos noches descansando bien y desayuno con fuerza para una jornada con el desnivel concentrado.


Me desplazo hasta el inicio de La Borriqueta y aparco en una esquina del puente sobre el río Segura. Hacer puertos en plan picaflor tiene incontables ventajas. Una de ellas es que puedo salir del coche sin peso: no me hacen falta los recambios, ni la comida, ni llevo ropa de más.


El primer kilómetro es casi llano pero le sigue otro al 10%, con múltiples herraduras hasta llegar a La Graya, localidad de referencia de esta subida. Porcentajes así hacen que enseguida tenga buenas vistas de todo el valle.


Hay ganas de ir cogiendo altitud para salir de las sombras del fondo del valle. Todavía es muy pronto y el sol está demasiado bajo.


Un par de kilómetros tranquilos al 6% dan paso a otro par al 8%, también con varias herraduras que ayudan en la ganancia de altitud.


El kilómetro más duro, por encima del 10%, desemboca en un curioso mirador y, a partir de aquí, el paisaje se embrutece bastante y el entorno es más interesante.


Faltan dos kilómetros para coronar cuando un descanso de medio kilómetro, con bajadita incluida, sirve de respiro final.


Finalizan los once kilómetros de La Borriqueta un tanto deslavados, en una curva del camino, sin llegar a ninguna parte concreta. Estos finales afean bastante las subidas.


Descenso rápido, bicicleta al coche, cambio de zapatillas para conducir más cómodo y a por el siguiente. En pocos minutos ya estoy en el puente de acceso a Los Chorreones.


Frente a la longitud de La Borriqueta está esta subida cortita, de apenas tres kilómetros, aunque a más del 9%. Subiendo a bote pronto, me puedo permitir hacerla exigiéndome un poquito más de lo normal.


Está claro que alguien ya está en casa y ha decidido no esperar bajo el sol. Me espera otro día muy caluroso por lo que se puede ver.


Aprovecho las fotos para hacer pequeños descansos en el alto ritmo que llevo. El porcentaje se mantiene constante y no aparecen descansos que me sirvan para ello.


No me lleva mucho llegar a Los Chorreones, que no son más que cuatro casas colgadas en la ladera de esta montaña. Me recibe un perro ladrando que no deja de meterse en medio de las ruedas, hasta que un tipo lo llama a voces y cesa en su empeño de tocarme los huevos.


Llego al coche en un momento y me desplazo río arriba hasta Las Juntas de Miller, donde dejo el coche aparcado en una sombra generosa que me asegura que no se recaliente demasiado. La nevera no lleva hielo pero las bebidas las estoy manteniendo frescas porque las he cubierto con agua de una de las fuentes que me he encontrado por el camino.


Ya tengo hechas dos de las cuatro subidas que quiero hacer hoy y me lo tomo con calma. Decido hacer una pausa para comer, disfrutando del entorno.


Al de un buen rato, tras un buen descanso después de comer, decido ponerme en marcha y me dirijo a subir por Góntar. Es una subida que ni sabía que existía hasta ayer, cuando robé wifi en Riópar para buscar una rutilla por el río Mundo. Ya que estoy aquí, habrá que hacerla también.


Dejo la carretera de Santiago de la Espada para encaramarme de nuevo a la margen derecha del río Segura.


Empiezo a subir sin saber cuántos kilómetros tiene esta subida, ni qué porcentajes, ni nada. Ni siquiera recuerdo el nombre del alto, solo que pasa por Góntar.


La primera parte de la subida transcurre por un tremendo oasis de  vegetación. Se respira un tremendo aroma a pino, muy refrescante cuando hace tanto calor. Nunca he sabido muy bien de qué árboles se trata cuando paso por un bosque pero ese aroma es inconfundible.


Me voy acercando a Góntar buscando ya las sombras, ya que el calor va a más con el paso de los minutos. Me encuentro en las horas centrales del día y ya pega con ganas.


Llego a Góntar y descubro una pequeña plazoleta, con una encrucijada de caminos. Sin saber por dónde seguir, sin nadie a quien preguntar, tiro por lo que parece ser la carretera de subida.


Hasta que, un kilómetro más o menos después, llego a otras casas y me encuentro sin salida. Hay seis lugareños a la sombre de un árbol y les pregunto si saben por dónde se asciende a la zona alta. Me contestan que lo que busco es llegar a Los Picones y me indican por dónde hacerlo. Debo regresar al centro de Góntar y coger una pista que sube de golpe, con un inicio de cemento muy rallado y muy estropeado.


Apenas son unos pocos metros de rampa estropeada y continúo por una carretera estrecha en perfecto estado. La subida empieza a despertar mi curiosidad al ver hacia dónde se dirige.


Cuando no sabes a dónde vas ni conoces el sitio por el que transitas, todo es más fácil. También ayuda que acabo de comer, estoy descansado y la subida solo consta de algo más de ocho kilómetros al 6%.


Llega un momento en que me doy cuenta de que no recuerdo cuántos kilómetros tiene esta subida, lo que hace que cualquier tramo de bajada pueda ser un problema, al no saber si forma parte de la ascensión o si ésta ya ha terminado.


Al llegar a Los Picones, sin yo saberlo, veo que la carretera sigue y que puede que ascienda más, así que decido continuar, hasta que me cruzo con un 4x4 y el conductor me certifica que el punto más alto son Los Picones y que me los he pasado hace rato.


Desciendo hasta Las Juntas de Miller y me vuelvo al coche para reponer el bidón con isotónico fresco antes de acometer la última subida del día: Marchena, esta vez en territorio jienense.


Tras una aproximación a la subida por la carretera de Santiago de la Espada, tomo el desvío que se dirige a Marchena, localidad que da nombre al alto.


Han sido tres kilómetros de aproximación suaves pero, a partir de aquí, son múltiples las rampas de doble cifra, hasta formando un par de kilómetros enteros por encima del 10%.


A cambio, también hay varios descansos. Las herraduras suavizan mucho la pendiente y las sombran ayudan a no ir sofocado.


Al llegar a La Muela, la cosa suaviza paulatinamente, poco a poco hasta llegar al alto. Son diez kilómetros con lo más duro en la parte central.


Antes de llegar a Marchena, se da por finalizada la ascensión en el punto más alto que, en esta ocasión, no ofrece ninguna duda porque alguien se ha dignado en dejarlo marcado. Los que proponen subidas de difícil concreción deberían seguir este ejemplo por decreto.


Ya está la faena de hoy hecha. Sin tener que meterme una gran kilometrada ha caído un desnivel interesante. Es lo bueno de hacer puertos en plan picaflor: que separas muy bien el trigo y la paja.


Ahora toca relajarse un poco. Me cojo la toalla, las chanclas y me bajo al río por las escaleras que hay junto al puente. Voy a aprovechar para bañarme en esta poza de tan fácil acceso.


El agua está helada y no aguanto mucho. Hace calor y el contraste es demasiado para mi. La tarde va pasando y me acerco a Hornos siguiendo la carretera del embalse de Anchuricas, pasando por La Toba.


En Hornos me quedo un rato disfrutando de unas maravillosas vistas sobre el embalse de Trancos. Se trata de un rincón precioso y no dejo pasar la oportunidad.


Mañana voy a iniciar la etapa en Cortijos Nuevos y hacia allí que me voy, durmiendo en la puerta del ayuntamiento, alejado un poco del bullicio del centro. Hacía mucho que no planteaba una jornada a lo picaflor, así de puerto en puerto, y me ha gustado muchísimo. ¡Qué recuerdos!

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